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24/9/23

Alfredo Abalos – Un amigo inolvidable

 Por José Luis Torres


El Puka Ruiz me llama por teléfono y me avisa: “Negro, preparate que viene Alfredo Abalos a Rosario”. Ninguno de los dos lo conocía personalmente pero escuchar sus grabaciones era una costumbre de mucho tiempo atrás. Ya había grabado dos discos con el Negro Domínguez (fabuloso guitarrista) y en 1978 editó un LP en RCA con el título “Silencio, canta Alfredo Abalos”, en su contratapa Marcelo Simón comenta el disco analizando el repertorio tema por tema.

Comenta el encuentro con Alfredo con sus impresiones sobre la grabación “Todo fue elaborado amorosamente. Desde la selección del repertorio, eminentemente santiagueño, incontaminado, hasta la selección de sacha músicos para algunas piezas, desechando la tentación de recurrir a instrumentistas de Buenos Aires, a los que les sobra virtuosismo “pero les falta olor a chipaco recién horneado me dice el gordo – porque es gordo – Abalos”.

Marcelo Simón, muy respetuosamente explica luego que Alfredo utilizó otra palabra menos académica. No hace falta ser quichuista para entenderlo “Les falta olor a aca” decía Alfredo en realidad, y los que no conozcan la palabra “aca” (así, sin acento) pueden recurrir a internet para averiguarlo.

Para el santiagueño es normal utilizarla pues puede describir muchas situaciones. Alfredo la usaba frecuentemente en sus actuaciones cuando se dirigía al director de luces en el escenario “Che, ¡prendeme las luces que no se vé ni aca!”.

Ese LP era muy poco conocido y cuando Alfredo lo encontró entre mis discos se sorprendió gratamente “Negro, ¿de dónde sacaste esto? ¡Es una joya!”- Pero eso fue al tiempo de conocernos.

Alguna vez subí su tapa en un sitio de folklore y se ha utilizado en varios sitios, pero nadie ha mencionado la fuente. Se puede identificar fácilmente porque mis discos tenían una etiqueta con su número, en este caso era el 174. Hace 20 años las cámaras de celular no se conocían, así que tuve que escanearlo y unir las dos tomas, el detalle se puede observar en la foto. Pero eso no es importante para su historia.

Alfredo había grabado en 1982 “La voz de la chacarera” y en 1983 “Moneda que está en el alma”, ambos en EMI Odeón y esos discos se difundían en las radios.

El ciclo “El canto de las provincias” durante la gestión del Negro Ielpi presentó en 1984 y 1985 una cantidad de artistas increíble en la sala Udecoop (Entre Ríos 435). En esa lista de presentaciones, uno de los primeros convocados era el Gordo Abalos. Sabíamos que era gordo (a la vez que alto) pero cuando lo vimos en el escenario nos dimos cuenta que tenían razón al llamarlo así, después les cuento más detalles. Alfredo se presentaba cantando y rasgueando la guitarra como pocos, la primera viola estaba a cargo de Tati Novillo, hermosa persona y buen violero, otro amigo inolvidable. En ese tiempo la chacarera no era un género tan difundido ni conocido por el público, tan es así que los poquitos que querían hacer palmas no sabían donde comenzaba o terminaba el tema, desconocían la síncopa…y seguían aplaudiendo aún después del final. Salvo los que eran santiagueños o la gente que bailaba folklore.

Solo dos tipos en el escenario con sus guitarras conmoviendo a la platea, ahora nos resulta difícil imaginarlo pero era así nomás. Verlo al Gordo tocando la guitarra y cantando con esa garganta prodigiosa era un espectáculo inolvidable. Tengo en mis archivos 5 temas grabados de esa actuación. Esa noche fue una fiesta para todos y más para nosotros dos. Cuando nos arrimamos a saludarlo, quizás por el acento santiagueño del Puka, nos vió como paisanos de su pago (aclaro que no soy nacido en Santiago, pero he sido amigo de muchos de ellos) y nos abrió la puerta de su corazón.

Luego de los saludos empezamos a hablar de cuestiones que teníamos en común y ya nos invitó a cenar, aterrizamos en una parrilla compartiendo un asadito bien regado con Norton Clásico (siempre tinto), era el vino preferido de Alfredo.

Me regaló una foto suya y una tarjeta “Alfredo Abalos. Calle y teléfono en el 8 de abril y una aclaración de la misma “No llame hora i´siesta”. De esa esa foto después les contaré su historia, pero vuelvo a contarles de Alfredo. Después de esa noche quedamos como amigos con Alfredo y Tati Novillo, esa presentación tuvo muy buena repercusión.

