El Clima en Santiago del Estero

21/2/21

Duelo criollo

 Domingo A. Bravo

 



            Corrían los tiempos bravos de la montonera. Época heroica de la guerra gaucha, donde hombres, lejos de las mujeres y de los niños, dirimían sus cuestiones, peleando de soldado a soldado, en los campos de batalla. Época del coraje legendario cuando los jefes eran soldados que avanzaban al frente de sus tropas en las arremetidas, sentían el silbido de las balas sobre sus cabezas y exponían sus pechos a la terrible lanza seca del adversario en los embravecidos entreveros.

            Por aquel entonces nuestra provincia, Santiago del Estero, estuvo, como sus hermanas, dentro del juego trágico de la desavenencia fratricida.

            El siguiente episodio pertenece a un aspecto de esa guerra civil: a la lucha entre tucumanos y santiagueños. Estos, en los vaivenes de la contienda, eran, sucesivamente, invasores o invadidos según la cambiante suerte de los acontecimientos; lo que no quitaba que fueran compañeros de armas cuando las circunstancias lo requerían, como ocurrió después de la batalla de Pozo de Vargas y como había ocurrido antes en la magna epopeya de la independencia.

            En esta guerra de hermanos se produjo la invasión tucumana de 1853.

            El gobernador de Tucumán, don Celedonio Gutiérrez –para cobrarse un viejo agravio con los Taboada-, reunió un ejército de 3500 hombres e invadió la provincia. Entro por Rio hondo y se acercó a la capital.

            El gobernador, don Manuel Taboada, sorprendido y sin fuerzas para resistir, tomando campo afuera, abandono la ciudad para defenderla mejor, reconquistarla y rechazar de su tierra nativa al invasor.

Se retiró al sud para reunirse con su hermano, el general Antonino, que acudía apresuradamente en su auxilio con refuerzos importantes.

            Don Manuel Taboada había delegado el gobierno a don Pedro Olaechea, que andaba con su despacho a gobernador a retaguardia del ejército.

Unidas las fuerzas defensoras, buscaron la batalla. Y esta se produjo el 21 de octubre del citado año de 1852 en Tacañitas, “lugar” situado en las proximidades de Loreto, al sud”.

            El choque fue terrible. El coraje enardeció las almas. Al lado de los soldados combatían los jefes envueltos en la refriega. En el ardor de la contienda, a grandes voces, el coronel tucumano don Tomas Lobo retaba a duelo singular al gobernador santiagueño don Manuel Taboada. Este oyó el reto y recogió el desafío. Radiante de entereza, con la pujanza indómita de su sangre gaucha, lidiaron en duelo a muerte, hombre a hombre, mano a mano, sobre la caldeada arena de la contienda. La ansiedad abrió un paréntesis sobre el campo. Los combatientes los dejaron pelear. Ninguno intento intervino. Culebrearon los cuerpos, centellaron las miradas y brillaron las armas a los rayos del sol. Chocaron los aceros. El encuentro fue rápido y decisivo. Paso como una ráfaga. Relampaguearon las espadas y la empuñada por son Manuel Taboada cayo, fulminante como  un rayo, sobre la frente de su adversario.

            Hubo un minuto de estupor. Luego… quedo en tierra, exánime sin vida, el cuerpo yacente del jefe tucumano. (1)

            Los invasores huyeron en derrota… los vencedores, con los lauros del triunfo, retornaron a la ciudad.

(De “Episodios provincianos”, primera serie, 1868)

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