El carnaval, una celebración que
tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, se origina sin
embargo en las fiestas paganas. Combina algunos elementos como disfraces
coloridos, desfiles callejeros y el uso de máscaras. La moral y las buenas costumbres
tienden a relajarse durante este breve período y abundan las bombitas de agua,
todo lo cual ha escandalizado a cronistas, viajeros y políticos.
Fueron varios los visitantes que,
de paso por Buenos Aires, se sorprendieron por el tipo de festejo y diversión
que tenía lugar en los días de carnaval. En 1827, Thomas George Love, agente de
firmas inglesas en Buenos Aires y funcionario del consulado británico, llamó la
atención sobre lo que hoy pueden considerarse elementos precursores de las
“bombitas” de agua.
Contra éstos y otros fervientes
opositores al carnaval, descargó sus tintas Juan Bautista Alberdi, el gran
referente de la generación del ’37,
quien en 1838 llamaba a “librarse con franqueza al juego del carnaval”. También
recogemos para este apartado un fragmento donde se puede apreciar a Sarmiento
mientras ejercía la presidencia de la República inmerso de lleno en la líquida
contienda.
Las “bombitas” del siglo XIX,
según Love
Fuente: Fondebrider, Jorge
(Comp.), La Buenos Aires ajena. Testimonios de extranjeros de 1536 hasta hoy,
Buenos Aires, Emecé, 2001, pp. 94-96.
“Llegado el carnaval se pone en
uso una desagradable costumbre: en vez de música y disfraces y baile, la gente
se divierte arrojando baldes de agua desde los balcones y ventanas a los
transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa. Se emplean huevos
vaciados y llenos de agua que se venden en las calles. A la salida del teatro,
el público es saludado por una lluvia de esos huevos. Las fiestas duran tres
días y mucha gente abandona la ciudad en ese tiempo, pues es casi imposible
caminar por las calles sin recibir un baño. Las damas no encuentran
misericordia, y tampoco la merecen, pues toman una activa participación en el
juego. Más de una vez, al pasar frente a un grupo de ellas he recibido un huevo
de agua en el pecho. Quienes por su ocupación deben transitar por las calles,
salen resignados a tomar un baño. Los diarios y la policía han tratado de
reprimir estos excesos sin obtener éxito. Las damas abandonarían este juego si
supiesen cuán poco se aviene con el carácter femenino”.
Alberdi llama a correr, saltar,
gritar, mojar, silbar, chillar a gusto
Fuente: Juan Bautista Alberdi, La
Moda, 24 de febrero de 1838.
"Gracias a Dios, que nos
vienen tres días de desahogo, de regocijo, de alegría. No sé tampoco por dónde
quiera sacarse el juego de carnaval contrario a la moral y al buen tono. No sé
cómo puede perderse en tres días una moral, que cuenta doce meses, menos los
dichos tres días. Ni que fuera de cristal la moral para romperse de un
huevazo... Ningún obstáculo encuentro para no librarse con franqueza al juego
de carnaval. Por mi parte, no puedo menos que aconsejar a las personas
racionales y de buen gusto, que corran, salten, griten, mojen, silben, chillen,
cencerren a su gusto a todo el mundo, ya que por fortuna lo permite la opinión
y las costumbres que son las leyes de las leyes...."
El presidente Sarmiento en plena
contienda líquida
Fuente: Testimonio de Alfredo
Ebelot, en León Benarós, “El desván de Clío”, en Revista Todo es Historia, Nº
31, noviembre de 1969.
"...Recién llegado a Buenos
Aires, me fui a ver el corso. La primera persona que encontré fue un ex
ministro de relaciones exteriores. Llevaba muy serio de la brida un petiso
encajado con flores, en que estaba sentado su hijito de cinco años disfrazado
de salvaje. Desempeñaba esa misión con tanta gravedad como si hubiera redactado
un protocolo, y la cosa parecía sumamente natural a todos. El presidente de la
República acertó a pasar en coche descubierto y lo mojaron hasta empaparlo. El
presidente, el ex ministro, el chiquitín y los concurrentes se destornillaban
de risa. El presidente aquél era Sarmiento... (...) ¡Qué hombre de Estado ni que niño muerto! En
aquel momento, el presidente había tirado su presidencia a los infiernos.
Sentado en una carretela vieja que la humedad no pudiese ofender, abrigado con
un poncho de vicuña, cubierta la cabeza con un sombrero chambergo, distribuía y
recibía chorritos de agua, riéndose a mandíbula batiente.”
Un jocoso reglamento salteño de
1882
En una época signada por la
consolidación del estado y el surgimiento de numerosas reglamentaciones,
estatutos y ordenanzas que irían dando forma a la nación, provincias y
municipios, no faltaron los bromistas, como aquel jocoso periodista norteño que
aprovechó el carnaval para dejar un divertido reglamento que a continuación
reproducimos.
Fuente: Diario La Reforma, Salta,
18 de febrero de 1882.
“...los legisladores recomendamos
el fiel cumplimiento del siguiente reglamento para los días de carnaval:
Art. 1º) Es prohibido a todo
hombre permanecer metido en casa y a toda mujer negar hospitalidad al
peregrino: las puertas de las casas deben estar francas para que todo el mundo
entre y salga.
Art. 2º) Los aficionados al juego
fuerte serán sopados en tina.
Art. 3º) En vista de la carencia
de los pomos, se declara lícito el libre uso del agua, ya sea de pozo o de río.
Art. 4º) Los que no tengan donde
bailar durante la noche, la pasarán rezando el trisajio, o en su defecto,
rosario de quince misterios.
Art. 5º) A los enamorados tímidos
les será permitido en estos días tocar la mano de sus respectivas amadas.
Art. 6º) Es prohibido a los
viudos y a las viudas hacer uso de pomos, ni de almidón o arroz; ellas deberán
jugar con carbón molido o humo de pez.
Art. 7º) Los solterones deberán
cuanto antes apresurarse a salir de su vergonzoso estado, y si no lo hicieran
serán condenados a comer jamón durante todo el resto de sus estériles días.
Art. 8º) Es prohibido pisar los
callos de los galanes.
Art. 9º) Las muchachas que no
sepan bailar, harán el primer ejercicio con una silla: ídem los dandys.
Art. 10º) Es prohibido el amor
secreto en días como estos.
Art. 11º) No se puede echar agua
a mansalva, bajo la pena de ser conducidas por todos los jóvenes a una tina de
agua.
Art. 12º) El que se ponga pesado
de la cabeza, deberá ser curado con agua por las muchachas.
Art. 13º) Cúmplase, dése el
registro carnavalesco, etc.”
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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