Por Arq. Roberto R. Delgado
Sí, Santiago y el santiagueño se formaba en otro lado. Fue pasando de la pubertad a la madurez sobre los antiguos asentamientos indígenas, junto a los dos ríos que cruzan la provincia el Dulce y el Salado (Mishky Mayu y Cachi Mayu en quichua).
Los dos ríos tienen características
particulares y distintas, se dijo que Santiago "es ser el paisaje".
Estos ríos definieron el carácter del santiagueño. El Dulce es el clásico río
de llanura, cuando no es período de lluvia casi desaparece Una extensa playa
indica que por ahí pasa agua, nada más, algún albardón (montículo) cada tanto,
indicará la entrada de la "zanja" o cañadón que terminará en una
laguna o bañado. Estas zanjas y bañados son durante la mayor parte del año de
un "verdor" increíble, hasta flores silvestres, que lo hacen
verdaderas praderas de pastoreo. Cuando llega el verano, con las lluvias, es
otra cosa, el bramido del gran caudal espantará al más porfiado, se verá pasar
dentro de los turbios remolinos, añosos árboles como si fueran de papel. La prudencia
aconseja retirarse para los "altos". Cambia constantemente su cauce,
una vez azota a la derecha otra a la izquierda, recorriendo una variada geografía:
entre cañadas, saladillos y montes fundamentalmente de maderas blandas: talas,
seibos, anckochis, etc.
El Salado, un río angosto,
profundo, de orillas arcillosas, surca en su mayor parte por un bosque agreste.
En períodos de creciente forma laberintos de enredaderas y plantas pará- sitas.
Al igual que el Dulce cuando las aguas se retiran en época de poca lluvia, las
márgenes son ideales para el cultivo y el pastoreo.
Veremos al santiagueño que
no es ajeno a la influencia de estos ríos: el Dulceño, manso, altivo, de mirada
lejana, de un andar casi elegante y de modales de un "bien portao".
El otro, el Shalako (de la orilla del Salado) un poco "retacón" de
tanto andar agachado por los montes. Dirán, ladino, pero valiente como el
tigre.
Durante la conquista se
establecieron las Encomiendas, botines de guerra que adquirían capitanes y
caballeros por sus servicios a la corona, donde el dueño o
"encomendero". Cometía las injusticias más graves a indígenas o
encomendados; ante tamaña barbarie los jesuitas crearán las "reducciones"
con el propósito de redimirlos. Ambas desaparecieron con el tiempo por razones
diversas.
A fines del siglo XVI se
fueron formando las Estancias que de alguna manera suplieron la función de los
anteriores, pero con la particularidad de gran familia, donde había un
protector y protegidos, donde todo sistema feudal no existia, Era una perfecta
unidad económica auto sustentada, un pueblo disperso, auto protegido e
independiente. Al protector se lo llamó "patrón".
Las estancias se ubicaron
próximas a los dos ríos. El Dulce y el Salado se constituyeron en los mejores
vecinos de estas verdaderas colonias,
Las del Salado, no menos de
400 a lo largo de la costa, poseían como avanzada defensiva fortines:
Inquiliguala, Calarax, Chincho, Lasco, Higuerillas. De renombre en esos lares,
eran las estancias de los descendientes de Pedro Díaz de Figueroa, Juan de
Figueroa y Figueroa de Mendoza. Con el tiempo fueron famosas las de don Leandro
Taboada y la de don Felipe Matias Ibarra y doña María Antonia de la Paz y
Figueroa (progenitores del brigadier Felipe Ibarra).
Similar cantidad había a lo
largo del Dulce, desde Tomagasta (hoy Tuama) al sur. Las más importantes pertenecían
a los sucesores de Francisco de Avendaño y Valdivia y de don Bartolomé
Hernández.
Ese era el verdadero
Santiago donde se consolidaba una nueva cultura y el quichua era lengua
corriente. Leyendas, danzas y música contarán y cantarán al variado paisaje, de
allí saldrá el ganado y la tropa de caballos para los Ejércitos de la
Independencia, serán esos los montes de pastura para las mulas del Potosi,
La Estancia es "un
vasto taller donde se organizaron todas las industrias al amparo generador de
la riqueza agrícola y pastoral, que proveía de cueros, de lanas, de leche, de
carnes, de granos, de algodón y de frutas, en digna competencia con la
naturaleza inmensamente pródiga de maderas, de cera, de miel, de aves, peces y
otros animales de la selva (Orestes Di Lullo).
Otro establecimiento similar
a la Estancia era la Sala, construcción que se destacaba en un establecimiento
cuya actividad principal era la cría de ganado. I
Estaban retiradas de los ríos,
por lo que necesitaba otro tipo de infraestructura: represas, corrales,
depósito de forrajes, etc. Las salas se ubicaron en el sector oeste de la
provincia y su data se remonta a fines del siglo XVIII. Era una construcción de
envergadura, de predominio longitudinal y techo a dos aguas en la mayoría de
los casos. Altas paredes perimetrales de adobe sin aberturas salvo en el frente
y contrafrente. Se componian de un gran salón, por eso el nombre de Sala, con
un local en ambos extremos destinado a dormitorio o escritorio. Las más
renombradas fueron las de las familias Montenegro, Beltrán, Barrionuevo, Gómez
y Gómez e Infantes.
Desde el punto de vista
técnico, las construcciones de las Estancias tenían una estructura
independiente de troncos de madera (quebrachos colorado y blanco) que soportaba
un entramado de techo también de madera, formando una empalizada cubierta de
barro a manera de revoque. La construcción de la Sala era distinta, sobre una
plataforma sobreelevada se levantaban muros de adobe o ladrillos que portaban
el techo. Sólo el interior de los muros eran revoca- dos con barro o mezcla con
cal.
El santiagueño de antaño
supo gustar de las cosas coloreadas en todo lo que es intimo y de mucho afecto:
las prendas de vestir; su cobija para dormir así como los aperos de sus caballos;
los utensilios de comer, tinajas para agua, urnas funerarias, etc.. Debido a
ello conoció el arte de extraer y preparar colores de las plantas de su
entorno. Obtenía la gama de amarillos del chañar, aguaribay, balda, amor seco,
molle, etc. Los rojos de las pencas, piquillin, flor de verdolaga, sauce, etc.
Los blancos y grises de la algarroba de tusca, púnua, atamisqui, etc. El negro
del algarrobo blanco, churqui, mistol, etc. Del quebracho colorado el color
plomo y rojo moreno. De los liquenes, el crema.
El color café, del tala. De
los gajos de la jarilla el verde y así muchos otros colores "para según la
ocasión".
De la observación de taperas
y antiguas construcciones derruidas del interior de la provincia, hace presumir
que en las edificaciones de las Salas y las Estancias, los muros perimetrales
tanto exteriores como interiores, eran pintados perdiéndose con el tiempo, o
bien, porque el "extranjero" que se radicó en estas tierras usó los
colores claros del Mediterráneo. Por imitación quizás, el santiagueño los
adoptó. También esto se puede constatar en el uso del color rosado en el
periodo colonial, obtenido de secar la sangre de tore, hidratarla con orina
como mordiente y espesarla con aguas a la cal o arcillas tamizadas,
procedimiento atípicos en esta zona.
¿Por qué la importancia de
estas construcciones?. Porque permitió una evolución inmediata de los hogares
arcaicos creando el origen de nuestra vivienda autóctona: el rancho. Producto
cultural de estos lugares hecho con elementos de un contexto donde quien lo
realiza se adapta fisiológica y tecnológicamente a esa realidad. Además esta
tecnología fue transferida a las primitivas construcciones de la ciudad, que
basta un poco de imaginación para suponer cual era la imagen de la urbe de
entonces.
Nota relacionada: LAS SALAS EN LA CIUDAD
Fuente: Santiago del Estero.
Recorrido por una ciudad Histórica
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