Se fue cuando cerró el rincón de los artistas y nunca volvió
Sus dedos largos y flacos hacían hablar al bandoneón. A
Víctor Orellana, de físico de aguja, le vendría bien aquello de: Resistiré,
erguido frente a todo/ me envolveré de hierro para endurecer la piel/ y aunque
los vientos de la vida soplen fuerte/ soy como el junco que se dobla pero
siempre sigue en pie. Aunque en su Santiago querido muy pocos los recuerden. El
"Mandinga del bandoneón", nunca un sobrenombre tan bien puesto,
aunque de mandinga no tiene nada. Fue siempre buen tipo y un santiagueño de
pura cepa.
Se fue de Santiago junto con el adiós del "Rincón de los
Artistas". Fue como si al cerrar sus puertas quedaron encerradas entre las
paredes del modesto salón, parte de su vida joven de madrugadas y vino
compartidos. Los unía la música. Bodegón y pizzería, el modesto salón ya
inexistente de la céntrica calle Tucumán, a metros de la plaza, de paredes
decoradas con groseros brochazos de pintura al aceite y murales alegóricos,
tenía una fuerte identificación con el hombre común y su cultura. Sillas y
mesas de madera completaban su rústica infraestructura donde músicos, poetas,
cantores, recitadores y humoristas desgranaban su arte. Nunca más volvió a
Santiago.
Cerca del mediodía comenzaba la función, y tras el
paréntesis para la consabida siesta provinciana, reabría al atardecer hasta la
madrugada siguiente. Las clásicas empanadas, tamales, pizza y el vino servido
en jarras de metal eran el menú único a precios módicos.
Lo fundó don Pedro Evaristo Díaz, sencillo y modesto vecino
que vino desde su paraje natal Tiuyoj a tentar suerte en la ciudad. Un discreto
ejecutante de guitarra, autor de varias composiciones folclóricas, algunas de
notoriedad. Lo hizo en sociedad con Edmundo Soria, funcionando primero como un
bar, el Bar Casino.
Al poco tiempo, Díaz compró la parte de su socio y lo
transformó en ámbito para los artistas populares; esos sin cartel a fin de que
tuviesen su espacio. Lo rebautizó El Rincón de los Artistas, un bastión
representativo y emblemático de la expresión musical lugareña.
Tenía sus músicos "estables". Entre los más
célebres y recordados, el grupo compuesto por el "Mandinga del
Bandoneón" – Víctor Orellana -, los guitarristas hermanos Campos y el
"Payo" Luna, un albino malabarista del bombo. El cantor era Enrique
“Henry” Simón, que consolidó su fama como intérprete de tangos y prefirió ese
lugar desechando otros escenarios mas conspicuos. "Ahí aprendimos a amar a
nuestra música", dice Leandro “Meneco” Taboada, fundador del conjunto
vocal folclórico Los Tobas. "Era un ámbito concurrido por músicos humildes
y muy respetuosos, que no fácilmente se animaban a actuar en otro sitio
justamente por respeto al público. Todo lo contrario que en estos
tiempos".
Al “Rincón” llegaron cual si fuera un compromiso ineludible,
casi un rito, intérpretes de trayectoria o renombradas figuras. No faltaron
tampoco personalidades de notoriedad, ilustres visitantes o turistas que
encontraban el punto de excelencia para escuchar la música santiagueña.
"Por caso, Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato y Victoria
Ocampo, entre otros popes de la cultura argentina invitados por mi padre",
evoca el doctor Mariano Paz, cuyo progenitor y homónimo fue un destacado
promotor de la cultura a la par de Bernardo Canal Feijóo.
"Lamentablemente, todas las cosas buenas aquí desaparecen", afirma,
al recordarlo.
Hasta Astor Piazzolla ejecutó una madrugada su clásico Adiós
Nonino. El "Mandinga" le prestó su bandoneón al que le faltaba una
tecla. La interpretación, no obstante lo espontáneo e improvisado, fue
igualmente impecable, sublime; vivencia emotiva y perdurable en la memoria de
este cronista.
Cuanta humildad había en este santiagueño que se codeo con
el enorme Astor, del que hablo maravillas Dino Saluzzi. Hoy vive en Buenos
Aires, lejos del Rincón, su segunda casa; tiene su conjunto. Dicen que cuando
recuerda aquel lugar se pone melancólico y se le escapa un lagrimón. Víctor
Orellana, un "Mandinga" olvidado en la provincia pero que vive en el
recuerdo de su gente.
Fuente: Foro oficial de Miguel Brevetta Rodriguez y Eduardo
Vozza
Foto: Ayer y hoy de Víctor Orellana, el Mandinga del bandoneón / Facebook: Patio santiagueño
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