El Clima en Santiago del Estero

22/2/21

Lo que escribió Mario Arnedo Gallo cuando murió su amigo "Soco" Díaz, su homenaje a Luis Billaud y a la acequia de la Belgrano

Salavina ¡Ay, Salavina! Quisiera verte otra vez…” escribía el gran músico y poeta, nostalgioso y apenado al enterarse de la muerte de su amigo Benicio Díaz. Mario Arnedo Gallo estaba en la provincia de Buenos Aires, sin posibilidades de poder dar un último adiós al “Soco” Díaz, y su pena tomó forma de zamba.

Mario Arnedo Gallo nació en Santiago del Estero el 15 de Mayo de 1.915. En su época de estudiante vivió en Santa Fe. Luego volvió a Santiago, para años después radicarse en la provincia de Buenos Aires, donde vivió hasta el fin de sus días, aunque siempre volviendo al pago aunque sea por lapsos muy breves.

La zamba Salavina es una de las piezas más valiosas e interpretadas del folclore nacional; su melodía es cautivante y su letra va al monte, sobrevuela el río y vuelve al pequeño poblado.

Villa Salavina es una de las poblaciones más antiguas de la provincia de Santiago del Estero, construida a orillas del Río Dulce y cargada de historia. Para conocer gran parte de esa rica historia, hay que procurar leer La Agonía de los Pueblos, del Dr. Orestes Di Lullo. En el capítulo dedicado a Salavina, nos relata en una prosa sentida la importancia económica, política y cultural que tuviera la Villa Salavina y su decadencia posterior. Cabe agregar que en la actualidad, Salavina no está agonizando y sigue siendo una importante población del sur de nuestra provincia. Mejorando la comunicación vial, seguramente Salavina volverá a florecer totalmente.

Extraído de una nota de Cristian Ramón Verduc

CHACARERA DEL CANTOR

Es muy probable que la Chacarera del Cantor la haya compuesto en homenaje o recuerdo de su amigo el Dr. Luis Billaud, como lo sugiere su estribillo "Chacarera, chacarera, chacarera de mi flor y mi bombo sumameño recuerdo de Luis Billaud". Mario Arnedo se juntaba en largas y recordadas veladas con los hermanos Julián “Cachilo” y Benicio “Soco” Díaz en guitarra y bandoneón, el juez Luis Billaud en el bombo y Sofanor Díaz, en guitarra. También menciona al Dr. Billaud en la chacarera “Ayayitay”: “Vino hay en las penas, sangre en el color y una cruz de palo en el dolor. Ayayitay Luis Billaud.”. Es el mismo personaje que aparece en una de las dos letras de la chacarera La Mocha: “El doctor Billaud bailaba y al pelo la chacarera, despacito mudanceaba en medio la polvareda”. Una letra es de Oscar Arturo Mazanti (Oscar Cacho Valle) y la otra del Dr. José Antonio Faro Palumbo, sobrino de don A. Chazarreta.-

Con su bombo sumameño se está refiriendo al Pueblo de Sumamao - Departamento de Silípica – donde se festeja a San Esteban (26 de diciembre) una de las manifestaciones más populares de fe, y se caracteriza por una mezcla de rito católico con pagano que fueron introducidas por los aborígenes, donde los promesantes acuden a caballo y al ritmo de los bombos. Me comentó mi amigo e investigador Alberto “Gringo” Bravo de Zamora que el bombo de Billaut lo conserva la esposa de Arnedo Gallo, doña María Susana Insausti. Un dato más que interesante: el Dr. Luis Billaud es autor de la zamba “Agüita chirle”.-

LA DURA VIDA EN CAPITAL

Arnedo Gallo vivió casi cuatro décadas en Hurlingham, en 1947 llegó con su mujer, y su pequeño hijo Fernando. La familia alquiló una casa sobre la calle Remedios de Escalada, a media cuadra de la estación Hurlingham y al poco tiempo se mudaron a Santa María, una casa quinta que estaba en Solís y Vergara y que ya fue demolida. Era muy grande y tenía muchas habitaciones, medía 40 metros de frente y los fondos llegaban hasta la calle Remedios de Escalada. Por ahí pasaron muchos músicos que gracias al enorme espacio podían tocar hasta la hora que quisieran sin molestar a nadie. Ensayaban y hacían guitarreadas a las que concurrían amigos y familiares.

