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30/11/19

Historias de algarrobos


Lucio V. Mansilla, en su libro "Una excursión a los indios Ranqueles", nos relata los usos y costumbres del algarrobo de esa época: "Eran chañares, espinillos y algarrobos. Estos últimos abundaban más. Es el árbol más útil que tienen los indios. Su leña es excelente para el fuego, arde como carbón de piedra; su fruta engorda y robustece los caballos como ningún pienso, les da fuerzas y bríos admirables; sirve para elaborar la espumante y soporífera chicha, para hacer patay pisándola sola, y pisándola con maíz tostado una comida agradable y nutritiva. Los indios siempre llevaban bolsitas con vainas de algarrobas, y en su marchas la chupan, lo mismo que los coyas del Perú mascan coca. Es un alimento y un entretenimiento que reemplaza al cigarro"...

Carlos Villafuerte, en su Diccionario de árboles, arbustos y yuyos en el folklore argentino, nos dice:
"Arbol como el algarrobo no hubo ninguno para el criollo; con razón le llamaban Arbol, como síntesis de toda vida vegetal. "Tacu", le decía el quichua y el diaguita; "Ibopé", el guaraní; pero el español lo nombró como un árbol parecido que existía en su tierra, "algarrobo", y de su fruto se nutrió en los momentos difíciles de los muchos que tuvo la conquista del Noroeste.

"Todavía allí, en los valles calchaquíes, se encuentran bosques de algarrobos añejos que, sin duda, dieron el alimento a los pueblos nativos y a los primeros habitantes españoles; todavía hoy se va a la cosecha de la algarroba, cuando el árbol se viste de flores amarillas. Su presencia indica la proximidad de una corriente de agua dulce".

"Cuando septiembre florece en colores, comienza la gemación del algarrobo, y al poco tiempo sus copas se llenan de verdor, y antes de finalizar la primavera principia a pichusquiar, es decir a florecer; vuelca las flores inútiles y sólo deja las que fructificarán. Llega el estío y todo comienza a madurar en las tierras montesas. Los algarrobos se llenan de frutos crecidos y curvos, y aparece el coyuyo, haciendo madurar las anchas vainas con sus estridencias monótonas".

"Para el indio fue el árbol de la vida, por eso lo defendía, lo respetaba y lo veneraba. De su fruto se hizo el patay y la chicha, la añapa y la aloja. Bajo su sombra se cobijaba en las desesperanzas y alegrías, y cuando el árbol caía vencido por el tiempo, aprovechaba su madera para hacer morteros para la molienda. De su fruto, machacado en los morteros y agregándole un poco de agua, obtenía un jugo pastoso y fresco que le llamó añapa".

"El indio también aprovechaba el fruto guardado para preparar el patay, el pan amasado en el invierno y cocido al lado de la conchana. Con él se alimentaba en tiempos malos, y con él preparaba también la chicha, y la aloja, las bebidas fermentadas que lo ponían belicoso y le hacían olvidar los pesares. También estas bebidas pasaron a generaciones posteriores".

"El algarrobo blanco, cuando florece en el invierno, es anuncio para el hombre de campo de carencia en la época de cosecha. Ellos saben que no habrá algarroba si el árbol se llena de bolillas, sustancia redonda que aparece en los gajos, como un tumor, y de los cuales cae una lluvia de hilos delgados y rubios llamados "cabellos de ángel".

"El algarrobo negro difiere del blanco porque sus ramas tienen una gran cantidad de espinas y el tallo es menos corpulento. El fruto, de color gris oscuro, se guarda después de la recolección en unos depósitos en forma de ranchos que instalan a una cierta altura del suelo, piruas. Con la harina del fruto también se fabricaba patay".

Considerado desde antiguo la más preciada ofrenda de los dioses, tuvo entre los indígenas categoría de divino por la cantidad de usos y aplicaciones: el follaje les daba su sombra; su fruto les permitía hacer comidas, dulces, bebidas; con su madera tenían calor y abrigo; la corteza les brindaba colorantes para los tejidos, las hojas y la misma corteza, y con él además hallaban la forma para curar afecciones del cuerpo.Tanta ha sido la influencia del algarrobo en ciertas regiones del país, que algunos etnógrafos han pensado clasificar a la cultura del norte como "cultura del algarrobo".

La devoción de "el árbol" ha seguido viva hasta nuestros días tanto entre los indígenas como entre los criollos. Por cierto que el algarrobo les proporciona leña para consumo, vainas para fabricar aloja y patay, sombra para descansar y celebrar ritos, y la corteza permite fabricar tintas y brinda tanino para curtir cueros. Además, las hojas y las vainas sirven como forraje para el ganado y tienen propiedades terapéuticas. Para los nativos es un árbol milagroso, como el cocotero lo es para los indígenas de Africa y parte de Asia.

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