Ferratel Mora, explica que el
mito puede ser interpretado como “la
narración de un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el
tiempo fabuloso de los comienzos... el mito cuenta cómo gracias a las hazañas
de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta
la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie
vegetal, un comportamiento humano. Es, pues, siempre el relato de una creación,
se narra de que cierta manera algo que ha sido producida, que ha comenzado a
ser. También se puede decir que es una narración, que trata de explicar,
recurriendo a la imaginación, hechos que de otra manera, serían inexplicables”.
En el mito, los protagonistas son
seres con características especiales, sobrenaturales, que poseen fuerza,
astucia, inteligencia y poder sobrenatural. Es posible diferenciar el mito de
la leyenda, porque en esta última, a pesar de poder ser un relato ficticio, con
elementos incomprensibles, mágicos o sobrenaturales, los que intervienen son
hombres.
Podríamos afirmar que el hombre,
pierde su independencia y libertad, de acuerdo a lo establecido por el relato
mítico, pierde apertura a un espectro de posibles explicaciones o visiones del
mundo, solamente concibe una como valedera, la mítica, la sagrada, la
sobrenatural, aquella que el creó. En cuanto a los conocimientos adquiridos a
través del mito, poseen un valor psicológico muy importante por proporcionar
tranquilidad y seguridad ante la adversidad.
Son los postulados inmutables,
que en esta área del saber humano se proponen, los que tienen un especial
atractivo por liberar al espíritu humano de la evaluación ética, y de la
correspondiente toma de decisiones ante los acontecimientos de la vida.
Edificados y evaluados por una autoridad moral, no es necesario correr el
riesgo de las interpretaciones personales.
Los mitos pueden estar basados o
no en hechos reales, y no existe la posibilidad de su comprobación. Cuando el
mito es comprobado como verdadero, deja de serlo para convertirse en historia.
Para el Dr. Canal Feijóo
resultaría quizá posible, de algún modo, vincular nuestra leyenda a algunos
mitos de creación en los que se alude al Diluvio.
El que efectúa una mención de
varios mitos de la India, en los que figuran un hermano y una hermana como
únicos sobrevivientes de un diluvio, es Lord Raghan y señala que se salvaron al
buscar refugio en un árbol. “Los mitos de
las tribus de la Malasia son análogos, en uno de ellos, el primer hombre tuvo
su origen en el tallo de un bambú gigantesco, y en otro, la luna solamente es
creada después del Diluvio”. “Los
indios Chiriguanos de Bolivia narran que su tribu, cierto día, fue ahogada por
un diluvio, excepto un hermano y una hermana de corta edad, que flotaban sobre
el agua sostenidos por una gran hoja, hasta que las aguas se retiraron; de la
unión de los dos sobrevivientes proviene toda la tribu”.
Basándose en estos antecedentes,
sostiene Canal Feijoo, que prueban “la
conexión generalmente aceptada hoy entre el Diluvio, el incesto y la creación”,
pretende Lord Raghan reconstruir el sentido real de los ritos de creación, en
los que discierne los siguientes elementos: todos suponen un lugar determinado
de celebración, indudablemente una colina o una loma señalada por un gran árbol
(árbol sagrado); supuesto el Diluvio ( en el rito reaparece por conexión mágica
con el mito general), se presentan los dos hermanos “empinados en la copa del árbol sagrado”, en el que quizá habrá “una construcción que representaba un barco”
(el arca) y finalmente venía un sacrificio humano” cuya víctima señalada era el
hermano. Indudablemente antes del holocausto debía sin duda consumarse (real ó
simbólicamente) el rito genesíaco. Es en el esquema hipotético de Lord Raghan,
donde cada una de las fases de la celebración, contiene su sentido esencial, y
el mito que constituye la historia de ese rito, o su leyenda, “aparece a esa luz perfectamente articulado”.
Lo que verdaderamente interesa
encontrar, en los antecedentes etnográficos mencionados y en el esquema
hipotético de Lord Raghan, son los datos literalmente coincidentes con los que
articula nuestra leyenda, a saber:
* La intervención de un hermano y
una hermana.
* La presencia de un árbol
singular.
* La desaparición del hermano,
que acaso, en algún momento estuvo con su hermana en la cima del árbol.
