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23/10/21

La respiración de la música

 

Hugo Díaz tenía cinco años cuando, mirando a unos chicos que jugaban al fútbol en un baldío de Santiago del Estero, recibió un pelotazo que lo dejó ciego durante más de un año. A través de la ventana abierta de la habitación donde convalecía, la música que llegaba, llegaba más. Fue por entonces que sus padres le regalaron la primera de las armónicas que haría sonar serena o apasionadamente, turbulenta por momentos, en palabras de Adriana Estévez.

Hugo era el armonicista de la primera orquesta folklórica del país, dirigida por el maestro Leopoldo Bonell, cuando, con tan solo nueve años, subió por primera vez al escenario para tocar junto a Los Ckari Huainas, en una actuación que estaba siendo emitida por la radio. Ocho años después, en 1944, debutaba en la confitería Hurlingham de Buenos Aires. Al año siguiente, formaba su primer conjunto, integrado por su esposa Victoria Cura como cantante; su cuñado, el percusionista Domingo Cura; y los guitarristas José Jerez, Julio Carrizo y Nelson Murúa (quienes lo acompañarían en sus actuaciones en la confitería Ruca).

Así lo recuerda, por entonces, Héctor Migliano: “Calle Corrientes, año 1950. La noche rutilante y el folklore nativo empezaban a encontrarse en el vértigo de la ciudad cosmopolita. Guitarras y voces de la tierra comenzaban a calar en la sensibilidad del porteño, a volverle el corazón y la mirada, a despertarle el oído con una simbólica palmada fraternal en el hombro. La desaparecida confitería Ruca, de Corrientes al 1300, fue uno de los tablados pioneros que dieron cabida al malón musical que llegaba de tierra adentro. Noche a noche, renovadas multitudes se agolpaban en el salón, inclusive en las veredas, para escuchar con religioso silencio a un muchacho santiagueño que tocaba la armónica. Era Hugo Díaz que se atrevía a Buenos Aires con un nuevo matiz de profundo sentido musical”.

Hugo no pasó desapercibido para la gente del sello TK, que produjo su primer disco y al que siguieron los que grabaría para Odeon y RCA. Su armónica, que no tenía inconvenientes en volar y desvariar en medio de una canción tradicional, echaría al viento nuestro folklore en los mejores escenarios de Colombia, Venezuela, Méjico, Portugal, España, Italia, Francia, Inglaterra, Austria, Alemania, Suiza, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia y Grecia. En Estados Unidos tocaría junto a Louis Armstrong y Oscar Peterson. Tras una actuación en Leverkusen, Alemania, la Casa Hohner, fabricante de las armónicas que empleaba, puso al santiagueño en la galería de retratos de los más grandes intérpretes del instrumento que la firma tenía en su sede central. En Bélgica conoció a Toots Thielemans y Larry Adler, grandes de la armónica, si los hay. Waldo de los Ríos lo invitó a grabar con él; en Milán, actuó en la Scala junto a Renata Tebaldi y Mario Del Mónaco, figuras de renombre en el canto lírico.

Cuenta Hugo Marcelo Cejas de su regreso: “Así, después de una vida agitada, vuelve al pago y no es fácil, una vez pasada la primera excitación de la llegada. No será lo mismo conformarse con lo cotidiano, volver a una vida rutinaria, tolerarse y tolerar la exagerada y abrupta caída desde el cielo. Hugo se ríe por fuera pero no será fácil, ya que las posibilidades se limitan en trabajo. El talento prueba el sabor amargo y riguroso de sentir el dolor, la parálisis, de la rutina en lugares nocturnos, hablando de lo que fue, aguantando, resistiendo. Aún habría un obra grabada, de excelentes frutos. El manantial deja brotar canciones como la que hace con Ariel Petroccelli, aquélla ´Zamba del ángel`”.

Es por entonces que reúne a una de sus más recordadas formaciones, con Domingo Cura en percusión, Mariano Tito en vibráfono, Kelo Palacios en guitarra, Eduardo Lagos y Osvaldo Berlingieri en piano, Oscar Alem en bajo, y Eduardo Ávila en quena (para muestra, basta. “Mi armónica y yo”, grabado para el sello RCA). En 2007, treinta años después de su fallecimiento (ocurrido un 23 de octubre de 1977, en Buenos Aires), se estrenó “A los cuatros vientos”, un película sobre su vida y obra dirigida por Albert Larran. Ese mismo año, el director austríaco Stefan Ruzowitzky presentó “Los falsificadores”, filme cuya banda sonora incluye varios de sus temas.

Fuente: www.diarioalfil.com.ar

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