El Clima en Santiago del Estero

14/3/17

Una vieja crónica nos permite conocer algo más al enorme “Coquito” Caceres



Por Roberto Vozza.
Extraída de una vieja crónica de Sebastián Lopez. Fotos Omar Estanciero

El conocer más cercanamente aspectos de la vida de aquel célebre “juglar” de las calles santiagueñas, “Coquito” Cáceres, resultó siempre un misterio pero que no dejó por ello de engrandecer aun más a quien se reconoce como un mito popular.

En estos días, repasando el enorme archivo personal de crónicas del folklore santiagueño que atesora un cultor de estas cosas como lo es Omar “Sapo” Estanciero, aparecieron algunas notas dedicadas a él. Son publicaciones de larga data pero que no mucho aportan para conocer en profundidad a quien fue un cantor popular con un sinnúmero de anécdotas graciosas que quedaron para la historia.

Sin embargo, en la entrevista que le hizo Sebastián López, destacado periodista de “El Liberal” de entonces, y que se publica el 27 de junio de 1971, se rescata algo de la intimidad del inolvidable trovador.

El encuentro fue en aquella humilde morada que Cáceres habitó en la calle Caseros casi Alsina. “Un galpón de incompleto techo de chapa por donde se podía ver el cielo, donde Coquito, sentado en un destartalado catre, rasguea suavemente su vieja guitarra acompasando una chacarera que rebota en las paredes donde de un clavo cuelga una deshilachada camisa a cuadros”. Y describe el periodista:”una nota de color en el ambiente frio del piso de tierra recién barrido”.

La pregunta inicial fue cuando nació.” Seis años antes del comienzo del siglo XX (1894), en octubre, cuando las flores revientan; por eso soy alegre. Mirando a otros aprendí a rasguear la guitarra para meterme por esos arrabales de ranchos de quincha y perros desatados y codearme con bohemios y doctores”, contesta.

Cuenta que por 1935 integró la orquesta “Blanco y Negro” que componían, entre otros amigos de su juventud Pedro Ríos y Juan Loto; mas después se dedicó a la música y el canto solo para actuar en fiestas. Así anduvo por todos los rincones de la provincia como Villa Brana, Las Tinajas, Campo Gallo, Los Telares, Averías, Salavina, Silípica, animando reuniones familiares y en boliches alumbrados a querosén.

Un día se fue a Tucumán con el mismo objetivo donde permaneció cinco años. Después lo tentó Buenos Aires tras un trabajo más rentable. Allí ofició de maestro pastelero pero sin dejar nunca la guitarra que lo acompañaba a todos lados.

Y volvió a Santiago para rehilar su bohemia y habitar aquel modesto refugio de la calle Caseros, que en un tiempo compartió con su hermano Juanito - conocido por sus improvisados sketchs unipersonales - para cantar por las calles de la ciudad y alternar el desaparecido “Rincón de los Artistas”.

Y mientras el diálogo sigue, el periodista entrevistador observa y describe…” en un brasero próximo, cuatro leños encendidos calientan la triste comida del mediodía. Hierve el agua en la cacerola entibiando un pedazo de hueso y dos papas negras mal peladas que rendirán más tarde tributo al hambre de este viejo cantor de soledades”…

Y no faltó la anécdota, graciosa pero “no inventada” como el mismo dice, como ese cuento que afirma que era hijo de Gardel… “Pero si, es cierto. Un día cuando iba a una farra en Chumillo me alcanzó un tipo manejando un carro y me invitó a subir… “Yo le contesté… estás loco! no quiero morir en un accidente como Gardel, mi papá!...

Sobre el final de la entrevista reveló haber compuesto algunos temas, no poco graciosos por su contenido ingenuo. Pero uno, titulado “La Monzonera” sintetiza la vida de un bohemio trasnochador cuando expresa…”con mi guitarra voy siempre cantando por los caminos, sin saber cómo ni cuándo encontraré mi destino”.
"Para mí no hay rumbo fijo, voy a donde corre el viento; y aunque sufra lo que sufra, siempre me verán contento

Coquito Cáceres le puso música a una chacarera trunca titulada “Huella del destino”, y cuya letra es obra de quien fue su protector, don Pedro Evaristo Díaz. Está registrada en SADAIC pero solamente como autoría de don Pedro porque Coquito no aceptó figurar.

Entre las memorias de Diaz existe una partitura musical de esa chacarera donde se impronta su nombre y el de José María Cáceres que no es otro que “Coquito”. Ahí se revela su autentico nombre.
Justamente, el dueño del “Rincón de los Artistas” decidió un día en un gesto de enorme sensibilidad humana alojarlo en su casa de Moreno y Alsina.

“Se manifestó ser un hombre afable, correcto y muy educado, y para mí fue una suerte de abuelo postizo”, supo recordar en estos tiempos Chuni Cardozo, nieto de Díaz.

Seguramente ello aconteció coincidiendo con la entrevista de Sebastián López, quien describe al mítico cantor, con casi 78 años de edad, como ya viejo y enfermo.

Por lo demás, siguen las incógnitas como saber donde nació, en Buenos Aires o Santiago; o de donde vino y si tuvo familia… Tampoco se supo de su final terrenal, cuándo ocurrió y quien se hizo cargo de sus restos mortales. Probablemente, y a modo de ocurrencia, estos habrían sido sepultados en el osario común del cementerio de La Piedad… Nadie se enteró ni se publicó…Acaso siguiendo el derrotero del solitario y romántico cantor del pueblo que quedó convertido en leyenda…
Publicada en Facebook por Patio Santiagueño

No hay comentarios: