Por Crístian Ramón Verduc
"¡Ay, mi Santiago!" Repite con insistencia la
chacarera Santiagueñadas. La intención de Héctor Cruz al rematar cada estrofa
con esta frase, puede haber sido la de expresar un lamento por estar lejos,
aunque también puede interpretarse de distintas formas.
Cuando uno está lejos del pago querido, de solo estar se
encuentra recordando momentos vividos en la tierra natal y, palabras más...
palabras menos, acaba diciendo: "¡Ay, mi Santiago!" En esos momentos,
el santiagueño de nacimiento o de corazón comienza a trazar planes, a evaluar
posibilidades y fijar fechas; de todo esto surge un viaje hacia tierras
santiagueñas. Para quienes tienen compromisos con la actividad escolar, el
tiempo para viajar es el de las vacaciones, ya sean las de Verano o las de
Invierno.
Muchos vuelven a Santiago en los días previos a Navidad,
cuando las escuelas, algunas industrias y comercios entran en vacaciones. El
retorno a las clases por parte de los alumnos suele darse a fin de Febrero o
comienzos de Marzo, mientras que la actividad laboral, incluso la de los
docentes, es retomada bastante antes. Ese lapso puede ser aprovechado para
visitar la provincia natal, sus paisajes y su gente. Para muchos, especialmente
para los nacidos y criados en el Sur del país, visitar nuestro caluroso Norte
Argentino en Verano es poco y nada deseable. Puede ocurrir que la familia
santiagueña con hijos nacidos en el Sur, decida tomar otros rumbos durante el
Verano, o quedarse donde están residiendo, lo que causa en los mayores el
lamento suspirado: "¡Ay, mi Santiago!"
Lo que está generalizado es viajar a Santiago del Estero en
las vacaciones de invierno. Los motivos son varios: El frío en nuestros pagos
es más soportable que en otros lugares; en el mes de Julio hay festejos de
aniversario en la ciudad capital y en otras ciudades de la provincia; en el mes
de Julio, la provincia toda se convierte en un punto de encuentro de seres
queridos, no solo de quienes viven aquí, sino entre quienes viven lejos y
convergen en Santiago durante este mes.
Cuando uno llega a Santiago después de meses de ausencia,
encuentra novedades, nuevas construcciones, paisajes modificados, la vigencia
de costumbres que se podrían haber superado, la vigencia de buenos hábitos como
el de la hospitalidad y el deseo de compartir una mesa, las ansias de
intercambiar recuerdos hablados o cantados, las noticias referidas a
fallecimientos y nacimientos... en fin, todo lo que envuelve un reencuentro con
el lugar anhelado y en parte idealizado; ello lleva a nuevos suspiros alegres,
preocupados o resignados, con el repetido: "¡Ay, mi Santiago!"
La reiteración de fallas por parte de quienes hemos ocupado
para cuidar del pago, los aciertos de los mismos, la obediencia o resistencia
popular ante las imposiciones centralistas... todo ello es necesario constatar
en el lugar del mundo al que pertenecemos, pese a que ya habíamos sido
advertidos desde la distancia por personas confiables.
Después de ver el amor por las tradiciones santiagueñas que
profesan los residentes en tierras lejanas y los oriundos de esas latitudes,
nos causa preocupación y tristeza ver cómo una gran parte de los que viven en
Santiago parecen renegar de lo auténticamente santiagueño. No es que lo digan
con la voz; es grave, pues lo demuestran con los hechos, sorprendiendo en forma
negativa a muchos de los visitantes que llegan en busca de un Santiago bien
santiagueño.
En cuanto a la lengua quichua, lo que percibimos desde lejos
es que hay intentos por mantenerla viva y por difundirla, actividades en las
que nuestro Alero Quichua tiene un importante protagonismo. También podemos
notar que entre los salvadores del quichua hay quienes lo desnaturalizan,
creando confusión al pretender cambiarlo, por obediencia a la globalización en
forma consciente o no.
Llega a su fin el mes de Julio. Pasaron las fiestas por el
aniversario de Santiago, cerró la Feria Artesanal, se apagaron los rumores de
la música. Quedan los comentarios motivados por las recientes despedidas y por
las grandes fiestas. No faltan los comentarios críticos, que guardan en el fondo
el anhelo de una mejor exposición de lo nuestro a los visitantes. Debemos tener
presente que quienes llegan a Santiago del Estero vienen en busca del habla
santiagueña, del quichua santiagueño, de la música, el canto, la danza y demás
expresiones auténticamente santiagueñas. Demasiado circo tienen en las grandes
ciudades y sus redes de difusión; demasiado circo disfrazado de criollismo. La
gente sabe percibir la diferencia entre lo auténtico y lo falso. Los
"pícaros" falsificadores se engañan a sí mismos cuando creen que
engañan.
Desde el lugar de cada uno, debemos bregar para que Santiago
del Estero, sin renunciar a los adelantos tecnológicos a los que tenemos
derecho, sea cada vez más Santiago del Estero o, por lo menos, frene su impulso
hacia lo que no nos pertenece, para que no nos duela decir: "¡Ay, mi
Santiago!".
30 de Julio de 2.014.
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