Seguramente cantaban hasta la madrugada y por el gusto de cantar, como dice la chacarera. Yo soy cantor y disculpen, santiagueñito i' nacido, soy como el viejo quebracho, vivo mejor al descuido (pelusitas de totora- chacarera)

Como todo provinciano, en especial el santiagueño, la vida en la “Capi” fue siempre dura y difícil. Mario Arnedo no fue la excepción: Cuando salí de Santiago todo el camino pensaba, que solo con mi ponchito, y mis alpargatas sobraban. Llegando a Buenos Aires, me di cuenta el equívoco, porque a veces no comía y al otro día tampoco. Así barajao' el naipe, venía la cosa muy fea, pensando en parar la olla, dentre a cantar chacareras. (la yuya- chacarera).Tuvo que vender el piano para poder pagar el parto en el que nació su hijo Diego (hoy integrante de Divididos).

No cabe dudas que esa dureza que marca el desarraigo quizás la podía en cierta forma sosegar con su “cantar” porqué como bien lo dice en la zamba “Tristeza santiagueña” No es bueno hacerse mal juicio, de quién arrastra un penar, tan sólo el alba comprende cuando un santiagueño se pone a cantar.-

La estrofa que dice Cuando la gente no canta y no nos deja cantar me da ganas de prestarles un corazón de zorzal es de una formidable exactitud para quienes hemos tenido la oportunidad de compartir guitarreadas o reuniones –especialmente de amigos- donde no falta uno o varios comensales que ni siquiera vale la pena prestarles un corazón de zorzal.

LA ACEQUIA DE LA BELGRANO

La célebre acequia de la Belgrano
Para Mario Arnedo todo canta…Canta el agua, canta el río, el coyuyo y el crespín (el crespín va rompiendo el silencio sobre amargos senderos de sal -Salavina-zamba), así cantaba un paisano por los pagos de Mailín. (Mi chacarerita mota si me habrás visto “machao”, cuando el diablo anda en el vino por Mailín y Sumamao. Cuando el diablo anda en el vino-chacarera).

Canta el agua en las acequias el otrora fresco y arbolado paseo, sacude la memoria de los que peinan canas . Y también amaga una lágrima furtiva escaparse ante el inevitable cotejo entre pasado y presente. La acequia de la avenida Belgrano fue una sorprendente obra de ingeniería que dio origen a la agricultura de riego. Nuestra “acequia principal”, como se la llamó primitivamente por ser única y la de mayor caudal, al servicio de “chacras y sementeras”, fue centro de interés económico, político, social y religioso de la ciudad, desde los albores de su existencia. Según relata la historiadora Sara Díaz de Raed, en su libro “Monumentos y Lugares Históricos de Santiago del Estero”.

Adalberto Mario Raúl Arnedo Gallo, falleció el 22 de noviembre de 2.001 a los 83 años.-

Foto:Julián y Benicio Díaz, Sofanor Díaz, Luis Billaud en el bombo y Mario Arnedo Gallo en el piano. La célebre acequia de la Belgrano.

Publicado por Dardo Molina Chazarreta | FBK: Patio santiagueño

El general San Martín en Santiago

Por Crístian Ramón Verduc


Los atardeceres veraniegos en la provincia de Santiago del Estero se hacen agradables con el aroma de yuyos, con el canto de los pájaros y “lejos lejos” (de vez en cuando) el cantar de una vidala. Los recuerdos de esa conjunción de horizonte rojizo y alta temperatura, hacen que el vidalero cante en tierras lejanas: “Atardeceres de fuego ¡Ay, quién pudiera volver a aquellos tiempos ya idos, revivir aquel ayer!” La vidala llamada La Manogasteña, que interpretan Los Manseros Santiagueños, nos cuenta de la nostalgia que siente el criollo de Manogasta que vive en un pago lejano, diferente al de su origen.

Es muy posible que esa persona se sienta inconscientemente obligada a parecer lo que no es. Esto ocurre generalmente con los provincianos que emigran hacia Buenos Aires. Estando allá, procuran ocultar su verdadera identidad y mimetizarse en la masa de gente llegada de todo el país. Es una enorme masa humana de diversos orígenes, casi todos procurando imitar a los “porteños”.