Conjunción ritual, que rememora quizá el primitivo “matrimonio real”,
consanguíneo, sagrado.
* El llamado de la hermana
(“Turay, Turay,... “) que significaba tal vez la busca ritual a cargo de ella.
Al decir de Canal Feijóo:
“nuestra leyenda se centra sobre esta apelación y la trasmuta en un lamento
desolado”. Interrogándose ¿Encerraba originariamente la leyenda del Kakuy un
mito lunar o un mito de creación?; ¿Quién podría afirmar o rechazar de un modo
absoluto este supuesto?, proponiéndose asociaciones y sugestiones y
confiriéndole a nuestra leyenda un trasfondo extraordinario.
Bajo estas perspectivas esbozadas
reviste gran interés para este estudioso, aceptándola en la forma ingenua de la
narración popular y aún de la elocuente trascripción de Ricardo Rojas.
Para aquellos que desearan
conceder a la leyenda, la categoría de antiguo mito indígena, dejamos a su
cargo la presunción de las desfiguraciones y desviaciones que debieron inferir
necesariamente al relato original, los nuevos órdenes de la moral y de la
religión que interfirieron en la historia del continente.
La Licenciadas Elsa Danna de
Dorado y Adriana Del Vitto, en el artículo de su autoría “El Eterno Presente
del Mito: Bacanales y Teleseadas; Ed. Revista Nuevos Caminos; Año 8; Nº 19;
Julio de 1.999” señalan que “la
existencia de una memoria colectiva, de un inconsciente colectivo, explica el
eterno retorno de los mitos, aún en culturas de diferentes cosmovisiones”.
Aseveran que, adentrarse en el terreno de lo mítico no resulta fácil y mucho
menos enunciar una definición que englobe toda su esencia.
Mitología
Santiagueña
Al momento de la llegada de los
españoles al Tucumán, Santiago del Estero estaba poblada por numerosas tribus
de aborígenes. Como estas culturas no usaban la escritura, se las conoce por su
obra, que poco a poco se está redescubriendo y por las narraciones y crónicas
de los conquistadores. De la unión de las supersticiones medievales de los
españoles y de los mitos de los indios, surge la Mitología de Santiago del
Estero, estudiada meticulosamente por el Dr. Orestes Di Lullo.
Deidades de la Mitología Santiagueña
El Toro
Supay (El Toro Diablo)
Es representado por un hermoso
toro negro, con cuernos de oro. Se lo concibe relacionado con la creencia
española, del familiar, un ente diabólico, que mediante un trato secreto
protege a una persona, dándole riquezas, bienestar y éxitos. En el campo, estas
riquezas están generalmente relacionadas con el ganado vacuno. Todo esto hasta
el momento de la muerte, que es cuando el toro viene por lo suya, el alma y la
hacienda. Como el ganado vacuno fue introducido por los españoles, el Toro
Supay, es un mito importado por los conquistadores españoles.
El
Sacháyoj
Es el protector del monte y su
fauna. Se cuenta que se presenta en forma de persona o animal. En este caso
aparece como presa fácil para el cazador. Si éste comete la imprudencia de
perseguirlo se perderá en el monte para siempre. Su nombre quichua está compuesto
por Sacha (monte) y el morfema de posesivo –yoj, significa que tiene campo, que
es su dueño.
El
Pampayoj
Es una variante del Sacháyoj,
pero con más poderes que éste. Su nombre quichua está compuesto de Pampa, campo
abierto, zona rural y el posesivo –yoj que tiene campo que es su dueño. Se
presenta en distintas formas y puede tener trato con una persona a la que
protegerá en vida como el Toro Súpay y también como ésta a su muerte le llevará
el alma y las riquezas que le dio.
El
Ckaparilo
Es una variante del Sacháyoj. Su
nombre quichua está compuesto de ckapáriti (gritar) y el morfema adjetivante de
aumentativo quichuizado –lo, significa: que tiene mucho, que es gritón. Es
protector de la selva y las colmenas, remeda el grito de las aves y de los
meleros e imita sus golpes de hacha calando los árboles para extraer su miel.
