El criado levanto el pesado tubo negro del teléfono y con el
mayor de los cuidados, y de los respetos, consulto a su interlocutor al otro
lado de la linea: "Don Antonio, aquí hay un caballero que dice ser de
Buenos Aires y que desea verlo. ¿Lo puedo dejar pasar?". Luego de escuchar
la ronca respuesta, el hombre colgó el aparato e indico amablemente al
potentado visitante el camino que debía seguir para llegar hasta la mansión de
los dueños.
Después de cumplir con el protocolo de ingreso, el
prestigioso visitante y su pudiente familia abordaron el lujoso automóvil,
recorrieron los tres kilómetros de de camino empedrado y finalmente llegaron
hasta la impactante residencia donde habían decidido pasar el verano de 1900,
como muchos otros caballeros, damas y niños de la alta alcurnia santiagueña y
de otras provincias del país.
San Pedro de Choya se llama el pueblo donde a fines del
siglo XIX y hasta mediados de 1900 sus habitantes ya cultivaban, quizás sin
saberlo, lo que desde la década del 90 se conoció en la Argentina como el auge
del country y la cultura de los barrios privados destinados a familias
pudientes.
En la época de esplendor de este pequeño pueblo privado
santiagueño, alrededor de la plaza principal se levantaban imponentes casonas,
cuyos propietarios poseían grandes extensiones de tierras y se dedicaban a la
explotación ganadera y forestal. Esta actividad comercial y lo tradicional de
sus apellidos tejieron una red de amistad y de parentesco tan grande que
acaudalas familias de Buenos Aires, Salta, Tucuman, Catamarca y de la capital
santiagueña, llegaban cada verano a San Pedro de Choya, en lujosos automóviles,
y hasta en avionetas para disfrutar de sus vacaciones.
Durante las tardes las damas se reunían en la plaza
principal del pueblo para compartir el te y para hablar sobre las actividades
de sus maridos, hombres importantes. Por las noches las reuniones sociales eran
una cita obligada. Luego de la cena, una ´pianista deleitaba a los presentes.
Así era la vida en lo que fue el primer country del país, en donde sus
moradores eran protegidos por un verdadero ejercito de hombres armados. Hoy
solo quedan resabios de aquella época de esplendor. El paso del tiempo afecto
de muerte a los lujosos muebles. Las notas el piano enmudecieron para siempre.
De aquel moderno sistema de comunicación, solo el cadáver del teléfono
sobrevive, y de aquella bella y espectacular villa de los sueños, únicamente
quedan vivos los recuerdos de la gente vieja del lugar.
Las capturas de imágenes que presentamos aquí han sido obtenidas
a partir de una publicación (un libro totalmente a colores) que data del año
2006 de la Editorial El Liberal llamada “El Santiago Desconocido”, que hoy está
completamente agotado. Fuente: FBK Patio santiagueño
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