Por Sara Diaz de Raed
La historia mantiene siempre vivo el recuerdo de los grandes
héroes que lucharon por la libertad y la independencia.
Junto a ellos, algo ocultos en la penumbra, tienen también
su sitio otros hombres sencillos, que hoy nutren nuestro espíritu con el
ejemplo de su no menos valioso heroísmo y de su abnegación.
De entre ellos, extraemos el de dos santiagueños, hombres
humildes uno se llamó Alejandro Ferreira. Conocido con el cariñoso apodo de
Alico o Alicu. El otro e chasqui Venancio Caro.
Cuando estalló el movimiento revolucionario de mayo de 1810,
Alico se puso al servicio de la causa de la patria. Por intuición, se orientó
de modo firme y seguro, hacia los principios de la naciente emancipación
americana. Alico fue un soldado de gran vocación de servicio y con esa cualidad
se incorporó, para cumplir funciones de arriero y baquiano, al primer ejército
de la patria, el que se conformó para desplegar sus afanes en el Alto Perú al
mando de Ortiz de Ocampo.
De capacidad probada, se le confió la misión de conducir el
ganado. Ferreira era un entusiasta unitario y fue baquiano del general Lamadrid
en su lucha contra Facundo Quíroga. También lo fue del general José María Paz
en 1830-31 y del general Juan Lavalle, éste último a quién no conocía. Eran los
tiempos de la gran división fratricidad en la familia argentina entre dos
grupos antagónicos: unitarios y federales.
Corría el año 1840, varios generales combatían a los
caudillos regionales, Lavalle desde el sud, Paz desde el centro y Lamadrid
desde el norte argentino. Lavalle acababa de sufrir la derrota de Sauce Grande
y se encontraba en el puerto de Diamante, en Entre Ríos. El gobernador de
Tucumán, Marco Avellaneda, organizaba la coalición del norte y con ese motivo
le entregó el mando de las tropas de la misma al general Lamadrid.
Ibarra mandaba en Santiago y López en Santa Fé. El momento
era grave y había que mandar un emisario con un mensaje importante.
Pero además, se requería encontrar al hombre que no sólo
fuera bravo y sacrificado, sino conocedor del camino, poseyera instinto de
orientación y ofreciera garantías de absoluta fidelidad a la causa hasta el
martirio. El elegido fue Alicu.
Lamadrid lo llamó a su presencia y le dio la orden:
-"Alico ¡Te he llamado para confiarte una misión
delicada en nombre de la Libertad. Debes disponerte a cumplirla o a
morir"!
-"Pierda cuidado, mi general"- le respondió, sin
dudar.
"Buena suerte, Alico ¡" lo despidió, casi con
emoción.
El arriero montó a caballo y desde la eminencia de su apero
gaucho escrutó el horizonte. Recogió en sus pupilas la lejanía, agudizó su
instinto de orientación y partió. Días después, pasaba por Santa Fé con un
arreo de bueyes, para no llamar la atención llevando en el hueco de un cañón de
pistola (forrada en cuero y trenzada con tientos, como el cabo de un rebenque)
las comunicaciones que el general Lamadrid le había ordenado poner en manos del
general Lavalle. En el puerto de Diamante, entregó el mensaje. Silencioso,
pleno de coraje y modesto como las palomas mensajeras, fue portador de un
pliego con importantes decisiones.
José Alejandro Ferreira fue un arriero de capacidad probada
como tal, pero a la vez, con dotes de idoneidad para defender la causa y un
fervor patriótico a toda prueba. Supo ganar distancias en los largos caminos de
la pampa y de la selva.
Su alma, nacida para la libertad, debió estar contenta, pues
pudo vivir lo suficiente para ver el triunfo de las ideas a las que dedicó su
vida, con el sacrificio propio de los héroes silenciosos. Su ejemplo, nos
permite afirmar que nadie, por modesto que sea, es incapaz de servir con
abnegación a la patria, cuando arde en su pecho el fuego del patriotismo.
Venancio Caro allá por el año doce, llevo el correo de
Santiago, galopaba caminos largos para cumplir con su misión. Un buen día el
chasqui gaucho agonizaba, dicen en la estancia del rosario, sobre el camino del
bracho.
De su libro "Anecdotario santiagueño".
Publicado por Fundacion Cultutal Santiago del Estero
EL CHASQUI VENANCIO CARO
Ciento trece años cabales
Galopan caminos largos
Ya en el final de la posta
Sin caballo va llegando.
Allá por el año doce
Llevó el correo de Santiago
Cuentan trompetas de fama
Con oficio de Belgrano.
La medallita que guarda
La vela y el relicario
Las monjitas de Belén
Le dieron para resguardo.
Con nubes anaranjadas
Riñen a muerte sus gallos
Y el chasqui gaucho agoniza.
Silencio de cielo y campo.
En la estancia del rosario
Sobre el camino del bracho.
Descansa ya para siempre
El Chasqui Venancio Caro.
1 comentario:
hola, como están. deseo saber mas sobre este tema, el de Venancio Caro, el chasqui de guerra de Belgrano, si saben el porque, si llevaba algún parte de guerra, etc.
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