Esos llamados porteños son en su mayoría gente que ha llegado antes, como tributo de las provincias al remolino succionante que son la Capital Federal y alrededores. Si una persona joven provinciana es de escasos recursos económicos, es muy probable que deba viajar a Buenos Aires para procurar empleo y enviar dinero a la familia que quedó en el pago querido.

En otros casos, en los que no hay apuros materiales, la juventud debe emigrar de su lugar de origen hacia Buenos Aires u otro centro urbano desarrollado para tener mejores posibilidades en cuanto a educación. Los artistas viajan hacia Buenos Aires para procurar el éxito, pues en el pago se reconoce más a lo que viene desde la gran ciudad. Lamentablemente, el centralismo no es una característica exclusiva de nuestro país ni de estos tiempos. Se puede ver históricamente en los imperios y países, grandes o pequeños, todos con su ciudad capital recibiendo tributos desde los confines territoriales, como cuando se exprime una fruta, presionando de afuera hacia adentro.

Históricamente han sido las ciudades sede del gobierno las que han recibido los mayores recursos y ofrecido para sus habitantes las mejores oportunidades. Se puede afirmar sin temor a errar, que esa situación se viene dando desde el fondo de los tiempos en todos los continentes de nuestro planeta. A fines del Siglo XVIII, un matrimonio español que vivía en un lejano departamento del Virreynato del Río de la Plata, quiso darle a sus hijos buenas oportunidades, con visión de futuro, así que todos emigraron a Buenos Aires, y de ahí a España.

El menor de los cinco hijos era un “gurí” correntino, que había nacido el 25 de Febrero de 1778 en Yapeyú, departamento de las Misiones Guaraníticas. Era José Francisdo de San Martín y Matorras, hijo de Juan de San Martín, Teniente Gobernador del departamento Yapeyú, y de Doña Gregoria Matorras del Ser. Como era costumbre en esa época, el niño fue criado en su primera infancia por una empleada o criada de la casa.

En el caso de José de San Martín, su niñera era guaraní, de nombre Rosa Guarú. Hay sospechas de que Rosa Guarú sería la madre biológica de nuestro prócer, lo que le otorgaría criollismo de sangre, además del que demostró en los sentimientos. Más allá de especulaciones, el hecho es que el mayor prócer argentino nació en Yapeyú, actual provincia de Corrientes, y amó a su lugar natal, a todo el país y su gente.

José de San Martín tenía seis años de edad cuando toda la familia se estableció un tiempo en Buenos Aires y de allí partió hacia España. A los once años de edad ingresó como Cadete en el Regimiento de Murcia. Pocos años después, combatió en el Norte de África, también en territorio español y francés. A los treinta y cuatro años de edad, cuando ya era Teniente Coronel de Caballería del Ejército de España, retornó a Buenos Aires junto con otros oficiales nacidos en nuestro territorio.

El Triunvirato reconoció el grado militar de San Martín y le encomendó la formación de un cuerpo de caballería, unidad terrestre de rápida movilización y poderosa en el combate. Así nació el Regimiento de Granaderos a Caballo, el que tuvo su bautismo de fuego en San Lorenzo, unos kilómetros al Norte de Rosario, el 3 de Febrero de 1.812. Poco después, San Martín tomó el Camino Real, con orden de relevar al General Manuel Belgrano en el mando del Ejército del Norte, recientemente derrotado por los españoles en Vilcapugio y Ayohuma. Ambos próceres de la Patria se encontraron en la provincia de Salta, posiblemente en Yatasto, y en Tucumán conversaron largamentesobre las dificultades para hacer retroceder a los españoles del Alto Perú (hoy Bolivia), naciendo así en el Padre de la Patria la idea de cruzar hacia Chile para expulsar a las tropas realistas y de allí pasar a Perú con el mismo objetivo.

El Camino Real era la ruta terrestre que unía Buenos Aires con Tarija, en el Alto Perú (actual Bolivia), pasando por las provincias de Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy. Cada tanto, entre las ciudades, había una posta, lugar de descanso y recambio de animales. Viniendo del Sur, la última posta antes de la ciudad de Santiago del Estero ha sido la de Manogasta, distante poco más de treinta kilómetros de la Madre de Ciudades.

