Un estudio de las investigadoras Norha Trettel
y Alicia Moreno muestra el rastreo de apellidos y conformaciones familiares de
cuatro pueblos indios de ese departamento. Varios apellidos perduran hasta hoy.
Personas que hoy portan apellidos como Camisay, Sinchicay,
Vaquinzay, Valinchay, Ayosa, Liquitay, Pallamay, Aballay, Bambicha, Callavi,
Quillotay, Chanampa, Chumbita, Sillamay o Samaya, entre otros, quizás
encuentren que sus antepasados pertenecieron a alguna etnia originaria de los
pueblos de Huachaschi (o Guachaschi), Choya, Huaco (o Guaco) o al Cuarto de
Pipanaco. Apellidos que no solo subsisten en Andalgalá y el resto de la
provincia, sino tal vez, dispersos por el mundo.
El interesante estudio científico sobre el origen y
desarrollo de los apellidos indios de los pueblos de Andalgalá fue llevado a
cabo por Trettel y Moreno y publicado en la Revistadel Centro de Estudios
Genealógicos y Heráldicos de Catamarca en 2013.
Si bien resulta lógico que las personas se interesen por
quiénes fueron sus antepasados, no es un dato menor encontrar una eventual
ascendencia indígena. Y obsérvese que usamos la palabra indígena tal como lo
hacen científicamente las investigadoras.
El análisis se hizo sobre fuentes proto-estadísticas de
fines del siglo XVII al siglo XIX, e incluye visitas y revisitas de oidores,
que eran funcionarios enviados por las autoridades españolas quienes
confeccionaban los padrones y censos de la población.
Pero, cabe preguntarse ¿los indios usaban apellido? La
respuesta es no, tal el concepto actual que concebimos por apellido. "La idea de apellidar será uno de los tantos
elementos de transculturación que vivieron los pueblos originarios (…) la
población nativa no usaba apellidos tal como hoy los conocemos. Tras la
conquista, la evangelización y el bautismo, se les adjudicó un nombre cristiano
y el nombre original de los habitantes de estos pueblos pasó a ser considerado
un segundo nombre o apellido”, según citan las autoras a Prudencio Bustos
Argañaraz.
Los diferentes tiempos
En la etapa colonial temprana, "los hijos de una pareja no llevaban el nombre del padre, sino, se
elegía después del nombre cristiano, un nombre que podía ser una expresión
cacana, quechua, aymara o híbrida, y que sin duda tenía un profundo sentido…,
por ejemplo Francisco Guansilpa, hijo del cacique de los pipanacos, lleva un
nombre cristiano y uno originario”. También hay casos de hijos sólo con el
nombre cristiano, por ejemplo, Faustino; o apellidos que a su vez son
patronímicos (indican lugar), como Martín Icaño, Pedro Pipanaco o Francisco
Paraguay.
Otro aspecto a considerar es que en el territorio
catamarqueño se habló el cacán, que a la llegada de los españoles estaba
prácticamente en desuso, desde la conquista inca. Sin embargo, "pueden identificarse los apellidos indígenas
que se conservaron (…) cuando poseen ciertas partículas comunes, tal el caso de
la terminación "ay” que es un patronímico que significa hijo de”.
En cuanto al quechua, la lengua en que fueron evangelizados
los nativos, "se mantuvo, según las fuentes documentales, hasta principios
del siglo XIX. Un dato lo confirma: "En la revisita de 1807, aparecen los
gastos a pagar al intérprete o lenguaraz, lo que implica que la mayor parte de
la población hablaba esa lengua. A medida que avanza el proceso colonizador,
encontramos que tanto hombres como mujeres, portan el apellido del padre con
mayor frecuencia. Esto implicaría que el apellido indígena se transmita a la
descendencia (…) pero también existe la posibilidad que a través de la
descendencia femenina, casada, el apellido desaparezca. La familia Callavi del
Cuarto de Pipanaco es un ejemplo de ello. Los primeros indicios se encuentran
en 1681 con el cacique del pueblo, don Ignacio Callave. Años más tarde, las
fuentes registran el apellido como Callavi, que se mantiene hasta Mercedes
Callavi hacia 1792, quien se casa con un forastero llamado Juan Maidana. Del
matrimonio nacen Bautista e Isidoro y años más tarde en el censo de 1812, toda
la familia aparece registrada. El padre y los hijos llevan el apellido Maidana,
mientras que la madre conserva el apellido Callavi.
En las fuentes del siglo XIX surgen listas con apellidos
originarios, aunque "la mayoría de
la población fue adoptando apellidos españoles, ya sea el de su encomendero o
por agregación de familia como doméstico o mano de obra semi-libre”.
El censo de 1812 muestra que el 40% de
la población de El Fuerte de Andalgalá era indígena, pero solo 54 individuos
portan apellido originario, el resto figura con apellido español.
Los censo de 1869 y 1890 revelan la existencia de familias
originarias de Andalgalá en diversos puntos del país. Por ejemplo, el apellido
Camisay cuyo tronco originario es del pueblo de Choya no solo emigró hacia San
Juan sino a otras provincias. En 1869 hay individuos de apellido Camisay en
Jáchal (San Juan), en General Pedernera (San Luis), Río Chico y Monteros
(Tucumán) y en Güemes (Salta). El rescate de apellidos cacanos, aymaras,
quechuas o híbridos que formaron parte de la identidad etnolingüística de los
pueblos originarios, hoy son testimonios del pasado y del presente.
CUADRO RELACIONADO
Los troncos originarios
Samuel Lafone Quevedo llegó a determinar que el
pueblo de Guachaschi tiene tres troncos originarios: Ayusa, Cachuzna y
Gualinchay, apellidos que fueron teniendo pequeñas variantes en su escritura.
Con este y otros datos, en el análisis, se refiere que "los Ayosa,
Guanchincay, Sillamay, Callavi, Camisay, Samaya y Sinchicay son los apellidos
que alcanzan mayor presencia, evidenciando que son familias troncales que se
manifiestan durante varios siglos en el valle de Conando. Fuente: www.elancasti.com.ar
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