En un artículo titulado "Diaguitas sin
pecado concebidos", el periodista Gabriel Levinas denuncia un curioso caso
que sucede en Salta.
Los "Vallistos"
son sus habitantes naturales, Son la suma de invasiones y conquistas. Incas y
españoles intentaron borrar la identidad de sus pobladores que a veces
peleaban, se resistían y otras simplemente se sometían. Pero el sometimiento no
era la única opción, los Coyas por ejemplo, más al norte, jamás entregaron su
identidad, la conservaron y guardaron ocultándola de la mirada vigilante de los
españoles.
Esta mezcla étnica laboriosa y orgullosa de su pertenencia a
la dura geografía que los abriga, ha sobrevivido a los invasores fundiéndose
con ellos. Ha sabido también minimizar los daños colaterales del progreso sin desaprovechar
lo que este tenía para ofrecer. El vallisto es la confluencia de habitantes
provenientes de distintas regiones: la puna, los valles bajos, Santiago del
Estero y por supuesto los españoles. Esos pobladores fueron los que
desarrollaron lo que hoy se conoce como los valles calchaquíes. En las últimas
décadas franceses, holandeses, belgas y otros visitantes han quedado atrapados
por la magia del lugar y algunos se han establecido agregando conocimientos a
la producción del valle y fueron bienvenidos.
Y el vino, el vino de Cafayate, Cachi, Tacuil, Colomé,
Seclantás y tantos otros pequeños parajes ya da vuelta con nuestra bandera por
todo el mundo y podemos encontrarlo en las mesas de sofisticados hogares
europeos.
Pero ahora, y por primera vez, más allá del deterioro
habitual que la política fue produciendo , el daño está adquiriendo dimensiones
impensadas. Estamos presenciando la destrucción del tejido social del valle.
La principal fuente de riqueza es el agua que provee el río
Calchaquí. El río recibe las aguas de cientos de pequeños riachos que bajan de
las montañas nevadas de la cordillera y otras cadenas que lo enmarcan. Los
antiguos pobladores habían aprendido el manejo del agua de manera altamente
eficiente. Las acequias, canales a veces cavados en la tierra otras construidas
con piedras en la montaña, proveían el vital líquido para los cultivos.
Hoy muchas de esas vías de agua son las mismas construidas
antes de la llegada de los españoles.
Las pequeñas parcelas en que se fue dividiendo el territorio
cercano a los ríos tienen propietarios que en la mayoría de los casos son
familias de varias generaciones en el lugar.
Las tierras tienen escrituras o documentación que acredita
la titularidad de manera incontrastable.
Pero ahora, han aparecido personajes nuevos en la política
de la zona, que no soñó siquiera en su realismo mágico García Marquez, que
salen a reclamar las tierras de los agricultores utilizando de manera perversa
una ley nacional que fue concebida justamente para impedir que se avasallen los
derechos de los pobladores que estaban siendo expulsados de sus tierras.
La ley 26160 es algo así como un gran paraguas de no innovar
la situación existente hasta que el Estado tenga tiempo para analizar, relevamiento
de por medio, la situación en cada caso donde los conflictos sean realmente los
que atañen a los derechos de los pueblos aborígenes a los que se les restituirá
en un paso siguiente y si así lo amerita, las tierras comunitarias que siempre
tuvieron.
Agazapados tras esta ley, oportunistas políticos se
identificaron como Diaguitas y salieron a recamar el derecho a las tierras y
disputar su titularidad a personas que en todo caso pueden acreditar la misma
identidad indemostrable y que en muchos casos son hasta parientes cercanos.
Los caciques diaguitas, que tienen menos de una década de
ejercicio son desde el hijo de una alemana hasta un agente sanitario de
apellido Mamani, nacido en Bolivia, desde el hijo de un ex senador cuyos padres
no se reconocen a si mismos como originarios, pero que milagrosamente por sus
venas corre una sangre aborigen, hasta otra cacique que reclama ahora las
tierras que años atrás vendió formal y legalmente a un comprador por que había
fundido el campo.
De todos modos no se trata de invalidar los reclamos que en
algunos casos son justos, el problema es que por algún motivo, no se entiende
que el no innovar es para ambas partes, el que esta adentro no debe ser sacado
pero el que está afuera no puede entrar.Es la justicia o el estado el que debe
dirimir estas cosas cuando llegue el momento.Pero esta ley es para pueblos
originarios, no para resolver problemas que atañen a la justicia ordinaria.En
la mayoría de los casos estos nuevos diaguitas ni siquiera ocupan u ocuparon
nunca las tierras que reclaman.
La situación es tan absurda, que según el relevamiento de la
zona, seguramente realizado por algún burócrata de Buenos Aires, la comunidad
diaguita puede reclamar 60000 hectáreas en la zona que incluyen los pueblos de
Cachi y Payogasta.
Desde la Poma hasta Cafayate se han vivido sucesos que están
enfrentando vecinos y parientes como nunca antes.
