Por Eduardo Bravo
Los dulces argentinos tienen nombres que hacen mofa del diferente estamento del Estado, gracias a la importancia que el movimiento anarquista tuvo en el país.
En 1880, EttoreMattei llegó a la Argentina. Europa se había
convertido en un lugar peligroso para los militantes anarquistas y Buenos Aires
parecía un lugar más seguro para seguir luchando por los derechos de los
trabajadores. Cinco años más tarde y después de un periplo que le llevó por
Suiza, España, Rumanía, Francia, Bélgica, Inglaterra e incluso Egipto, también
llegó a la ciudad del Plata Enrico Malatesta.
Si bien Mattei y Malatesta conformaron dos grupos
diferenciados que actuaban de manera no coordinada, en 1887, ambos se juntaron
para fundar la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros
Panaderos, el primer sindicato de panaderos de la República Argentina, cuyo
ideario se basaba en la acción directa y la huelga revolucionaria. Malatesta se
encargó de la redacción de los estatutos, cuyo artículo primer era «Lograr el
mejoramiento intelectual, moral y físico del obrero y su emancipación de las
garras del capitalismo», y Mattei desempeñó los cargos de secretario gerente
del gremio y redactor jefe de El Obrero Panadero, órgano de difusión del
sindicato, que se publicó desde 1894 a 1930.
Un año después de la fundación del sindicato, los panaderos
decidieron organizar una huelga para reclamar mejoras en sus condiciones de
trabajo. Los alquileres y la comida habían subido y los salarios no alcanzaban.
Entre sus exigencias estaban un aumento del 30% en el sueldo, un kilo de pan
por día, que se les pagasen los salarios por semanas y la eliminación de las
jornadas nocturnas.
El paro, que duró diez días gracias a la caja de resistencia
organizada por los trabajadores, no solo consiguió que se atendieran las
reivindicaciones de los obreros, sino que ayudó a impulsar la creación de otras
organizaciones obreras anarquistas. Además, para dejar constancia de su triunfo
y de su ideario, los panaderos decidieron hornear dulces cuyas formas y nombres
hacían mofa de diferentes estamentos sociales como la policía, la iglesia o el
ejército.
De este modo, unos dulces alargados fueron llamados
vigilantes, en referencia a los palos con los que iban armados los policías.
Otros rellenos de crema o dulce de leche se llamaron bombas y cañoncitos, como
burla al ejército. Entre aquellos que hacían mofa del estamento eclesiástico
estaban los sacramentos y los suspiros de monja, también llamados bolas de
fraile.
La broma caló entre la población, incluidas las clases
oligarcas, y en la actualidad esas denominaciones se sigue utilizando, aunque
posiblemente muchos de los compradores desconozcan el origen revolucionario de
esos nombres. No solo ha pasado más de un siglo desde que aparecieron por
primera vez, sino que los diferentes gobiernos argentinos han hecho todo lo
posible por erradicar el movimiento anarquista del país, como demuestran la
represión y los asesinatos sufridos durante los años 20 y 30 del siglo XX y que
han sido relatados por, entre otros, el escritor Osvaldo Bayer.
Fuente: agenteprovocador.es

No hay comentarios:
Publicar un comentario