En
el año 1876 Pedro San Germés, nacido en Francia, comenzó en esta parte del
territorio santiagueño una importante plantación de caña de azúcar con el
propósito de instalar la industria.
Para
solventar esta empresa vendió su molino harinero a vapor y apostó al nuevo
emprendimiento. En un amplio predio pronto se erigió el imponente edificio del
ingenio que constaba de dos trapiches a vapor que molían hasta 400.000 kilos de
caña diarios. Dieciocho centrifugadoras completaban el trabajo y la promisoria
industria llegó a producir más de 2 mil arrobas de azúcar diaria.
El
terreno era de fácil regadío, a través de un canal proveniente del río Dulce, y
la plantación de caña de azúcar llegó a ocupar una extensión de más de 600
hectáreas y a emplear más de mil peones en época de cosecha.
El
azúcar se fabricaba en dos trapiches –adquiridos en la compañía francesa Five
Lillo- y demás maquinarias para obtener azúcar de primera calidad. La fábrica
tenía también luz eléctrica y teléfono.
El
ingenio fue inaugurado en 1879 con la presencia de las autoridades
gubernamentales. El primer crédito de la sucursal local del Banco Hipotecario
Nacional le fue adjudicado para su construcción. El establecimiento Contreras
era, por entonces, símbolo del progreso.
La
producción azucarera fue expuesta en 1880 en el Centro Industrial de Buenos
Aires, como un producto de calidad. Sin embargo, el proyecto fracasó por
distintos factores: El ferrocarril que llegaba a Santiago, a diferencia del que
llegaba a la capital de Tucumán, era de trocha angosta, con menor capacidad de
carga. Además, la élite tucumana, mejor posicionada políticamente que la
santiagueña en el ámbito nacional, consiguió fletes diferenciados y
subvenciones para su industria azucarera, lo que hizo imposible competir en igualdad
de condiciones.
También
el préstamo hipotecario terminó siendo una carga difícil de sobrellevar para
Pedro San Germés, quien se suicidó arrojándose desde la chimenea al trapiche de
su ingenio.
Fuente: diariolapluma.com.ar
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