En los aislados parajes y
alejadas poblaciones de la incipiente Provincia del Chaco, durante los últimos
cincuenta años del Siglo XX, algunos caminantes afirmaban haber tenido
encuentros con la “Mujer de Blanco”. Esta aparición se manifestaba como una joven
de hermoso cuerpo, vestida de tul blanco cubriendo su humanidad hasta los pies,
que levitaba, y acompañaba a los solitarios que se aventuraban durante las
noches en barrios periféricos o caminos de poco tránsito.
Personalmente recogí versiones en
lugares con preeminencia de población oriunda de la Provincia de Santiago del
Estero. Nadie afirmó ser atacado por el fantasma. En el peor de los casos,
ésta, le acariciaba sus rostros con el tul mientras caminaba a su lado, o
sentada en el “anca” (parte posterior del lomo) del caballo, sin proferir
palabra. El sentimiento de consternación y miedo fue aprovechado por las madres
de jóvenes audaces, que les advertían de la aparición, si salían de parranda
durante las noches, sobre todo en días laborables. Recuérdese que en esos
tiempos, no tan lejanos, por el arraigado machismo de nuestra sociedad, las
damas jamás andaban solas luego del oscurecer.
En la zona rural y barrios de Las
Breñas, había una especie de miedo colectivo a la aparición. Por ejemplo, en
una oportunidad, me tocó vivir una tensa situación de temor, ante la aparente
presencia de la “Mujer de Blanco”, que veíamos moverse, un grupo de estudiantes
secundarios que regresábamos de un baile en la zona rural, en una encrucijada
de caminos. Llegamos a dispararle con un arma de fuego, a la forma que, para
nosotros, muy sugestionados, veíamos levitar desplazándose de un lugar a otro.
Pasado el impacto inicial, y llevados por la inconciencia de la juventud y el
alcohol ingerido, fuimos a su encuentro, descubriendo que era un quebracho
blanco seco, descascarado, tumbado entre el ramaje, que brillaba con la luz de
la luna, sin que se haya movido jamás.
También escuché a muchos
descendientes de europeos en la Provincia de Misiones, hablar de este espanto
americano. En las cercanías de los Saltos de Tabaí (cercanos a la ciudad de
Jardín América), dicen, una mujer etérea, vestida de blanco suele sentarse
sobre el capot de los automóviles, para acompañar a los turistas durante un
corto trayecto. Otras veces se la observa flotando por la banquina de la ruta
nacional Nº 12, en el tramo entre el balneario y la ciudad.
La actitud siempre es de escapar
de su presencia, o de ocultar la cara. Pero algunos, con algo de descreimiento
y coraje han descubierto que se trata de pura sugestión. Por ejemplo, me contó
un criollo que residía en el Paraje Loro Blanco (en el triángulo formado por
Las Breñas, Corzuela y Pampa del Infierno, que cierta vez cuando regresaba de
la casa de su novia a caballo, se le sentó la mujer en el anca del caballo,
acariciando su cara durante un largo trayecto. Después de rezar profusamente,
haber soportado el miedo y transpirado con abundancia quiso tomarla, para
descubrir quién era. Descubrió se trataba de su pañuelo (llevado al cuello) que
con el viento le rozaba el rostro.
Pareciera que la mujer, en todas
las sociedades, ha despertado no sólo admiración en el sexo opuesto, sino que
además, se ha utilizado su imagen para infundir miedo. Y no es que haya
conexión entre el folclore de algunas regiones europeas, con el vernáculo.
Salvo la transmisión operada por los españoles durante el proceso de conquista,
el resto del viejo continente, casi no ha intercambiado acervos culturales. Por
ejemplo los irlandeses temen al lamento de la banshee, mujer que anuncia con
sus gemidos la muerte de un ser querido. El folclore irlandés tiene muchísimos
“testimonios” de su existencia. Dicen, tiene cabellera roja y sólo es vista, a
veces, por la persona que va a morir. (Los moribundos y sus familiares, en
pocas ocasiones alcanzan a verla cuando gime peinando su cabellera, junto a la
casa del condenado) Queda demostrado con esta creencia, que la fabulación es
parte del ser humano. Cuando cultiva su intelecto, alcanza abstracciones muy
elaboradas, de otro modo, genera simples duendes o fantasmas.
Por José Ramón Farias
No hay comentarios:
Publicar un comentario