En el verano del 85 actuó en el Anfiteatro rosarino junto don Sixto Palavecino con Rubén y Carmencita. Después de la actuación nos invitaron a comer en el patio de los Sosa (Cochabamba y Alem), a los músicos y amigos, ahí estuvo también el Negro Ielpi, empanadas, asado y buen tinto. Recuerdo que Tati estaba muy copado con “Chacarera para mi hermano”, la tuvo que tocar varias veces mientras yo lo acompañaba en guitarra y Alfredo en bombo, solo instrumental. Esa chacarera la hizo Cuti Carabajal cuando estando en España se entera que había muerto su hermano Agustín, Kaly hizo la intro. Me acuerdo que Tati la tocaba en Mi mayor, son esas cosas que uno no se olvida.

Unos meses después volvieron a la misma Sala Udecoop (siempre por gestión de Pérez Cantón). Ya nos habían avisado del retorno y esta vez Puka se ofreció a darle una mano acompañando con su bombo, el Gordo lo aceptó y lo presentaba diciendo esa noche “Bueno les presento a mi compañero Julio Novillo, que viene y se sienta, y el bombotólogo es el Puka Ruiz, un santiagueño que está radicado aquí en Rosario, ahí está entrando. Recién veníamos en un auto, no sé si han visto ¡y le hemos hecho tocar el piso contra el suelo! (Se ríe Alfredo) ¡No quería caminar el auto del gordo!...Bueno, venir a Rosario significa volver a un lugar donde tenemos tantos amigos que nos llenan de atenciones y de cariño, es un gusto estar con ustedes”.

El Puka Ruiz era también gordo y su cupé Chevrolet azul tenía que transportar casi 300 kilos de peso de Alfredo y su dueño, además de Tati y los instrumentos.

Hubo al menos 4 visitas de Alfredo con Tati Novillo, siempre compartidas con ellos, en ese tiempo nos escribimos con Tati varias veces. Creo que era bioquímico y se había radicado en Córdoba.   Después lo perdí de vista. Era nacido en Salto (Bs. As.).

 En esas primeras visitas Alfredo tenía el hotel pago, como todos los artistas, pero a partir de su segunda visita prefería venir a casa donde era uno más de la familia. Era muy divertido andar junto a Alfredo, le dice a mi esposa “Marta quedate tranquila que cuando regreses te esperamos con el puchero”. Íbamos a hacer los mandados en el barrio y el Gordo se presentaba “Buen día señor, soy Alfredo Abalos, cantor popular, esta noche canto en el Anfiteatro y lo espero. ¿tendrá chiquizuela? Tengo que hacer un puchero y no quiero fallar a la Martita”. Y así en los otros negocios “Buen día señora, soy Alfredo Abalos, cantor popular. ¿Tendrá zapallito anco y algunos choclos…y si puede me agrega un poquito de apio, le dá muy buen sabor a la sopa”.

Se repetía la escena: a comprar el Gancia “Si no tomamos un Gancia como querés que salga el puchero, hijo querido”, el pan, y Alfredo con su natural acento santiagueño ante gente que no lo conocía. Después con el tiempo me preguntaban “José Luis, ese amigo tuyo santiagueño ¿cuando vuelve?” Alfredo dejaba su marca en el escenario y también con gente desconocida. Fueron tiempos muy risueños y plenos de emociones compartidas con el querido Alfredo.

A veces he leído que era gruñón, que rezongaba, protestón y una serie de apreciaciones que no comparto, por lo menos no era así con los amigos que entraban en su corazón. Y yo me considero un afortunado que pudo conocer esa parte tan profunda de sus sentimientos. Como decía Violeta Parra “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…” 

En 1986 volvió a Rosario, pero esta vez junto a la Muni Santillán (su esposa) que cantaba junto a los Hermanos Juárez, Martincito era muy chico y en el escenario tocó el bombo junto a ellos. Fue otra ventana nueva que se abría: conocer y hacernos amigos de Muni, Fortunato, de Sabino, del Chango y Carlitos. Fortunato inolvidable, músico, cantor, quichuista, punteaba y bordoneaba la guitarra y bromisto impagable.

Se presentó esa noche en la Mateo Booz “Nosotros somos los Hermanos Juárez, santiagueños de Loreto pero la gente dice que somos Los Parchís santiagueños. ¡Capaz que tienen razón!”. Se reía Fortunato con su risa contagiosa y aclaraba “Sabino 79 años, yo apenas 75, ¿Saben que pasa? En Loreto la gente vive mucho tiempo, hace poco ha muerto uno de 95 años ¡changuito había sido!”

La Muni no aguantaba la risa, Alfredo me decía “¡Como le gusta hablar macanas este Fortu!”. Martincito tensaba el bombo y Horacio Banegas afinaba su guitarra para acompañar al Gordo querido.

No puedo contarles más, se me humedecen los ojos traidores al recordar estos amigos. “¡Hijo querido, no seas tan flojo!” me diría Alfredo. Y bueno Gordo, disculpame por esta vez.

Fuente: facebook

Rosario, 14 de mayo 2021

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