Uno de los Caciques, Armando Salva cuyo padre fue 22 años
senador provincial, y quien además no se reconoce como diaguita, es un originario
por decisión espontanea que cuando quiso apropiarse de la pequeña finca del
ingeniero Edgardo Nieva, mandó repentinamente diez "diaguitas" de última generación a que se le metieran en la
casa, reclamándola para la comunidad, y se le instalaron en los dormitorios el
ingeniero. Nieva, haciendo valer su derecho valientemente, se quedó dentro y
tuvo que convivir más de cuatro años en la misma casa, compartiendo los baños y
las habitaciones con los intrusos, que eran a su vez alimentados por el cacique
para que se queden dentro todo ese tiempo hasta que por fin la justicia los
intimó a cesar la invasión.
El "cacique" Salva fue denunciado por otros
aborígenes ya que, según ellos, no representa en absoluto sus intereses y el
pensamiento de los originarios.
Otro caso que llega al límite del absurdo es el de los
Rivadaneira. Su padre, Andrés Segundo Rivadeneira, Oriundo de Corralito, cerca
de San Carlos, comenzó un negocio en los años cincuenta que no era nada
sencillo. A lomo de mula subía los cerros con unos pocos burros repletos de
mercadería, que canjeaba con los pastores de Jasimaná , arriba de la localidad
de Pucará, por cueros y quesos de cabra que vendía luego en San Carlos.
Fue juntando dinero hasta que en los años sesenta pudo comparar,
con títulos validos a su anterior propietario, unas tierras productivas en
Pucará, en las márgenes del río Guasamayo y plantó pimientos que luego secaba
al sol para hacer pimentón.
Sus hijos no tuvieron la misma capacidad de emprendedores y
cuatro de ellos debieron vender las tierras heredadas que no habían sabido
administrar.
Dos años más tarde, la esposa de uno de ellos, Esther Rios
de Rivadaneira, se convirtió repentinamente en diaguita y volvió a reclamar,
esta vez como cacique de Angastaco, las tierras que su marido había vendido y
también la de sus otros cuatro hermanos. Uno de los perjudicados por este
despropósito es su propio sobrino, Eduardo Rivadaneira.
La verdadera identidad de los que hoy se consideran a sí
mismos diaguitas es motivo de una vieja discusión académica que viene de muy
lejos. Conversando con Mercedes Puló, una historiadora y tenaz defensora de la
cultura de los valles Calchaquies. No fue difícil percibir su desencanto con
esta situación creada por diaguitas cuya ascendencia es imposible de demostrar.
Básicamente porque hasta la misma denominación es controvertida. Para avalar
sus dichos me acercó un escrito del prestigioso antropólogo y maestro de
arqueólogos, Alberto Rex González (1918-2012) según él "no era posible interpretar con las crónicas
los restos arqueológicos, de los cuales un caso bien típico es el libro de
Marquez Miranda de 1948 Los Diaguitas. Ahí se pone todo el material que
provenía de La Rioja y Catamarca, todo se lo coloca y se lo llama
"diaguita", es decir, el pueblo que encontró la conquista, los
Cacanos : todo se interpretaba con las crónicas, no había trabajo sistemático
en distintos sitios que nos diesen un orden de secuencia , es decir, cómo las
culturas fueron transcurriendo en el tiempo . No había profundidad histórica ni
relativa, ni absoluta. Todo era interpretado como perteneciente a los diaguitas".
En síntesis, según Rex Gonzalez, juntaron vestigios y armaron un relato difícil
de sustentar en la evidencia. Y en todo caso, quienes reclaman y quienes poseen
títulos legales de las tierras en cuestión, pueden ostentar el mismo origen
cultural y territorial.
Los habitantes del valle antes de la invasión de los incas,
pocos años antes de la conquista de los españoles hablaban el kakan o cacano,
una lengua extinta, ya que los incas obligaron a los pobladores a hablar el
quechua.No queda el más mínimo vestigio de esa lengua. En todo caso los
verdaderos diaguitas estaban más cerca de Catamarca y La Rioja y nunca en la
zona de Salta.
Hace poco el instituto del aborigen de la provincia de Salta
tuvo que negar a unos supuestos Mapuches que quisieron que se los reconozca
como originarios en la zona de Tartagal, es decir a mas de 2600 kilómetros de
la zona donde realmente vivían.
Si el gobierno provincial no se pone los pantalones en este
asunto es probable que la situación tome carices más violentos de los que ya tiene.
En la zona de La Poma hubo agresiones físicas que provocaron que un poblador
esté un mes en estado de coma y hoy tiene sus capacidades motrices disminuidas
en un ataque sufrido por quienes quieren quedarse con la propiedad que durante
décadas fue de su familia
Mientras conversaba con Eduardo, nieto de
Rivadeneira, bajo el sombroso alero de la casa, colmado con parras de turgentes
uvas negras, que se enredan y decoran las columnas que lo soportan, no podía
dejar de mirar hacia adelante donde se veía una pequeña meseta, sobre ella
había un viejo y majestuoso pucará que dio el nombre a la zona. Mientras la voz
del interlocutor contaba las historias casi épicas de su abuelo lenta y
detalladamente, su relato se iba transformando en un lamento ni bien comenzó a
explicar la angustia que provocaba en su familia la cruel y absurda conducta de
su tía. Con mi vista fija en ese monumento arqueológico, pensaba que si el
estado no cumple con su deber, no habrá pucará que salve a esta gente de los
nuevos predadores con licencia. Fuente: www.mdzol.com
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