Artesano, músico y artista de reconocimiento internacional, Roberto Sily vive en el B° Jorge Newbery y es el hombre más sencillo que se pueda imaginar; al mismo tiempo, una fuente inagotable de anécdotas y experiencias. Conoció tres cuartas partes del mundo, pero decidió vivir en el Newbery. Esta es parte de su fantástica historia.
Era la hora de comer en casa de los Sily y el padre de
Roberto estaba enojado porque su hijo no dejaba de tocar el bombo. "¿Por
qué molestas tanto con ese bombo? ¡Ponete a estudiar...!" le dijo a su
hijo. Más tarde su madre le preguntó que estaba estudiando. "Cristóbal
Colon", fue la respuesta de Roberto, y agregó: "Como este tipo, yo
voy recorrer el mundo tocando el bombo". Don Sily se enojó y le pego una
paliza memorable. Así empieza el romance de
Sily, con sus bombos y el mundo. Artesano, músico y artista
de reconocimiento internacional, Roberto Sily vive en el B° Jorge Newbery y es
el hombre más sencillo que se pueda imaginar, al mismo tiempo, una fuente
inagotable de anécdotas y experiencias.
"Esto lo aprendí viviendo en el campo. La Puerta del
Jardín, donde vivía mi abuela y un peón, hacia tinajas de palo borracho.
Entonces se me ocurrió que podía hacer un bombo. Lo hicimos. Era muy pesado y
había que levantarlo entre cinco. Era chango chico, 12 o 13 años... eran cosas
de hurgueto", relata Sily.
En su familia se tocaba guitarra y violín, por eso Roberto
lleva la música en sus venas, y el ritmo, obviamente.
Habla de su pasado con alegría de niño: "Desde muy chico
era andarín. Me gustaba la noche. A los 15 años era músico de cabaret.
Falsificaba los permisos que los firmaba el placero".
Por aquellos años el pequeño Roberto tocaba la batería en distintos grupos. Hacía
uso de su condición natural para las cuestiones rítmicas de la música, hasta
que llegó su gran momento junto a Hugo Díaz, en pantalón corto y descollando
con su bombo.
VIAJANTE INCANSABLE
Pero su travesía más grande fue en el año '70, cuando viajó a
escondidas -en tren- a Buenos Aires con "Las trincheras
santiagueñas", un grupo de folklore. Se trajo una medallita. "En
conclusión -dice Roberto- y volviendo a lo de Cristóbal Colon, llevo recorridas
tres cuartas partes del mundo".
Oriente, Europa, el norte y centro de América son algunos de
los lugares que visitó.
Pero no solo de viajes vive el artesano... Sily es un
creador, tal vez el escalón que le sigue al simple "hurgueto".
Nacieron de él el 'sacha bombo, la tumba india y hasta el bombo cuadrado,
invención por la que tiene jugosas ofertas de fabricantes de baterías del
Japón.
Además, Roberto agiornó al bombo tradicional. "Había
cosas que no se podían hacer. Empecé a utilizar barniz cuando era una cosa de
terror y hoy todos bamizan. Me decían que las argollas eran extranjeras... con
la suerte que tuve de viajar pude conocer mucho y comprobar cosas, sonidos.
Muchos dicen que el bombo viene del tambor español, pero yo
estoy seguro que procede de África, de los negros".
Sily viajó por primera vez a África en 1980. Había muchos
problemas en aquella época por el racismo y el apartheid. "Yo solo quería
ir por la música. Al final fuimos cinco argentinos y trajimos tres primeros
puestos compitiendo con 29 países. Era la primera vez que viajaba en avión,
íbamos semi asustados (sic), pero lo que más asustaba era la diferencia de
horario. Los días parecían mas largos y teníamos poco tiempo para dormir la
siesta", rememora entre risas.
Sily admira todo 114 que conoció, en tierras lejanas, pero su
profundo amor por su monte es el que lo humedece los ojos de emoción. El monte tiene
algo. Esa tranquilidad, hay un contraste con la locura que conocí en Japón. El
amanecer, buscar la planta, el árbol..."
Tanto le impresionó lo que vio, abundante tecnología, que
durante la segunda visita a Japón Roberto se enfermo y necesito ayuda
psicológica. "Quería abandonar todo, estuve seis meses. En ese momento,
año '85, cobraba 1500 dólares quincenales y hoy tengo una propuesta para
volver. A ellos no les entra en la cabeza que un hombre esté con una barreta o
un fierro cavando un bombo, si ellos con láser cortan la madera del grueso de
un cabello. Pero admiran tu trabajo”.
Contagia la energía del artista- artesano, se mueve de aquí
para allá, busca fotos, husmea en sus recuerdos. En algún momento revela el
instrumento de percusión que le regaló el brujo de una tribu zulú africana,
para después enseñar una foto firmada por la "Negra" Sosa, más flaca
que se haya visto. Es del '78.
DE JACKSON A SUMMER
"Tuve la suerte de tocar con los monstruos mas grandes:
Ariel Ramírez, Domingo Cura, Jaime Torres, Mercedes Sosa, Lito Vitale... En Japón
conocí a un tal Michael Jackson, que ni sabía quien era, y también a una negra
que se llamaba Donna Summer. Cuando vine aquí no conseguía el disco de ella porque
yo pedía el de Dora Saner. Me acordaba de una vecina, Dora".
Donde no la pasó tan bien fue en Colombia, un hombre de
negocios lo llevó a vender los bombos y lo dejó abandonado. "No tenia los
bombos ni plata ni pasaporte ni ropa. Me dejaron en el aeropuerto. Demoré
cuatro meses para volver a pie, en burro, en bicicleta. El último tramo vine de
Salta en un camión con azúcar hasta Tucumán. Eso quiero que sepan los artesanos
para cuando los quieran llevar que pidan pasajes de ida y vuelta; que no se
vayan así nomás".
Le preocupa la situación del artesano local. "No tengo
una venta masiva de bombos, yo vivo con los mismos sobresaltos que cualquiera.
Me falta para la nafta, para comer. Después de haber hecho tanto, no puedo
terminar en el Parque Oeste debajo de una chapa.
No quiero desprestigiar, pero si van a hacer una cosa buena
con los artesanos que les den un buen lugar donde dignamente puedan tener sus
trabajos, un lugar seguro donde no le roben y no tener que estar sacando las
cosas. Que nos faciliten a los que trabajan con las manos, evitarles la
burocracia para no caer en manos de algún pulpo que te quite las cosas".
Cada anécdota que sale de su boca es saboreada totalmente.
Vuelve a vivirlas al contarlas. Son marcas que han quedado para siempre en su
alma de artista.
Quizás en este momento Roberto Sily se encuentra rumbo al
monte adorado, montado en la vieja motocicleta que lo acompaña desde hace años
y pensando en el árbol que llamará su atención para crear un bombo y así, al
ritmo de la chacarera o de una danza africana, mezclarse con esa naturaleza de
la que ya es parte.
"Santiago tiene sus misterios esa soledad... puedo
asegurar que teniendo todo lo que pueda tener en otro lugar, yo me volvía",
afirma. Lo dice de verdad.
Por Maximiliano Rodriguez / Fuente: NOTIEXPRESS (Año 2004)
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