El mistol tiene propiedades semejantes. La
investigación sigue una recomendación de la OMS: validar saberes de la medicina
popular.
Y resultó que las abuelas tenían razón. Adrián Reynoso
demostró, en el trabajo con el que obtuvo su doctorado en Farmacia, que el
mistol y el chañar poseen propiedades antitusivas, expectorantes,
antiinflamatorias y analgésicas. Su tesis ha sido publicada en dos importantes
revistas científicas: “Journal of
Ethnopharmacology” y “Journal of
Nutrition & Food Sciences”. Y está feliz, buscando ahora identificar las
moléculas específicas que son responsables de la acción terapéutica.
“Hemos podido
demostrar sus cualidades y, lo que también es importante, su inocuidad, es
decir, que no tiene efectos colaterales dañinos”, resalta mientras busca en
la heladera el frasco de arrope de chañar. En el laboratorio de la cátedra de
Farmacoquímica de la Facultad de Bioquímica de la UNT tiene su sede el equipo
del que forma parte Reynoso. Hace más de una década lo fundó Alicia Sánchez
Riera (ya jubilada) para estudiar las plantas que los pueblos originarios
utilizaban para tratar sus enfermedades. La tesis de Reynoso fue dirigida por
Nancy Vera, quien destaca que la validación de las propiedades medicinales de
las plantas y la constatación de su inocuidad han sido recomendadas por la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
Muchas ventajas
“Además de validar el
uso medicinal de estos frutos, este trabajo puede tener fuerte impacto social:
preservar saberes ancestrales, y ayudar a preservar la biodiversidad, a generar
fuentes de trabajo y a producir medicamentos -siempre que se sigan los procesos
correctos- a un costo mucho menor que el de los laboratorios”, resalta
Vera.
“La costumbre norteña
de usar arrope de chañar para combatir problemas respiratorios puede además
potenciar las economías regionales. El chañar es un árbol que se distribuye en
una zona muy amplia”, cuenta Reynoso, y enumera: desde Tucumán, Santiago
del Estero, Chaco y Formosa hasta Cuyo, La Pampa y Río Negro. También se da en
Chile, en el chaco boliviano y en el oeste de Uruguay. El trabajo de Reynoso
analizó tanto frutos (de los que extrajo extractos), de la localidad
santiagueña de Icaño, como arropes
que producen los lugareños, y en ambos casos comprobó las propiedades. “Queremos estandarizar la producción del
arrope; no debe contener azúcar y habrá que variar las condiciones de
temperatura, porque pierden un poco su capacidad antiinflamatoria a causa del
calor”, destaca.
Pruebas preclínicas
Las investigaciones, tanto de chañar como de
mistol, superaron los ensayos preclínicos, y ambos demostraron su eficacia
terapéutica y su inocuidad; la única diferencia es que el efecto analgésico es
más fuerte en el caso del chañar. Reynoso cuenta que este actúa de modo
semejante a la morfina. “En diferentes
dosis, claro, pero los receptores y los antagonistas son los mismos”,
aclara. Fuente: lagaceta.com.ar
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