Parte III
Las provincias atravesadas por el Salado apoyaron en todo momento la obra de Rams, como en su oportunidad lo hicieron con Page. Santa Fe promulgó una ley que concedía a la empresa tierras para la colonización de las costas saladeñas¹6. Santiago, una vez comenzada la explotación cedería cien leguas cuadradas con el mismo objeto, y la provincia de Salta comisionó al doctor Pablo Saravia para que procediera a construir un camino, que desde Miraflores uniera el Salado con el Bermejo.
Pero Rams, no obstante las franquicias
estatales recibidas y el apoyo de las provincias no contaba con el capital
necesario para seguir adelante con sus proyectos. Viaja a Europa, en busca de
apoyo financiero, y en el viejo mundo hizo editar un folleto en francés, casi
desconocido entre nosotros, con el fin de publicitar a su empresa. Traduciremos
algunos párrafos del mismo, que son realmente curiosos. El título era:
Compagnie de Navigation a Vapeur du Rio Salado. Veamos la integración del
Consejo Directivo de esta sociedad en comandita que giraba bajo la razón social
de Esteban Rams y Cía. Aparte del propio Rams, lo integraban Norberto de la
Riestra, Ministro de Hacienda de la Confederación; Constantino de Santa Mana,
comerciante de Buenos Aires; doctor Nicanor Molina y Ramos Puig. de Paraná; y
Domingo Crespo y José Cullen, de Santa Fe. Se describía al Salado de la
siguiente manera:
«El Rio Salado, situado al norte de la
Confederación Argentina es navegable sobre un recorrido de más de 1.500 kilómetros desde la ciudad de Santa Fe hasta la provincia de Salta. En
comunicación con el Atlántico por el Paraná y el Río de la Plata, desde Santa
Fe, el Salado atraviesa las provincias de Santa Fe, Tucumán y Salta, y las pone
en comunicación con el sur de Bolivia. Este río servirá también para el
transporte de los productos de la provincia de Jujuy, situada sobre su costa
izquierda; y los de la muy rica de Catamarca, sobre su costa derecha».
Como podemos apreciar el
redactor del folleto no era muy entendido en geografía argentina, como tampoco
lo eran los destinatarios del mismo. Alberdi, embajador argentino en Francia,
se sintió inmediatamente atraído por el proyecto de Rams, y se inhibió de
separar de su cargo de cónsul argentino en París, a don Pedro Gil, gestor de la
empresa de Rams, por las dificultades que esa medida ocasionaría en la marcha
del proyecto. Así lo comunicaba el ilustre tucumano, al Ministro de Relaciones
Exteriores de la Confederación, en carta enviada el 24 de marzo de 1861.
De regreso a Santa Fe, Rams
prepara una nueva expedición. Invita a participar en ella a destacados
personajes, como el cónsul británico en Rosario, quien reseñó sus impresiones
en una interesante descripción, y que estaba interesado en investigar «si
realmente el algodón silvestre crecía en muchos miles de acres como se había
informado, en varias comunicaciones a la Asociación Abastecedora de Algodón de
Manchester. Estaba también encargado de averiguar la manera más conveniente de
recoger y llevar a Inglaterra ese algodón, inquiriendo si había escasez de
trabajo, u otra cualquier causa en el distrito>> 19.
La expedición, si bien tenía
por objeto probar la navegación del rio, sería realizada esta vez por la costa.
Salió del Hotel de Comercio de Santa Fe el 9 de noviembre de 1862 y pasaron sin
ninguna dificultad por Esperanza, el Valle de la Soledad, y llegaron a Monte
Aguara donde se detuvieron cuatro días a los fines de que el Ingeniero Cook,
fue enviado por el Banco Maua de Río de Janeiro, estudiara este paraje, dentro
del territorio santiagueño. De Monte Aguará regresaron a Esperanza y de esta
Colonia se dirigieron a Gramilla, donde nuevamente esperaron al ingeniero Cook
que terminara con sus investigaciones en el estero de El Bracho.
Y de allí todos juntos se
dirigieron a Matará donde terminaron la expedición. Rams, en Santiago, con el
apoyo de los Taboada y el concurso de los ingenieros Guillermo Cook, C. Albeck
y Juan Hildebrand, preparaban los proyectos para la canalización del río en el
tramo del Bracho viejo, y en ese lugar el 25 de diciembre de 1863, una
distinguida concurrencia, se dio cita, llena de fervor y optimismo, para
inaugurar las obras de «Canalización, desmonte y limpieza del antiguo cauce del
río Salado”20, Dio comienzo el acto el vicario de la provincia, presbítero
Sebastián de Jesús Gorostiaga, bendiciendo las obras y después, el padrino del
acto, el gobernador Taboada:
"...dio
el primer azadonazo dentro del mencionado cauce, y el primer hachazo a uno de
los árboles que allí había, continuando de la misma manera los demás presentes,
se cantó un Tedeum invocando la protección del altísimo para la consecución de
un fin que significa e importa la vida moral y física, no sólo de esta
provincia, sino también de todas las del interior>>21
El gobernador Taboada, el
senador Borges y el vecino Remigio Carol que usaron de la palabra recalcaron la
gran importancia de la obra, al igual que empresario Rams, que agradeció a
todos, «asegurando
que no descansaría hasta ver surcadas las aguas del Salado por el vapor, que es
el precursor de la civilización, de la riqueza y del bienestar de todo el país»22
MUERTE DE ESTEBAN RAMS Y
RUPERY
Rams, a fines de 1865 firma
con el gobernador de Santa Fe, representado por el Ministro Juan del Campillo,
un plan de colonización de las costas del río Salado, en el que se comprometía
a establecer en dichas colonias de tres mil a cinco mil familias extranjeras.
