Por: Eduardo Carrizo
Voces te cuenta la historia de tres curanderos del Departamento Río Hondo, y qué dicen las leyes y los médicos sobre estas personas y sobre esta actividad.
El Liberal |
Julián Palomino, el curandero que le cantaba a las víboras. Mi abuela materna, nació y se crió en Chañar Pozo de Arriba, localidad ubicada a 15 kilómetros de Las Termas. Cuando era niña, sus padres y sus abuelos, le hablaban de Julián Palomino como uno de los primeros y grandes curanderos de la zona.
“Me decían que trataba las ponzoñas de víboras, arañas,
paletilla, empacho, mal de chagas y otros problemas. Mi papá, me contaba que
Julián tocaba su guitarra y le cantaba a las víboras para hacerlas dormir. Para
que la gente viera lo que él sabía. Ubilde Palomino, fue su hijo mayor y quedó
con la fama y los poderes del padre, algunos dicen que hasta curaba el mal de
chaga” recordó.
“El hijo de mi hermana tenía esta enfermedad. Se hizo tratar
con Ubilde y se curó. Tenía una Capilla. No te cobraba un costo fijo. Uno le
daba la voluntad. Cuando falleció Ubilde, mucha gente vino para su velorio.
Personas de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, de todos lados”.
“En la década del 70 comenzaron a realizar fiestas en el
lugar. Los músicos tocaban una guitarra, un bombo y un bandoneón; usaban las
bocinas –altavoz- como parlantes, las familias jugaban al carnaval, compartían
bebidas y comidas, y bailaban chamamé, paso doble, cumbias del recuerdo,
folclore, y vals. Había gauchos que
venían en caballos, llegaban, y cantaban vidalas. Las fiestas eran de día”
detalló. Los hijos y nietos de Ubilde quedaron con los negocios de los bailes y
las carreras de caballos.
El Niño Armando. En La Cañada, paraje ubicado a 10
kilómetros de Las Termas, vivía un curandero al que le decían "El Niño
Armando". Según lo que él contaba, en Mar del Plata, a los 11 años, se le
apareció la Virgen de Pompeya. Con el tiempo, comenzó a "curar" y
miles de familias de Río Hondo y de todo el país lo visitaban y le pedían que
los sanara. En su casa, se hacían fiestas multitudinarias.
Falleció en el año 2014, y hoy sus restos están en un
santuario ubicado en su domicilio, donde también hay plaquetas que dejaron
familias que le agradecen porque fueron curadas, imágenes, y una carpeta donde
los visitantes siguen dejando pedidos y agradecimientos.
El Hombrecito que cura. Algunas veces, en las escaleras de
la segunda torre del barrio Monoblock, me cruzo con personas que me preguntan:
“¿sabés dónde vive el hombrecito que cura?” Aunque al principio no sabía a
quién se referían, en una oportunidad, un vecino contestó que este vivía “en el
departamento de arriba, a la derecha”, en el último piso del edificio.
Con el tiempo, descubrí que “el curandero”, era un vecino
mayor, agradable, con una discapacidad, con el que hablé en distintas oportunidades.
Siempre que tenía que subir, una persona lo ayudaba, y en esos trayectos
saludaba y hablaba con simpatía.
Ramón Estergidio
Medina, “el hombrecito que cura”, es un vecino de más 60 años nacido y criado
en Mansupa, localidad ubicada a 8 kilómetros al sur de Las Termas. Integrante
de una familia de 9 hermanos, comenzó a “curar” a los 21. “Hay enfermedades
para los doctores, y problemas que podemos atender nosotros” –advierte con un
ritmo de habla veloz-. “De lo que podemos tratar nosotros, atiendo todo,
siempre y cuando la persona tenga fe, si no tiene fe, me doy cuenta apenas lo
veo y le digo que no lo puedo atender”.
Con apenas el 4º grado completo, aprendió a leer y escribir
y, leyendo las sagradas escrituras, asegura que aprendió a curar. “Los doctores
pueden curar las enfermedades naturales, nosotros, las cosas malas, porque así
como estamos nosotros que curamos para el bien, también están los que hacen
cosas para el mal” señaló.
“Si es un problema de la garganta –ejemplificó- le doy una
pomada preparada con romero, ruda, aceite de oliva y jugo de la penca. Si es un
problema de ovarios, le recomiendo melón y berenjena; por gastritis agua de
papa, y para romper piedras –cálculos- 4 cucharadas de aceite de oliva, 1 de
miel de abeja, clara de huevo, y 1 de limón”.
Ramón atiende en su capilla ubicada en “La Finca de Los
Medina”, pero desde que está en pareja con una vecina del barrio Monoblock,
también recibe peregrinos en un departamento de este sector. “No cobo nada,
cada uno deja su voluntad” contó.
Qué dicen las leyes y
la medicina sobre los curanderos y su actividad
Consultado por “Voces”, el Doctor Díaz Falcao, médico
legista local, analizó: “El curanderismo, o las “prácticas médicas
alternativas”, existen en Las Termas, en toda Argentina y en todo el
continente. Desde el punto de viste legal se permite si se trata de un
individuo que, al no obtener una solución en el sistema médico convencional,
por fe, le consulta a estas personas, quienes, sin pedir nada a cambio, quieren
ayudar –como por ejemplo rezando-; pero lo que está prohibido, es que esas
personas lucren con eso, prometiendo que, con métodos místicos, o prescribiendo
prácticas o sustancias, lo van a sanar”.
“Algunas veces –advirtió- estos métodos son inofensivos,
pero en otros casos los tratamientos que prescriben pueden agravar la evolución
de la enfermedad, porque se pierde tiempo o porque se aplica un método
inadecuado”.
“Una vez –ejemplificó- tuve que atender a un chico de 4 años
con una fractura en el antebrazo –entre el codo y la muñeca-. Desesperada, su
familia acudió a un famoso “acomodador de huesos”, quien le hizo masajes,
provocando que lo que era una simple fractura que se podría haber curado en semanas
colocando un yeso, se transformara en un una desviación total del eje del
antebrazo, limitando totalmente su función”.
Aunque este actividad está presente en la sociedad desde tiempos remotos, por factores como la transmisión cultural de los pueblos originarios y el cristianismo, el especialista se pregunta si las fallas del sistema, constituyen otro factor que origina este fenómeno: “En nuestra provincia, la atención médica está ubicada y saturada en el centro de las ciudades, y hay gente que vive en espacios rurales o periféricos alejados, y no llegan a la consulta médica porque les resulta difícil el traslado. Entonces, tenemos que distribuir de otra manera los centros de atención. Ante esta situación –concluyó- no sabemos si este fenómeno se produce porque está fallando el sistema, o si se trata de algo hereditario, social o cultural”
La ciencia, la magia
y la fe
Cuando era chico a mí me "tiraron el cuerito", a otros amigos les curaron "el mal de ojo", "la paletilla", desde chicos, en esta zona, convivimos con la ciencia, la magia, y la fe.
Fuente: www.vocesderiohondo.com.ar
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