Publicada en FBK por Patio Santiagueño
A lo lejos, las guitarras y el tum! tum! de las cajas anunciaban el Carnaval.
Andrés, Javier, Pedro y
Roque estaban pasando unos días de vacaciones y de alegre camaradería en la
finca de Domingo Herrera, en la Vuelta de la Barranca. ¡Era una barra
formidable!
El vergel del Santiago de
ayer, era La Vuelta de la Barranca a pocas leguas de la ciudad. Conglomerado de
gente bien, de criolla y venerable estirpe, diríase que por aquel entonces era
también un venerable patriarcado. El noventa por ciento de una clase de igual
nivel social, que mantiene hasta hoy su nobleza, su hidalguía y su bien vivir.
Arpa, violín, guitarra y
bombo, arrancan en una chacarera. Bailan los compadres: don Pedro y doña Dolo;
don Segundo y doña Dominga. En la mudanza, las mujeres escobillan entre el humo
de los estruendos, un ir y venir de serpentinas y una verdadera lluvia de agua
florida y polvo de arroz perfumado. Es ya pasado el mediodía. La fiesta está en
lo mejor. Pavos, gallinas, lechones y cabritos van saliendo del horno.
En un grupo de amigos se
comenta:
—Está Chaza y sus amigos, le pediremos que
toque algo para nosotros.
Y se hacen distintos grupos
de sobremesa. Andrés toca la guitarra. Pese a su juventud, diestro era ya para
pulsar las cuerdas. Nuevamente los músicos entran en acción: el escondido, una
zamba, una chacarera. Cerca del arpa, Andrés acompaña. Tenía obsesión por la
música nativa y en aquel Carnaval aprendió del ciego arpista varias piezas,
entre ellas el escondido. El clásico escondido, el tradicional, el típicamente
folklórico norteño que más tarde publicó en su Primer Álbum de Música Nativa.
Cuando una vez le pregunté,
dónde lo había aprendido, me contestó:
—Lo aprendí del ciego Carmen, siendo muchacho,
en La Vuelta de la Barranca, en una celebración del jueves de las comadres en
lo de doña Dolito Herrera, la tía de domingo.
(Del Libro: El Eterno
Juglar. Andrés Chazarreta, su vida y obra. Buenos Aires: Ricordi
Americana-Autor: Agustín Chazarreta)
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