la India, que los cubanos habitaban China y los haitianos
Japón. Su
hermano, Bartolomé, fundó la pena de muerte en las Américas
quemando vivos a seis indígenas por delito de sacrilegio:
los
culpables habían enterrado estampitas católicas para que los
nuevos
dioses hicieran fecundas las siembras. Cuando los
conquistadores
llegaron a las costas del este de México, preguntaron:
«¿Cómo se
llama este lugar?». Los nativos contestaron: «No entendemos
nada»,
que en lengua maya de ese lugar sonaba parecido a Yucatán, y
desde
entonces Yucatán se llama así. Cuando los conquistadores se
internaron hasta el corazón de la América del Sur,
preguntaron:
«¿Cómo se llama este lago?».
Los nativos contestaron: «¿El agua, señor?», que en lengua
guaraní sonaba parecido a
Ypacaraí, y desde
entonces se llama así el lago de las cercanías de Asunción
del
Paraguay. Los indios siempre fueron lampiños, pero en 1694,
en su
Dictionnaire universel, Antoine Furetiére los describió
velludos y
cubiertos de pelo, porque la tradición iconográfica europea
mandaba que los salvajes fueran peludos como monos. En 1774,
el
fraile doctrinero del pueblo de San Andrés Itzapan, en
Guatemala,
descubrió que los indios no adoraban a la Virgen María sino
a la
serpiente aplastada bajo su pie, por ser la serpiente su
vieja amiga,
divinidad de los mayas, y también descubrió que los indios
veneraban la cruz porque la cruz tiene la forma del
encuentro de la
lluvia con la tierra. Al mismo tiempo, en la ciudad alemana
de
Kanigsberg, el filósofo Immanuel Kant, que nunca había
estado en
América, sentenció que los indios eran incapaces de
civilización y que
estaban destinados al exterminio.
La fe cristiana desconfiaba del baño, que se parecía al
pecado
porque daba placer. En España, en tiempos de la Inquisición,
quien
se bañaba con alguna frecuencia estaba confesando su herejía
musulmana, y podía acabar sus días en la hoguera.
"Extracto del libro: Patas Arriba de Eduardo
Galeano"
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