El gobernador Nicasio Orono le había facilitado todos los medios necesarios
para llevar adelante esta tarea, pero el valiente empresario encuentra la
muerte, víctima del cólera, el 17 de abril de 1867, en los momentos precisos en
que al frente de los vapores «Rosario» y «Ventura» y las chatas «Rudecinda» y «<San
José»,
cargadas de poderosos elementos destinados a remover del río los obstáculos que
impedían la navegación, se proponía coronar la obra por cuya realización tanto
tiempo había suspirado en vano23. Con la muerte de Rams, no sólo terminó la
vida de un gran visionario y patriota argentino. Terminó con él una idea que de
ninguna manera era quimérica. Murió Rams con el pleno convencimiento de que el
Salado era navegable: «tengo la certidumbre de poder asegurar a
V.E. que en el mes de julio del próximo año subirá sin tropiezo alguno hasta
este punto (El Bracho) y si se forma a la Compañía este año en Inglaterra (como
espero) desde luego le puedo afirmar que en 1868 llegare con mi vaporcito a
Matará y Sepulturas “24.
OTROS PROYECTOS DE
NAVEGACIÓN DEL SALADO
Después de la muerte de
Esteban Rams hubo algunas voces aisladas, que desde el Congreso Nacional o bien
desde el periodismo en Santiago del Estero, propugnaban retornar a los viejos
anhelos de encontrar una vía de comunicación hacia el Paraná, a través del
Salado. El ingeniero Jesús Fernéndez, en un artículo publicado en el órgano del
Centro Nacional de Ingenieros durante el año 1899 realizaba un interesantísimo
que estudio socioeconómico sobre la canalización y navegación del Salado desde
Icaño (Santiago del Estero) al sur y su alimentación por medio del río Dulce desde
Estación Salavina.
También Alejandro Gancedo, a
fin del siglo XIX, presentaba al Congreso el proyecto del canal navegable desde
Santiago del Estero al río Paraná, en un trayecto de más de quinientos
Kilómetros, al igual que el proyecto presentado en el año 1899 al Congreso
Nacional por los señores Dutilloy y Cia. sobre un canal navegable que partiendo
desde un punto cualquiera de Santiago del Estero llegaría hasta la laguna de
Coronda en Santa Fe. Este último proyecto, a pesar de la opinión favorable de la
Inspección de Obras Hidráulicas de la Nación a cargo del ingeniero Baravino ni
siquiera fue tratado.
CONCLUSIÓN
Sólo habían pasado escasos
siete años de la muerte de Rams y Rupert y el proyecto de navegación del Salado
moría irremediablemente. El «progreso bajo las formas del ferrocarril ingresaba por
territorio santiagueño. La suerte había sido echada de antemano, por el capital
inglés y sus aliados nativos al condenar a Santiago a ser la productora de los
miles de kilómetros de durmientes para las vías férreas y los postes para los
alambradas divisorios de las grandes estancias de la pampa húmeda, aprovechando
sus interminables quebrachales.
De esta manera Matará, El
Bracho, Suncho Corral, Icaño, Аñatuya y los pueblos del gran Chaco, no serían ya los
grandes puertos sobre el Salado, puntos de embarque de los productos extraídos
de los fértiles valles por donde este río cruza. Ni tampoco se convertirían en
las grandes ciudades industriales, con modernos astilleros que aprovecharían
los inmensos bosques seculares, como lo había hecho antes el baqueano Lino
Belbey, para construir una gran flota fluvial que comunicaría a través de los
ríos del gran Chaco a las «provincias pobres» del interior y a nuestras
hermanas americanas de Bolivia y el Paraguay con el litoral atlántico.
Por el contrario. Se
fundarían nuevas ciudades a la vera del ferrocarril. Se aislaría con el trazado
de las vías férreas a la capital y a las tradicionales poblaciones. Los
antiguos pobladores, atraídos por la «ilusión del bosque»,
abandonarían sus hábitos agrícolas-pastoriles para internarse en los obrajes.
Sobrevendría la explotación forestal y la devastación más inicua e irracional
que conoce la historia de los bosques del Chaco santiagueño y con ella, poco a
poco, como en una lenta <<agonía» al decir de Orestes Di
Lullo, la muerte de los «viejos pueblos>>.
Comprender la historia
pasada es también poder analizar el presente y de esta manera tratar de
elaborar y construir nuestro porvenir. Pero, ¿alguien cree, todavía, el
pensamiento de Alberdi, Vicente Quesada, Mariano Fragueiro, Manuel Leiva, Jesús
Fernández y Alejandro Gancedo sobre el futuro de Santiago del Estero y de las
provincias interiores es cosa perteneciente al pasado?
La canalización y navegación
del Salado y del Bermejo, así como el aprovechamiento integral de las aguas del
Paraguay y del Uruguay, entrelazándonos fraternalmente con Bolivia, Paraguay y
Brasil, no es historia pasada, es el presente más inmediato y la clave del
futuro y también la posibilidad concreta de recorrer nuevamente el camino
trazado por San Martín, Artigas y Bolívar.
Fuente: Libro "Hacha y Quebracho" de Raul E. Dargoltz
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