Vengo de vacunarme con la segunda dosis de la vacuna séneca filosófica en el club Dorrego, el mismo que la poeta Graciela López inmortalizó jocosamente como Dorrego psicodélico. Casi media mañana. La vacunación está en manos de mujeres amorosas, santiagueñas amorosas en una cancha de básquet, gente mayor sentada sobre el campo de juego, como si fuera una intervención teatral urbana de Adatise, caricaturas embarbijadas sin eco. ¿En qué aro me va tocar? Le pregunto a la mujer que se acerco a recibirme. ¿Usted sabe que en esta cancha he jugado mi último partido de básquet y mi equipo gano por un simple?, con un doble metido por mí con una cortada de Pai, amigo y compañero del Nuevo Diario.
Se trató de un campeonato interno del diario, yo jugué por la sección de Cultura y le ganamos a los de Rotativa, así, por un simple y salimos campeones, año 95 o 96 me parece que ocurrió ese campeonato, siglo pasado. (No quiero pensar lo que la enfermera habrá pensado de mi) Quien hubiera dicho que en un club de básquet, a la vez famosa e histórica pista de baile de mi ciudad natal, se habría instalado un vacunatorio de esta horrible pandemia ¿ No? La enfermera no me dejo seguir hablando y me ha clavado la aguja como diciendo para que me calle. Después me firman el carnet único de vacunación contra el Sars Cov2 (covid 19) que en la parte de atrás tiene unas recomendaciones para poder vivir, me devuelve también el documento nos agradecemos y adiós. Final y tristemente, ahora, Dorrego es evidentemente psicodélico.
Fuente: mundar.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario