En todos los órdenes de la existencia humana, fue siempre el
clima de la libertad donde se hicieron posibles las grandes y pequeñas gestas
de positiva utilidad para las colectividades. En nuestro país, recién de los
estados de anarquía y violencia pudieron ejecutarse grandes cosas. Entre éstas,
con posterioridad a Caseros, Urquiza declaraba la libertad de nuestras vías
fluviales, abriéndolas a la “navegación de todas las banderas del mundo”.
La información relacionada con este suceso, se difundió
inmediatamente. Y como primera consecuencia en 1853, arribaba a nuestro país
una cañonera norteamericana, denominada Water Wish, cuyo comandante era el
Comodoro Thomas Jefferson Page. Era -dicen las crónicas de entonces- un oficial
en la plenitud de sus energías -cuarenta y cinco años- y de carrera ya
cumplida. Oriundo de Shelly, estado de Virginia, nieto de John Page, gobernador
de dicho Estado, y por la línea materna del general Thomas Nelson, uno de los
firmantes del acta de la independencia.
Físicamente era uno de esos hombres rubios de elevada
estatura y contextura atlética, exactamente como aquellos que estamos
acostumbrados a ver hoy. Bien plantado, ágil de movimientos, pertenecía a esa
estirpe de hombres optimistas de que nos habla Emerson. Hombre encendido, de
generosas inquietudes, no venía como un turista. Le traían preocupaciones de
orden científico. Quería conocer e investigar la navegabilidad de los grandes y
pequeños ríos argentinos. No obstante las grandes dificultades que existían por
entonces en algunas regiones argentinas y en zonas limítrofes de otros países,
Page ejecutó casi totalmente su itinerario de viajes. El Paraná, el Paraguay,
el Bermejo, todos estos ríos y otros más abrieron sus entrañas bravías de
algunos de ellos, a los afanes de este expedicionario de la hermana del norte.
Y en julio de 1855, aquel joven comandante de la Water Wish -bruja de las
aguas- penetraba en el cauce de nuestro río Salado, poco conocido entonces.
Para esta expedición, según el capitán de fragata Teodoro
Caillet Bois, al ocuparse de Page, se arrendó el “Yerba”, vaporcito traído en
secciones de Norte América por una empresa comercial, y al que se armó en el
Tigre. El marino, además, creyó llegado el momento de desprenderse de su hijo,
internándolo por un año en el colegio de Concepción del Uruguay. La llegada de
la expedición a la capital santiagueña fue celebrada por las autoridades como
un acontecimiento auspicioso para el progreso de la provincia y page recibió
constantemente de ellas toda la ayuda posible.
Exploró los ríos Pilcomayo, Bermejo, Paraná y Uruguay en
1853. Escribió libros prestando grandes servicios ese eminente marino a nuestro
país, que debía ser cuna de sus nietos, así lo reconoció el general Mitre.
Y como tratamos de consignar hechos, vamos a seguir
reproduciendo la crónica de Caillet Bois. La exploración -agrega- se inició el
13 de julio de 1855 y la primera jornada se hizo con el gobernador y comitiva a
bordo. A las 25 millas del sinuoso trayecto pero a veinte escasas de la
capital, estaban ya en pleno país salvaje, sin vestigios de civilización,
abundando en cambio jaguares, guanacos, avestruces, carpinchos y demás
ejemplares de la fauna americana, sin contar manadas de potros en estado
salvaje.
Enterado -dice más adelante- de los propósitos de nuestro
explorador, el gobernador de Santiago del Estero, don Manuel Taboada, se
interesó grandemente en los trabajos, y facilitó para la empresa un bote de
seis metros de largo, que tenía en el río Dulce. Una carreta de bueyes fue la
encargada de trasladarlo en forma expeditiva al Salado, a cincuenta millas de
distancia. Además el general Taboada, hermano del gobernador, acompañaría a
Page con una escolta y se enviaban instrucciones a todas partes para auxiliar a
la expedición y sobre todo para deshacer los atascos de troncos que se formaban
naturalmente en varios puntos del río.
Las grandes crecidas del Salado, impidieron la terminación
de los trabajos. Y en enero de 1856, el comandante Page, llamado por el
gobierno de su patria, emprendía el regreso, después de tres años, más o menos,
que había iniciado la expedición.
Fte: Nota sin firma en el número del cincuentenario del
Liberal, del 3 de noviembre de 1948.
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