Éste fue uno de los lugares donde paró a descansar el Padre de la Patria en su extenso viaje. Hoy es fácil llegar hasta Manogasta, pues la ruta que antes era el Camino Real está pavimentada. Se sale de la ciudad de Santiago del Estero por la calle Independencia y, pasando por Los Flores, Maco, Maquito, La Vuelta de la Barranca, Los Cardozo, San Pedro y Upianita, se puede ver una isleta en el centro de la ruta. En esa isleta está protegido el Algarrobo Histórico que diera sombra a Don José de San Martín.

Hacia la derecha nace el camino hacia Buey Rodeo y a la izquierda está el cementerio de Manogasta. Es posible que, mientras la tropa descansaba en Manogasta, San Martín haya tocado la guitarra y cantado bajo el algarrobo, o tal vez haya escuchado el cantar de algún manogasteño. El canto era una de los principales entretenimientos de aquellos tiempos no tan lejanos. “Pago antiguo y tan sufrido, vieja posta del ayer. Aquí te canta tu hijo, que tanto añora el volver.

El santiagueño que canta desde la distancia, deseando regresar al pago, se siente más apegado a su terruño. Cuando está agrupado con los coterráneos también emigrados, deja de lado la ficción negadora de su origen y se muestra tal cual es. Desde Santiago del Estero, lo mejor que podemos hacer para que el emigrado y el visitante encuentren a Santiago del Estero cuando vengan, es mantener intactas las raíces folclóricas que nos dan personalidad. El quichua forma parte de nuestra identidad santiagueña.

Somos santiagueños; hemos nacido y pasado nuestros mejores años en nuestra provincia. Seamos lo que debemos ser: Auténticos santiagueños. Ya lo dijo el General José de San Martín, nacido hace docientos cuarenta y seis años en Corrientes, el mismo Libertador que pasó por nuestra provincia hace docientos dos años: “Serás lo que debas ser, o no serás nada.”

21/2/21

Duelo criollo

 Domingo A. Bravo

 



            Corrían los tiempos bravos de la montonera. Época heroica de la guerra gaucha, donde hombres, lejos de las mujeres y de los niños, dirimían sus cuestiones, peleando de soldado a soldado, en los campos de batalla. Época del coraje legendario cuando los jefes eran soldados que avanzaban al frente de sus tropas en las arremetidas, sentían el silbido de las balas sobre sus cabezas y exponían sus pechos a la terrible lanza seca del adversario en los embravecidos entreveros.

            Por aquel entonces nuestra provincia, Santiago del Estero, estuvo, como sus hermanas, dentro del juego trágico de la desavenencia fratricida.

            El siguiente episodio pertenece a un aspecto de esa guerra civil: a la lucha entre tucumanos y santiagueños. Estos, en los vaivenes de la contienda, eran, sucesivamente, invasores o invadidos según la cambiante suerte de los acontecimientos; lo que no quitaba que fueran compañeros de armas cuando las circunstancias lo requerían, como ocurrió después de la batalla de Pozo de Vargas y como había ocurrido antes en la magna epopeya de la independencia.

            En esta guerra de hermanos se produjo la invasión tucumana de 1853.

            El gobernador de Tucumán, don Celedonio Gutiérrez –para cobrarse un viejo agravio con los Taboada-, reunió un ejército de 3500 hombres e invadió la provincia. Entro por Rio hondo y se acercó a la capital.

            El gobernador, don Manuel Taboada, sorprendido y sin fuerzas para resistir, tomando campo afuera, abandono la ciudad para defenderla mejor, reconquistarla y rechazar de su tierra nativa al invasor.

Se retiró al sud para reunirse con su hermano, el general Antonino, que acudía apresuradamente en su auxilio con refuerzos importantes.

            Don Manuel Taboada había delegado el gobierno a don Pedro Olaechea, que andaba con su despacho a gobernador a retaguardia del ejército.

Unidas las fuerzas defensoras, buscaron la batalla. Y esta se produjo el 21 de octubre del citado año de 1852 en Tacañitas, “lugar” situado en las proximidades de Loreto, al sud”.

            El choque fue terrible. El coraje enardeció las almas. Al lado de los soldados combatían los jefes envueltos en la refriega. En el ardor de la contienda, a grandes voces, el coronel tucumano don Tomas Lobo retaba a duelo singular al gobernador santiagueño don Manuel Taboada. Este oyó el reto y recogió el desafío. Radiante de entereza, con la pujanza indómita de su sangre gaucha, lidiaron en duelo a muerte, hombre a hombre, mano a mano, sobre la caldeada arena de la contienda. La ansiedad abrió un paréntesis sobre el campo. Los combatientes los dejaron pelear. Ninguno intento intervino. Culebrearon los cuerpos, centellaron las miradas y brillaron las armas a los rayos del sol. Chocaron los aceros. El encuentro fue rápido y decisivo. Paso como una ráfaga. Relampaguearon las espadas y la empuñada por son Manuel Taboada cayo, fulminante como  un rayo, sobre la frente de su adversario.

