Nachi Gómez, es por sí mismo una acentuada evocación de nuestro folklore bailable y musical. Es, sin disputa, el santiagueño que más intensamente lo ha vivido. Desde los días inmediatos postcoloniales, Nachi era ya un “chango” a quien arrastraba insensiblemente el baile y el canto popular. En una visión retrospectiva, fugaz y llena de color, nos refiera Nachi sus andanzas de cantor, de bailarín y de músico.
Tenía apenas
–dice Nachi- 13 años cuando un hombre como de treinta me desafío a un
“malambo”. Yo bailaba descalzo. No tenía zapatos. Así “chaquin ya talla” –con
los pies al campo- dice en quichua, me presente. Le gane fácilmente. Sabía yo,
muchas mudanzas y tenía las tabas livianas. Me dijeron que el hombre se enojó y
que busco para azotarme.
El individuo era de Salavina y pronto se fue. Después de este hecho, mi
crédito se agrando. Todos
comenzaban a invitarme.
Por esos tiempo
–dice haciendo una disgresión- el monte estaba metido todavía en la ciudad.
Para llegar a estos lugares –donde hoy vive entre Colon y Pringles, sobre Güemes-
al centro, o sea el cabildo, teníamos que ir por un camino de cabras haciendo a
un lado los “ichines”, una planta regional sin espinas.
No había mucha
gente –prosigue Nachi- que cantara o bailara bien nuestros bailes. Tenían
entonces las reuniones, otro carácter. La gente bebía mucho. Los cantores
tenían el orgullo cerril de no ser sitio a otros. Cuando se juntaban dos, se
producía el reto. Venia la payada, esta seguía de desafíos a beber y cuando no
había vencidos evidentes, esta disputa adquiría caracteres más feroces; salían
de sus vainas los cuchillos y los hombres se trababan en terrible duelo. Era en
los tiempos cosas de machos.
Usted –le decimos
a Nachi- debe haber conocido mucha gente y muchos lugares.
Cierto, no había
bailes ni fiestas que yo no conociera, en la provincia. Conozco casi todos los
santos a los que se hace fiesta. Hombres de todas las categorías. Yo estuve en
Rosario con el doctor Manuel Gorostiaga, gran santiagueño. Era ordenanza. Por
ahí andando se me ocurrió un percance curioso. Yo no sabía leer. Trabe conocimiento
con una “galleguita”. Me enamore y ella se prendió de mí. Y como la mujer
enamorada hace milagros, ella me enseñó a leer y escribir. Y en cuanto aprendí,
le perdí el amor. Dicen que el diablo también perdió su influencia en la tierra
por meterse a enseñar.
Más tarde volví
para mis pagos. Cometí otro error, si podemos decir así. Robe a la mujer que
hoy es mi esposa y a los tiempos me case. No deje de bailar ni de cantar por
eso. Esta era mi pasión más fuerte. Eso si no aprendí ni a beber ni a fumar.
Solo tenía la debilidad de “zorriar”. Indica con esto que le cautivaban las faldas.
Nachi era además, buen tabeador y los naipes en sus manos, se embrujaban para
favorecerlo.
Nachi está hoy un
poco viejo. Más de setenta años. Posee una memoria extraordinaria para todas
estas cosas. Nos hubiera agradado consignar todo lo que nos ha dicho, pero el
espacio, severo dictador, nos lo impide.
Nachi es además
compositor. Escribió `piezas bailables. Tiene varias que han sido ya grabadas y
se difunden en discos. Tiene otras en preparación.
De modo que es Ud.
–decimos- quien más a agitado el folklore
-si, por que yo
le he bailado, lo he cantado, lo he tocado y lo he vivido. Todavía lo vivo
aunque con menos intensidad, pero con igual fervor.
Fuente: “El Liberal, Numero del Cincuentenario 1898 - 1948”
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