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21/9/21

LA SALAMANCA Y LOS INDIOS CONTEMPORÁNEOS

 


Explorar en las creencias sirvió como perspectiva fundamental al momento de indagar en la representación y caracterización de lo “indio”, en especial aquella referida a la salamanca.

La presencia de una de ellas en la localidad vecina de Tuama extendida con mayor fuerza en los relatos, marca la separación, según pobladores: entre la religión católica y prácticas “oscuras” o “diabólicas” que son propias de aquellos alejados del catolicismo.

Como es sabido, los relatos sobre la existencia de salamancas provienen desde el período colonial. Son conocidos los procesos judiciales iniciados contra hechiceras (en mayor parte mujeres) que se formaban en la brujería, provocando daños e incluso la muerte a aquellos que por distintas circunstancias sufrían los conjuros. La salamanca, como producto mestizo entre prácticas prehispánicas y europeas (Farberman 2005), era el lugar donde se aprendían artes que implicaban no solo el embrujo si no también curaciones, y sus practicantes eran indios, pero también aquella población proveniente de las castas. Si bien resulta problemático ubicarla físicamente en un sitio específico, es en el monte y en las cercanías de los ríos donde suelen existir; solo los practicantes conocen ese espacio subterráneo donde pactan con el demonio para adquirir habilidades en diversos campos. Es así que la idea del poder y la resistencia son dos aspectos que encierra la salamanca. Demonizada por los españoles, se presentaba como un mecanismo de obtención de poder para aquella población subalterna que difícilmente podía obtenerlo de otra manera en una sociedad fuertemente estratificada, y de resistencia en tanto a la imposición hegemónica del catolicismo.

Algunos informantes se refieren a ella con el nombre de pozo “qomer”, palabra en quichua que significa verde, el pozo verde, significado en apariencia obviado por los pobladores, sobre todo si consideramos que el quichua se perdió casi completamente y solo algunos ancianos hablan esporádicamente algunas palabras. Sin embargo existe el recuerdo de que generaciones anteriores se comunicaban en esa lengua materna. El pozo que subsiste cercanamente al lecho muerto del río, es indicado como el lugar donde funcionaba la salamanca, sitio donde los lugareños tanto de Tuama como de Manogasta, escuchaban antiguamente

sonidos de bombos que provenían de distintos lugares y en cercanía a ese pozo, así como otras historias de apariciones y sucesos inexplicables. Es interesante destacar el modo en que los “indios” y especialmente su descendencia aparecen asociados a esta práctica, aquí surge nuevamente la marcación utilizada para autoadscribirse y diferenciarse del otro.

Una historia hace referencia a una mujer que falleció y unos vecinos fueron a su casa para preparar el velatorio; al llegar encontraron una mesa repleta de santos, otra con una suerte

de “montañita” hecha de palitos de madera y dos víboras lampalaguas en el techo. Los entrevistados ante estos sucesos, sumado a otras caracterizaciones socioculturales, inferían

que la salamanca era propia de los principales del lugar, donde hay “raíces indias”. Algunos de estos descendientes eran los que tenían estas prácticas diabólicas en contraposición con el catolicismo, expresado en la mayor parte de las comunidades. Éstos eran representados como ariscos, salvajes, en comunión con la naturaleza y con comportamientos fuera del común, representación históricamente internalizada que reproduce la premisa que marca la dicotomía civilizado/bárbaro.

Es así, que en el pueblo vecino de Tuama se construye esa identificación más directa con lo “indio” y sus prácticas, pues allá viven o vivían los descendientes y estaba la salamanca.

Es interesante observar cómo los manogasteños construyen identitariamente al vecino de Tuama y cómo desde este pueblo algunos tratan de negar esa identidad impuesta. Un elemento que permitiría reforzar esta construcción, es el aislamiento del poblado en una región de montes y sobre todo la presencia indígena en Tuama hacia fines del siglo XVIII según los padrones de indios (Togo et al. 2009), donde el pueblo era mucho más numeroso que el de Manogasta, y si bien luego se comenzó a desestructurar (en la actualidad existen pocas familias), esa presencia y su huella en las prácticas parecen haber quedado impresas allí.

Carlos Bonetti

Fuente: Retratando Silipica, Santiago del Estero

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