Si el melero comete la imprudencia de seguirlo en la dirección de su grito se
perderá en el monte para siempre. Al Ckaparilo nadie lo ve, se lo oye
únicamente.
El Tanicu
Es la deidad de la carestía. En
el Dpto. Salavina, se lo conmemora con su fiesta el primer domingo de octubre.
Su celebración consiste en una reunión donde se come abundante comida, se bebe,
se bailan danzas folclóricas regionales y se arrojan para los niños en señal de
abundancia, bizcochitos fritos. Este imprescindible ritual se denomina la icha,
voz quichua, que significa la derramada. Con esta celebración se asegura la
protección del dios durante todo el año. En el Dpto. Atamisqui lo llaman Múchuy
(carestía).
La Umita
Es una deidad del monte,
nocturna, que a la vera de los caminos rueda en forma de una cabeza de larga y
abundante cabellera. Se comenta, que casi nunca se la ve, pero se oyen sus
quejidos de acento humano. Nadie le teme pues se sabe que a los viajeros los
protege de los malos espíritus. Se cree que es originariamente americana. Su
nombre quichua está compuesto de: uma (cabeza) y el diminutivo castellano –ita,
por lo cual significaría cabecita.
La Mayu
Maman
Sirena de nuestros ríos, cuyo nombre
quichua está compuesto de: mayu (río), mama (madre), -n (posesivo: su, de él o
ella), lo que se interpreta como, la madre del río. Aparece en forma de una
hermosa mujer rubia que peina su cabellera con un peine de oro. Llama a los
hombres y si éstos se le acercan los abraza y se hunde con ellos en el agua. Se
cree que fue introducida por la conquista española.
La Sachap
Maman
Deidad temida, su aparición en el
monte, especialmente de noche, produce terror. Se presenta en distintas formas,
tanto humanas como de animal. Su nombre quichua está compuesto de: sacha
(monte), -p (posesivo de ella), mama (madre), -n (su, de ella), significa:
madre del monte.
El Nina
Quiru
Cuentan que emite una luz potente
que enceguece por lo que nadie puede observarlo, aunque no es peligroso. Se lo
supone en forma de ave o de insecto. Su nombre quichua está compuesto de: nina
(fuego) y quiru (diente), significa: diente de fuego.
La
Salamanca
Es un lugar oculto entre los
breñales, de difícil acceso, diabólico, donde el diablo enseña sus artes y
acuden los que se inician en la práctica del maleficio o los que van a aprender
toda suerte de maña, destreza o habilidad para destacarse en la pelea, en el
amor o en el trabajo. Allí se baila, se hace música, se celebran aquelarres
(conciliábulo nocturno de brujos) y orgías, a la entrada existe un cristo
“cabeza abajo” al que hay que pegar y escupir, mas adelante se ven animales
repugnantes y asquerosos: arañas peludas, sapos, escuerzos, víboras etc. Luego
de ser sometido a varias pruebas, si el visitante resulta vencedor, puede pedir
lo que quiera. Caso contrario se vuelve loco al salir. Se dice que la música
sólo deja de sonar cuando alguien se arrima a la cueva y que los animales que
pasan cerca se “espantan” y huyen despavoridos.
El Kakuy
Según esta leyenda, una pareja de
hermanos vivían solos en el bosque. El hermano varón, le prodigaba a su hermana
tanta ternura y cuidado, que nunca se conoció mayor afecto fraterno. Los
sentimientos eran tales que incurrían en incesto. Del bosque le traía las
mejores frutas, flores, miel, carne de sus animales predilectos y peces. En
cambio sólo recibía de ella el trato más cruel. Cansado de tanto tormento, un
día la invitó al bosque a comer miel. Cubierta la cabeza con una manta para
protegerse de las picaduras de abejas e insectos empezó a trepar ayudada por su
hermano. Cuando le hermana se encontraba en lo alto de la copa del árbol, el
hermano podó las ramas del árbol y una vez concluida la tarea desapareció. Sola
quedó la muchacha. Al ver que no acudía su hermano, llamó. Llamó muchas veces y
como no obtuvo respuesta, levantó el manto que la cubría, para recién darse
cuenta de su tragedia. Gritó desesperadamente. Solo el eco lejano le
contestaba. Pronto la noche cubrió el bosque. Tras horas de agonía y espanto,
sus dedos se transformaron en garras curvas, de uñas afiladas, y los brazos en
alas. Al tiempo, sin respuesta de su hermano y transformada en pájaro, levantó
vuelo. Desde entonces, su canto llama al hermano: “¡KAKUY, TURAY, TURAY!”.
