Por María Mercedes Tenti de Laitán
Las primeras huelgas organizadas
por mujeres en Santiago del Estero, las encontramos en el año 1.908. El
numeroso gremio de mujeres comerciantes del mercado, especialmente las
verduleras y vendedoras del campo que concurrían diariamente con pequeños
bultos de comestibles, “andaba nervioso y
excitado”, según decía “El Liberal”, por habérseles aumentado el derecho de
sisa, que percibía como rentas el municipio. El nuevo cobrador municipal, de
apellido Rizo Patrón, les exigía pagar 10 o 20 centavos por cada canasto o
bulto que introducían, cuando antes de la reforma pagaban 5 o 10 centavos,
respectivamente. Las más afectadas eran las verduleras que iban al mercado
todos los días en sus carritos, llenos de canastos y atados, para surtir sus
puestos. El nuevo cobro les significaba entre 70 centavos y un peso diario, e
importaba triplicar las gabelas municipales. También debían pagar el impuesto
al agua, cuando a veces no tenían ni una gota del líquido vital. El cobro era
excesivo, en especial si consideramos que había pobres mujeres que venían
diariamente a la ciudad, desde una o dos leguas de distancia, trayendo
mercadería cuyo valor a veces no pasaba de 50 centavos. El 7 de octubre de
1.908 todas las verduleras se declararon en huelga, a excepción de una o dos, a
las cuales enrostraron las huelguistas su falta de solidaridad y compañerismo.
Esto determinó la intervención del comisario y la prisión de tres o cuatro de
las reclamantes entre las que figuraba una en estado avanzado de embarazo que
sufrió, como consecuencia, una leve descompostura. La medida irritó a todas,
resolviendo acompañar a las presas a la policía. Así lo hicieron y
permanecieron frente al local policial hasta que luego de dos horas de espera
fueron puestas en libertad. En repudio a la actitud de la fuerza pública, y
oponiéndose a los nuevos impuestos, marcharon en manifestación a la
municipalidad con el objeto de pedir al intendente que dejase sin efecto el
aumento considerado injusto a la vez que imposible de pagar. A pesar de la
insistencia de las mujeres, el intendente de la capital, Genaro Martínez Pita,
no las quiso recibir haciéndoles decir con el secretario, que presentaran la
petición por escrito. En vista del cariz que iban tomando los acontecimientos, los
gremios de matanceros y puesteros de carne hicieron causa común con las
verduleras y amenazaron con la huelga. Al día siguiente, las huelguistas
decidieron recurrir ante las autoridades provinciales en busca de una solución
al conflicto. El gremio de las verduleras concurrió a la casa del ministro
Gorostiaga, ex secretario del partido republicano. Éste, al decir de “El Liberal”, se mostró con las pobres mujeres
más democrático que el ex cívico del 90, Martinez Pita, y las recibió, en su
escritorio. Luego de escucharlas y encontrarles la razón, les prometió influir
para ayudarlas. Por la mañana del día 9 de octubre, el gremio de mujeres
concurrió nuevamente a la municipalidad para entrevistarse con el intendente.
El jefe comunal pidió que avanzase una sola en representación de las demás.
Se adelantó, la “más letrada”, doña Teresa Morales, que
era “capaz de decirle cuatro verdades al padre
eterno”
(El Liberal, 10 de octubre de
1.908). Después de diez minutos de cálido y contundente alegato don Genaro se
rindió y decidió anular el aumento que había provocado la reacción de las
verduleras. Había triunfado el gremio de las mujeres luego de los “buenos
oficios” del ministerio. Esa mañana, “las
buenas señoras, satisfechas y rozagantes, hicieron su entrada triunfal al mercado cargadas de lechugas,
coliflores y repollos, sin restricción alguna”
(Ibídem)
La huelga había concluido
exitosamente. Sin embargo, a los pocos días el conflicto de mujeres se trasladó
al otro lado del río Dulce. El 13 de octubre, y a raíz del mal tiempo
imperante, las vendedoras del mercado de La Banda se negaron a pagar los
impuestos municipales por tratarse de un predio a cielo abierto, convertido en
un lodazal. El cobrador acudió de inmediato ante el comisario Cordero, y a los
pocos minutos el gremio de vendedoras integrado, en número de 40, fue a parar a
la comisaría. Al día siguiente, y como repercusión de la prisión de las
mujeres, fue puesto preso también el joven Pedro Bravo, uno de los propietarios
del periódico “El Pueblo”, de La
Banda, que había censurado la medida. Como respuesta, las vendedoras del
mercado decidieron realizar una manifestación de escobas el día 28, en contra
del intendente comisario. Ante el giro que iban tomando los acontecimientos, el
juez Pavesi liberó el 17 de octubre al periodista, hecho que fue recibido con
muestras de júbilo por toda la población. Inmediatamente se realizó una
entusiasta manifestación popular en apoyo a Pedro Bravo. Entre los
manifestantes figuraba u buen número de mujeres del gremio de vendedoras del
mercado. Como el comisario negó permiso para que la columna desfilase por el
lugar, la manifestación se hizo en la imprenta de “El Pueblo” que se llenó de gente de ambos sexos. Habló en
representación de las mujeres la Srta. Paz para “aplaudir el movimiento de opinión y la solidaridad del vecindario de La
Banda en defensa de las vendedoras expoliadas”.
(El Liberal). El movimiento
continuó en resistencia al pago del impuesto municipal de sisa, y hasta tanto
no les ofreciesen a las mujeres vendedoras una sombra o un reparo que las
protegiese de las inclemencias del sol y del tiempo. Del sitio llamado “mercado”, las mujeres se trasladaron al
centro socialista en manifestación, acompañadas de numerosos adherentes, que se
sumaban continuamente a su paso. Al regreso ya era un gran gentío y Cordero,
cohibido ante la unanimidad y la decisión del vecindario, no osó repetir la
prohibición a la columna que, después de desfilar, se detuvo a aplaudir una
media docena de discursos “con ají y
pimienta contralos pulpos que chupan el sudor del trabajo ajeno y no quieren ni
siquiera ofrecer una sombra para las mujeres que tienen que trabajar para sí y
para los burócratas que las esquilman”
(El Liberal, 19 de octubre de
1.908). La tensión aumentaba y las vendedoras se negaban a pagar el tributo de
sisa. Cordero, juez y parte (intendente municipal que aplicaba el impuesto a
cobrar y comisario de policía que conminaba el pago del mismo), ordenó al Sr.
Paz Pinto (ayudante) que si no pagaban en el acto, llevase presas a todas las
vendedoras. Éste se negó a cumplir, por falta de orden escrita. En respuesta,
comenzó a organizarse de inmediato una gran manifestación silenciosa con
escobas, para pedir el cambio de autoridades de La Banda. La presencia en la
ciudad del Dr. Manuel Alonso, el 20 de octubre, dio margen a una nueva
concentración. El viaje de Alonso respondía a un llamado del gremio de
vendedoras para que las representase en las gestiones tendientes a la eximición
del pago del impuesto. La columna de manifestantes, encabezada por las mujeres en
conflicto, se trasladó a “El Pueblo”,
en donde habla ron varios oradores. A las autoridades municipales se las acusó
de no preocuparse por el bienestar de la población y de que todas las entradas
invertían solamente para pagar $80 mensuales a un comisario cobrador de
impuestos, $50 al secretario “sin labor
de ninguna clase” y $60 o $70 al carrero que hacía mal el servicio de
limpieza. Alonso se entrevistó con Cordero y el secretario Irurzun para
discutir el tema que los convocaba, es decir la rebaja en los impuestos
municipales: de 10 centavos para los patrones y 25 para los vendedores
ambulantes en carritos, a 5 y 10 centavos, respectivamente. Finalmente se
arribó a un acuerdo para que se cobrase de la segunda forma, lo que importaba
un triunfo para las mujeres vendedoras, ya que el tributo de sisa quedaba
reducido más del doble. El 28 de octubre de 1.908 asumió por segunda vez la
gobernación de la provincia el Dr. Dámaso Palacio. Ese mismo día se anunció
oficialmente la construcción del mercado de La Banda. Las primeras huelgas de
mujeres, verduleras y puesteras de Santiago del Estero y La Banda, habían concluido
con un rotundo triunfo.
Fuente: www.academia.edu - Fundación Cultural
Santiago del Estero
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