            Hubo un minuto de estupor. Luego… quedo en tierra, exánime sin vida, el cuerpo yacente del jefe tucumano. (1)

            Los invasores huyeron en derrota… los vencedores, con los lauros del triunfo, retornaron a la ciudad.

(De “Episodios provincianos”, primera serie, 1868)

8/2/21

LA NOCHE TRÁGICA DE VILLA LORETO

A 12 km de la Ciudad de Loreto se encuentra la Villa Vieja sepultada bajo las aguas del Mishki Mayu. Conoció su destino de desgracia hace mas de 100 años, posiblemente un 18 de noviembre. En 1908 fue arrastrada por una masa de agua y lodo desbordados del Mishki mayu.

La creciente llegó a las tres de la madrugada y no hubo tiempo de salvar nada. El agua furiosa los sorprendió mientras sus pobladores descansaban después de una calurosa jornada de trabajo.

Indalecio Gómez, un antiguo poblador y sobreviviente de la inundación, la llamó “la noche trágica”. Sólo algunos atinaron a subir a techos y árboles, pues el cauce del canal de Tuama había desbordado por tercera vez. El amanecer encontró a los pobladores con dos metros y medio de agua y un sordo silencio de espanto los invadió.

El párroco Juan Retambay, durante toda la noche y en bote, hablaba a los pobladores, les pedía que piensen, que debían abandonar sus casas para trasladarse hacia la Estación Loreto. Los invitaba a viajar junto a la patrona y muchos lo siguieron. Según la historia, "TATACU" Carmen (Tata: Padre; cu: más que), violinisto y botero de la zona, salvó a varios vecinos. Otros, huyeron. Los objetos de culto y la imagen de la Virgen fueron trasladados a la Estación Loreto.

Retambay construye sobre la vieja capilla en honor a la Virgen de las Mercedes el templo a la virgen patrona, iniciando los trabajos entre los años 1934 y 1937 junto con los sobrevivientes de la desparecida Villa Loreto.

El carácter reflexivo de la historia permitió a los pobladores emitir un único y valioso punto de vista, la inundación fue el resultado de numerosos factores de desencuentros políticos, de indiferencia comunitaria y de excesivas riquezas materiales, las que no permitieron avizorar aquel trágico final.

Violín de Tatacu (Letra y música: Fortunato Juárez)

Pucha! que lindo pago
fue la Villa Loreto
rodeada de gente feliz
de paz y respeto,
casitas con recovas
y lindos parapetos.

Al tan, tan!! del campanario
se llenaba el viejo templo
y la Virgen de Loreto
Dejaba su bendición.

El Río Dulce regaba
canales y acequias.

El paisano con su arado
canturreando vidalitas
sembraba siempre soñando
cosechar dichas sin fin.

Andaba en esos tiempos
Tatacu con su violín.

Tatacu Carmen su violín
paseaba en las fiestas
en épocas del carnaval
andaba en la siesta
embrujando trincheras
hasta el amanecer.

Carpintero era su oficio
botero y nadador
vencedor del Río Dulce
quichuista de lo mejor.

Así llegó aquel día
que es tan triste contarlo.

El Río Dulce y su bravura
se llevó a Villa Loreto
y Tatacu con sus botes
salvando a la población.

Todo eso ya es recuerdo
que me oprime el corazón.

Fuente: FolkloreCLUB

2/2/21

Olores, pregones y colores

 Arq. Roberto R. Delgado

Mercado Armonía recién inaugurado. Año 1936 Edición Rene César Fan

Los hombres usan los sentidos para orientarse estableciendo una variada gama de referencias que almacenan en el cerebro. Informaciones que llegan a través de órganos receptores como los ojos, nariz y oídos. Estas acumuladas y asociadas, colaboran en la experiencia y conocimiento del vivir el sociedad.

Una ciudad contiene ruidos y olores, más un color que varía en forma permanente por movimientos de cosas provocando una dinámica que influye en el ánimo de los habitantes.

A comienzos del siglo XX, cuando el Mercado Armonía funciono en plena actividad, concentro a un número singular de personas que no eran vecinos de la ciudad. Gentes que llegaban diariamente en caravanas, desde parajes distantes trayendo artesanías, alimentos elaborados, animales domésticos y diversos frutos regionales.

Predominaban en esos ”llegados” los venidos de Loreto y zonas de influencia, que recorriendo el viejo camino real ingresaban por calle Independencia o la Avenida Belgrano. Fue una “procesión” de vendedoras a pie, también montadas en sulkis y caballos acompañadas de sus hijos menores.

Rompían el silencio del amanecer con risas y diálogos picarescos expresados en voz alta, más el cacarear de gallinas molestas en el transporte; tintineo del cencerro de cabras que guiaba la pequeña majada mientras los “cushcos” ladraban de un lado a otro.

Contrastes cromáticos de los negros vestidos con “una huatana” (paño o toalla para cubrir la cabeza), portados por las ancianas, con el floreado en vivos colores de los vestidos de las jóvenes; alguna cinta roja o amarilla adornando el cuello o pelo, indicaban el “haber hecho promesa”.

Todo y mucho más, produjo una cadencia armónica de ruidos, formas y colores que el ciudadano de entonces supo qué hora era, la estación del año por el producto pregonado o motivando en la creación del menú del diario alimento.

Este cortejo en su paso dinamizo la actividad de la ciudad. Los sonidos metiéndose en las casas hacían callar a los moradores que intentaban captar los “chismes”, prestas atención a las ofertas o por simple curiosidad.

Los perros caseros en enloquecidos trotes y aullidos protegían sus territorios.

Este espectáculo repercutió solo una hora, marcando el comienzo del día, cuando no sucedía, era feriado, la ciudad descansaba.

Después de las lluvias o con las brisas frescas del sur en las tardes, un manto de perfumes exquisitos se supieron desparramar por las zonas bajas al este de la ciudad, provenían de los jardines-viveros que se ubicaron en la Av. Belgrano a los costados de la desaparecida acequia. Fueron sus propietarios las familias Tarchini, Regazzoni, y Palumbo que desde fines del siglo XIX se dedicaron a esas tareas en predios de generosa superficie, tareas que eran extensión de las hogareñas, circunstancias por las que fueron conducidas por mujeres, como doña Elvira Regazzoni de Tarchini, posteriormente su hija carlota, que acrecentó la actividad.

De estos jardines salieron las palmas y coronas que acompañaron las mortajas o los tocados de las novias. Fue frecuente que al ver salir al “mandado” con el encargo, vecinos y transeúntes se arrimaran a la verja de los jardines preguntando por la primicia. De inmediato la noticia estaba de boca de todos, todos a festejar o a lamentarse.

A estas familias se le debió las costumbres de hacer jardines, cultivar en macetas, las técnicas del injerto y del recibimiento a la primavera a pleno color y olor.

El Dr. Orestes Di Lullo siendo intendente de la ciudad capital, a mediados de la década de 1940, foresto las principales calles del microcentro  con especies frutales en sentido este-oeste (plantas de naranjas agrias), en orientación norte-sur con árboles de hojas perennes (brachos). El método que aplico permitió que en época de floración, los vientos frecuentes del norte o sur arrastraran por la urbe un olor de azahares y que el fruto fuera aprovechado por el arte culinario (licores, dulces, repostería, etc.). Los brachos sirvieron de cortina para sombra del sol naciente o poniente.

Comento el DR. Di Lullo que la ciudad debía tener un toldo que naciera en las proximidades de la estación Zanjón y terminara en el barrio Huaico Hondo en las estribaciones de Las Lomas coloradas, llegado el periodo estival, correrlo poniendo todo a la sombra. Lo planteó como una utopía, por ello practicó este método más natural logrando confort para los ciudadanos y que las plantas fueran residencias de pájaros como factor de equilibrio ecológico contra insectos y larvas perjudiciales.

Por lo menos dos veces al mes y con temperaturas frescas, a pocas cuadras del microcentro en proximidad de la calle Alsina o Moreno, un olor pestilente impregnaba la atmosfera del lugar. Fue señal de que familias de matarifes y carniceros estaban haciendo jabón. Procesaban la grasa animal al fuego para luego incorporarle esencias, el producto fue vendido u obsequiado como “yapa” en el puesto. Esta actividad perduro hasta la década del 1940 y la practicaron las familias Collado y Segura entre otras.