El Alma
Mula
Cuenta la leyenda que suele
escucharse en las noches sin luna rebuznos desgarradores de una mula y ruido de
cadenas. Los que la vieron dicen que tiene los ojos brillantes y rojos como
sangre y que de su boca echa fuego.
Muchos hombres con coraje, armados
de rosarios y puñales de plata con el cabo en forma de cruz intentaron matarla.
Algunos nunca más regresaron, otros regresaron heridos y locos.
Las pocas veces que lograron
herir a este maldito animal, casualmente alguna persona de la que se sospechaba
mantenía relaciones incestuosas, apareciá con lastimaduras en el mismo lugar y
de la misma forma que las que se habían producido a la extraña mula.
Este mito popular santiagueño se
repite con variantes en todo el territorio. Su significado es justamente demostrar
que las personas que tienen relaciones sexuales con parientes consanguíneos, se
transforman en bestias que atacan a la sociedad y a la vez son atacados por
ella, sufriendo la verguenza y el dolor de faltar a principios éticos y
morales.
La Telesita
La ternura popular la apodó
Telesita, aunque no faltó quienes le dieran nombre y apellido (Telésfora
Castillo) para certificar su existencia.
Cuenta la leyenda que vivía en la
espesura del monte, del cual salía al escuchar los acordes melodiosos de la
música. Sola, descalza y desgreñada llegaba y se ponía a bailar. Bailaba sola,
embriagada en el delirio de la danza. Al amanecer partía rumbo a su monte
familiar, por las costas del Río Salado.
En una fiesta no apareció. Los
paisanos, extrañados por la ausencia, salieron en su búsqueda. Sólo encontraron
su cuerpecito calcinado por las llamas.
Murió joven, casi una niña. Y
desde ese día los paisanos la recordaban en todas sus fiestas. La recordaban de
la manera que a ella le gustaba: bailando y cantando, disfrutando de la vida.
¡Quién sabe donde nació su culto!
Tal vez fue casualidad, tal vez fue el destino, pero el pedido casi milagroso
hecho a la pequeña Telesita se cumplió.
Y poco a poco el baile fue
tomando su nombre. Y había más gente que pedía. Que pedía lluvia, que pedía
encontrar un animalito perdido, pedía por su salud deteriorada, pedía todo en
el fragor del baile.
Este es un baile mágico, con un
toque cabalístico ya que el promesante debe bailar siete chacareras y tomar él
y su compañera después de cada vuelta, una copa de vino o licor; si llegara a
sobrar los únicos que pueden beberla son los músicos.
Las "telesiadas" no
tienen lugar ni fecha particular, están presentes todo el año. El promesante
ofrece al baile, la música, el vino y las velas que se consumen en su honor.
Finalizando el baile se quema un
muñeco de paja que la representa y que durante toda la fiesta está colgado en
el alero del rancho, con una cortinita blanca detrás.
Aquí nuevamente están presentes
los símbolos: el “blanco” de su pureza y virginidad, el “fuego” de su martirio
y purificación y a la vez el elemento que la la hizo deidad en la creencia
popular.
En nuestra tradición, Supay es el
genio del mal. Es conocido desde la civilización de los Incas y se lo relaciona
con las brujas y la Salamanca (especie de Academia donde se enseñan cátedras
diabólicas).
El Supay es muy temido y tiene
una singular capacidad metamorfósica, es decir adopta distintas formas para
manifestarse.
Puede aparecerse como un viento
llamado Huayra Muyoj, originado en el choque de dos corrientes de aire que
promueven un remolino, el que pareciera venir desde la espesura del monte
atravesando todo lo que encuentra a su paso. Por ello cuando sopla el viento se
oye decir a las mujeres temerosas, ¡Cruz! ¡Cruz! ¡Cruz! pidiéndole a Dios que
el maléfico remolino tuerza su rumbo.
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