Aunque ahora pueda parecer surrealista, es cierto que en los
60 muy poca gente tenía heladera, en sus casas. Tenerla era casi un artículo de
lujo que muy pocos se podían permitir. La mayoría las tenían en los bares, que
eran armarios con una fila de puertas arriba y abajo y con un compartimento
para el hielo.
La verdad es que se compraba lo que se iba a utilizar en el
día, yendo al mercado de abastos.
Las heladeras tenían la particularidad de que no eran
eléctricas, simplemente eran unos armarios de madera con una capa de corcho
intermedia y unas puertas con juntas de goma para hacerlas estancas.
Generalmente por dentro estaban forradas de zinc con algunas estanterías. Solía
tener un compartimento en la parte alta, al que se accedía por el techo del
armario o en por el frente en la parte superior. Luego tenían la puerta que
daba acceso a la cámara donde se guardaban los alimentos y en la parte de abajo
tenían un cajón bastante grande donde se acumulaba el agua del deshielo.
El funcionamiento era muy simple, se compraba una barra de
hielo y se metía en el compartimento superior de la nevera. Durante el día se
iba descongelando y lo que había dentro estaba fresquito. Al día siguiente
había que vaciar el cajón del agua donde se recogía lo que se iba derritiendo.
Recuerdo que mi padres y tíos compraban en el
mercado, las barras de hielo para las fiestas, despachaban por el pasaje
Castro, y las colocaban en la casa de mis abuelos paternos en la pileta de
lavar con las bebidas abajo y aserrín, para que duraran más. Publicado en FBK por Patio Santiagueño
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