El Clima en Santiago del Estero

19/1/23

LAS ESTANCIAS. LAS SALAS

 Por Arq. Roberto R. Delgado


Sí, Santiago y el santiagueño se formaba en otro lado. Fue pasando de la pubertad a la madurez sobre los antiguos asentamientos indígenas, junto a los dos ríos que cruzan la provincia el Dulce y el Salado (Mishky Mayu y Cachi Mayu en quichua).

Los dos ríos tienen características particulares y distintas, se dijo que Santiago "es ser el paisaje". Estos ríos definieron el carácter del santiagueño. El Dulce es el clásico río de llanura, cuando no es período de lluvia casi desaparece Una extensa playa indica que por ahí pasa agua, nada más, algún albardón (montículo) cada tanto, indicará la entrada de la "zanja" o cañadón que terminará en una laguna o bañado. Estas zanjas y bañados son durante la mayor parte del año de un "verdor" increíble, hasta flores silvestres, que lo hacen verdaderas praderas de pastoreo. Cuando llega el verano, con las lluvias, es otra cosa, el bramido del gran caudal espantará al más porfiado, se verá pasar dentro de los turbios remolinos, añosos árboles como si fueran de papel. La prudencia aconseja retirarse para los "altos". Cambia constantemente su cauce, una vez azota a la derecha otra a la izquierda, recorriendo una variada geografía: entre cañadas, saladillos y montes fundamentalmente de maderas blandas: talas, seibos, anckochis, etc.

El Salado, un río angosto, profundo, de orillas arcillosas, surca en su mayor parte por un bosque agreste. En períodos de creciente forma laberintos de enredaderas y plantas pará- sitas. Al igual que el Dulce cuando las aguas se retiran en época de poca lluvia, las márgenes son ideales para el cultivo y el pastoreo.

Veremos al santiagueño que no es ajeno a la influencia de estos ríos: el Dulceño, manso, altivo, de mirada lejana, de un andar casi elegante y de modales de un "bien portao". El otro, el Shalako (de la orilla del Salado) un poco "retacón" de tanto andar agachado por los montes. Dirán, ladino, pero valiente como el tigre.

Durante la conquista se establecieron las Encomiendas, botines de guerra que adquirían capitanes y caballeros por sus servicios a la corona, donde el dueño o "encomendero". Cometía las injusticias más graves a indígenas o encomendados; ante tamaña barbarie los jesuitas crearán las "reducciones" con el propósito de redimirlos. Ambas desaparecieron con el tiempo por razones diversas.

A fines del siglo XVI se fueron formando las Estancias que de alguna manera suplieron la función de los anteriores, pero con la particularidad de gran familia, donde había un protector y protegidos, donde todo sistema feudal no existia, Era una perfecta unidad económica auto sustentada, un pueblo disperso, auto protegido e independiente. Al protector se lo llamó "patrón".

Las estancias se ubicaron próximas a los dos ríos. El Dulce y el Salado se constituyeron en los mejores vecinos de estas verdaderas colonias,

Las del Salado, no menos de 400 a lo largo de la costa, poseían como avanzada defensiva fortines: Inquiliguala, Calarax, Chincho, Lasco, Higuerillas. De renombre en esos lares, eran las estancias de los descendientes de Pedro Díaz de Figueroa, Juan de Figueroa y Figueroa de Mendoza. Con el tiempo fueron famosas las de don Leandro Taboada y la de don Felipe Matias Ibarra y doña María Antonia de la Paz y Figueroa (progenitores del brigadier Felipe Ibarra).

Similar cantidad había a lo largo del Dulce, desde Tomagasta (hoy Tuama) al sur. Las más importantes pertenecían a los sucesores de Francisco de Avendaño y Valdivia y de don Bartolomé Hernández.

Ese era el verdadero Santiago donde se consolidaba una nueva cultura y el quichua era lengua corriente. Leyendas, danzas y música contarán y cantarán al variado paisaje, de allí saldrá el ganado y la tropa de caballos para los Ejércitos de la Independencia, serán esos los montes de pastura para las mulas del Potosi,

La Estancia es "un vasto taller donde se organizaron todas las industrias al amparo generador de la riqueza agrícola y pastoral, que proveía de cueros, de lanas, de leche, de carnes, de granos, de algodón y de frutas, en digna competencia con la naturaleza inmensamente pródiga de maderas, de cera, de miel, de aves, peces y otros animales de la selva (Orestes Di Lullo).

Otro establecimiento similar a la Estancia era la Sala, construcción que se destacaba en un establecimiento cuya actividad principal era la cría de ganado. I

Estaban retiradas de los ríos, por lo que necesitaba otro tipo de infraestructura: represas, corrales, depósito de forrajes, etc. Las salas se ubicaron en el sector oeste de la provincia y su data se remonta a fines del siglo XVIII. Era una construcción de envergadura, de predominio longitudinal y techo a dos aguas en la mayoría de los casos. Altas paredes perimetrales de adobe sin aberturas salvo en el frente y contrafrente. Se componian de un gran salón, por eso el nombre de Sala, con un local en ambos extremos destinado a dormitorio o escritorio. Las más renombradas fueron las de las familias Montenegro, Beltrán, Barrionuevo, Gómez y Gómez e Infantes.

Desde el punto de vista técnico, las construcciones de las Estancias tenían una estructura independiente de troncos de madera (quebrachos colorado y blanco) que soportaba un entramado de techo también de madera, formando una empalizada cubierta de barro a manera de revoque. La construcción de la Sala era distinta, sobre una plataforma sobreelevada se levantaban muros de adobe o ladrillos que portaban el techo. Sólo el interior de los muros eran revoca- dos con barro o mezcla con cal.

El santiagueño de antaño supo gustar de las cosas coloreadas en todo lo que es intimo y de mucho afecto: las prendas de vestir; su cobija para dormir así como los aperos de sus caballos; los utensilios de comer, tinajas para agua, urnas funerarias, etc.. Debido a ello conoció el arte de extraer y preparar colores de las plantas de su entorno. Obtenía la gama de amarillos del chañar, aguaribay, balda, amor seco, molle, etc. Los rojos de las pencas, piquillin, flor de verdolaga, sauce, etc. Los blancos y grises de la algarroba de tusca, púnua, atamisqui, etc. El negro del algarrobo blanco, churqui, mistol, etc. Del quebracho colorado el color plomo y rojo moreno. De los liquenes, el crema.

El color café, del tala. De los gajos de la jarilla el verde y así muchos otros colores "para según la ocasión".

De la observación de taperas y antiguas construcciones derruidas del interior de la provincia, hace presumir que en las edificaciones de las Salas y las Estancias, los muros perimetrales tanto exteriores como interiores, eran pintados perdiéndose con el tiempo, o bien, porque el "extranjero" que se radicó en estas tierras usó los colores claros del Mediterráneo. Por imitación quizás, el santiagueño los adoptó. También esto se puede constatar en el uso del color rosado en el periodo colonial, obtenido de secar la sangre de tore, hidratarla con orina como mordiente y espesarla con aguas a la cal o arcillas tamizadas, procedimiento atípicos en esta zona.

¿Por qué la importancia de estas construcciones?. Porque permitió una evolución inmediata de los hogares arcaicos creando el origen de nuestra vivienda autóctona: el rancho. Producto cultural de estos lugares hecho con elementos de un contexto donde quien lo realiza se adapta fisiológica y tecnológicamente a esa realidad. Además esta tecnología fue transferida a las primitivas construcciones de la ciudad, que basta un poco de imaginación para suponer cual era la imagen de la urbe de entonces.

Nota relacionada: LAS SALAS EN LA CIUDAD

Fuente: Santiago del Estero. Recorrido por una ciudad Histórica


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