En las fincas de los Provedano, de los Isorni al sur o de los Lissi al norte, situadas a los límites del núcleo urbano para mencionar algunas, en los días fríos del mes de julio, los olores de vapores de agua mezclado con grasa porcina y carne asada invadía la periferia indicando el faenamiento de cerdos y elaboración de embutidos. Esta industria familiar concentraba en fiesta, parientes y allegados de todas las edades. A manera de pelota, los chicos jugaban con la vejiga disecada e inflada de los cerdos; los grandes colaboraban con el trabajo. El mes de junio fue, hasta la postrimería de la década de 1930, muy anhelado y referencia en el calendario familiar por ese motivo.

“Lecherooo…” fue un pregón hasta la década del 60 que caracterizo las primeras horas de la mañana o el mediodía según el barrio. Una jardinera tirada por un caballo manso, conducida por un hombre de gorra o birrete blanco que a viva voz nombraba las vecinas o a las empleadas domésticas: “Filomenaaa…” “Panchitaaa…” “pepaaaa…”, más el ruido del chocar de los recipientes de aluminio que llevaba este original transporte y el insistente golpetear del mango del rebenque  contra las maderas del vehículo, anunciaba a cuadras de distancia, la presencia de este servicio: el lechero, personaje ciudadano que trascendía su oficio dando el parte diario de los sucesos entre los distintos barrios o recomendando a las madres por la conducta de sus hijos, ya que observo en el baldío o en la acequia, a “Pedrito”, haciendo travesuras.

A comienzo del mes de noviembre con los calores que anunciaba un posterior verano caliente, en esa hora de la siesta en momentos que la vida descansa, un hombre montado en un triciclo gritaba “heladooo…”, o simplemente “…aaados”, imitando al “caramelero” de los cines. Intercalaba el grito con el sonido de una afónica corneta. Vendia helados caseros de agua, no a la crema. Desde mediados  de la década del 60 que ya no se lo escucha. En reemplazo hoy gritan “Bombón helado”, producto industrial más sofisticado transportado en cajas acromáticas.

Frente a las puertas de acceso de las escuelas primarias junto al cordón que limita acera y calle vehicular, los alumnos supieron arremolinarse  junto a un vendedor de variadas golosinas, fue el “tirero” cuyo nombre  se debió a los métodos que uso para la venta; se “tiraba” una bolita en un círculo a manera de ruletas o se “tiraba” un elemento intentando hacer “blanco”. El premio consistía en un pequeño cucurucho o paquetito de caramelo de fabricación casera de gran tamaño, como torta, fraccionado a golpe de martillo, pregonando “tirooo…”, se desplazó por las calles en horas extra escolares hasta los años 60.

El carbonero por toda la ciudad; en las puertas de bancos y confiterías los vendedores de lotería, diarios y revistas ofertaron sus mercaderías a viva voz con extrañas modulaciones. La corneta del manicero en invierno; a media noche los sonidos del pito de la ronda policial; las campanas de las parroquias barriales; el olor a pan recién hecho de las panaderías; los olores de frituras, guisos, empanadas, etc, que salían por las ventanas de los hogares, guardapolvos blancos de “primaria”, uniformes de colegios, hábitos de curas uniformes de policías, conscriptos y militares, etc, etc, fueron olores, pregones y colores relacionados con la actividad humana, que dieron vida, vitalidad y dinamismo a la ciudad que fue Santiago del Estero. Hoy cambio.

Fueron cosas que permitieron la orientación del ciudadano, sentirse acompañado, por lo tanto seguro y con paz pública y esa paz no estuvo garantizada por fuerzas del orden, sino por una densa y casi inconsciente red de controles y actos inscripta en el ánimo de las personas y alimentada por ellas mismas.

Mencionada en capítulos anteriores la “sociedad urbana” más numerosa, ya no se preocupa de nuestros patriotas, hoy elimina olores, pregones y colores.

Si no existen pequeñas cosas que nos den pertenencia, somos extraños aquí y en donde sea.-

Fuente: SANTIAGO DEL ESTERO. Recorrido por una ciudad histórica. Autor: Arq. Roberto R. Delgado