Por Sara Diaz de Raed | Santiago del Estero, 1983
Cuando el sol quemante, seguramente engreído de su daño
creciente a la capa de ozono, amenaza reventar la gris dureza del cemento, el
otrora fresco y arbolado paseo, sacude la memoria de los que peinan canas. Y
también amaga una lágrima furtiva escaparse ante el inevitable cotejo entre
pasado y presente. Aquella avenida Belgrano, nacida de una premonitoria
sabiduría con sus dos manos angostas de circulación, la línea central de agua y
a sus lados las filas protectoras de árboles o esta turbulenta vía ensanchada
producto del ¿progreso?
Este artículo rescata los datos históricos de la que
originariamente se denominó “acequia real".
Pero aspira a la vez, en servir de cuña para el análisis sobre los modelos de
urbanización ungidos para una ciudad herida por la destrucción de su
patrimonio.
Estamos frente al primer "acueducto santiagueño", una de las principales construcciones
primitivas, que datan del siglo XVI. La acequia de la avenida Belgrano fue una sorprendente
obra de ingeniería que dio origen a la agricultura de riego. Nuestra "acequia principal", como se la
llamó primitivamente, por ser única y la de mayor caudal, al servicio de "chacras y sementeras", fue centro
de interés económico, político, social y religioso de la ciudad, desde los
albores de su existencia.
ORÍGENES DE SU FUNDACIÓN
Existen diversas opiniones sobre quién la mandó a
construir. Unos atribuyen la obra a los jesuitas y otros al gobernador Abreu y
Figueroa. De la primera teoría no hemos encontrado documentos que lo
atestiguan; de la segunda, sí. El gobernador Abreu y Figueroa escribe al virrey
del Perú el 20 de marzo de 1557 (transcurridos apenas, cuatro años de la
fundación de la ciudad) y dice haber "sacado
una acequia principal para riego de sementeras tardías y hecho repartimiento
dellas ques ymportante cosa".
Otro testimonio valioso es del Pedro Sotelo Narváez,
vecino de Santiago del Estero, que envió al presidente de la Real Audiencia de
la Plata, en 1.582, la Relación de las Provincias del Tucumán, expresando:
"Cógense trigo, mays, cebadas,
garbanzos, habas, ajos, cebollas y otras legumbres y hortalizas de España, así
en lo que este río baña como en una acequia que sacaron los cristianos, donde
hay recreaciones, pasa junto a la ciudad, y corre más de una legua..." Según
estos datos, la acequia es contemporánea a la fundación de la ciudad. Ambos
documentos demuestran, que este ensayo hidráulico existió ya a fines del siglo
XVI.
En tomo a la acequia giró la vida íntegra del pueblo
desde sus comienzos y en sus diferentes etapas, colonial, de la libertad, de la
independencia, autonomía y organización nacional. Ella hizo posible la
productividad de la tierra, y en más de cuatrocientos años satisfizo las
necesidades de sus habitantes. Así lo atestigua la Relación de Narváez cuando
dice que los indios juríes se alimentaban de "maíz, frisoles de muchas
maneras, y raíces como la yuca, aunque silvestres. No tenían frutas más que de
cardones diferentes, tunas, algarroba y chañar; los españoles y ellos tienen
agora frutas de España que se han plantado, viñas de que se cogen muchas uvas y
vino, duraznos, higos, melones, membrillos, manzanas, granadas; perales y
ciruelos no han dado fruto aún; hay limas y naranjas".
Los cultivos
hortícolas y frutícolas que se realizaron con el agua de la acequia atendieron
el consumo local desde la época colonial hasta avanzado el siglo XX. "Primera colonia agrícola bajo riego
artificial", la califica con acierto el estudioso de la historia Alberto
Figueroa Cueto. El rey, concedía como un privilegio, y por Cédula Real, rentas
especiales para su sostenimiento. Además de satisfacer necesidades de orden
agrícola-ganadero, el agua sirvió también para la edificación. Así lo
atestiguan la Actas Capitulares en 1.747, cuando esta arteria se secó " a
cinco años que no corre la sequía y Esta la Ciudad. En mucho inopia sin tener
una mata de berdura para los mantenimientos, y ni poderse hacer adoves para las
fábricas de casas y reparo de los edificios que se van arruinando...... A fines
del siglo XIX una promisoria industria nació en las riberas de la acequia, la
plantación de caña de azúcar, lo que dió origen a una fábrica que funcionó en
Contreras.
Indudablemente que la "ribera" ayudó al desenvolvimiento económico de la ciudad, por
el surgimiento de quintas, huertas, chacras, que aseguraron las cosechas.
APOYO A
EXPEDICIONES
La producción agrícola de las chacras, juntamente con la
ganadería, que tuvieron rápido desarrollo facilitaron los recursos necesarios
para costear expediciones que partieron de su seno a fundar ciudades. Esa ayuda
consistió en proporcionar alimentos para la caballería. Cuando Jerónimo Luis de
Cabrera marchó hacia la región de los comechingones a fundar la ciudad de
Córdoba, llevó "cuarenta carretas
cargadas de basamentos".
Ya en el siglo XVIII con la inscripción de las Actas
Capitulares, la acequia se convirtió en el centro de la atención municipal y
comenzó a vivir una existencia legal. Allá por 1.738 el Cabildo resolvió se dispongan
por este Cabildo todo el fomento necesario para las obras de la Azequia ".
En años posteriores el riego de las chacras se vió interrumpido por intereses
particulares, algunos de orden político, según se lee: "fue de la primera atención de su Señoría el
reparar los daños que se siguen de que el agua de la hasequia principal,
jeneralmente son dueños toda clase de personas de llebar el agua por donde a
cada uno le parece gozando uno de las conbeniencias del agua con daño general
de las chacras”. La existencia legal de la acequia no fue “muy limpia a causa de los artificios y
cabildeos de los Alcaldes de aquel entonces, que para aprovecharse de los
recursos propios de la Acequia, la "enlamaban y desenlamaban" con
más frecuencia de lo necesario",
expresa el historiador dr. Orestes Di Lullo.
RIBERA
Con el impulso dado a la agricultura comenzaron a
nuclearse en sus riberas numerosas familias. De ahí proviene el nombre de la
"ribera" con que fue conocida por mucho tiempo.
Sucesivas inundaciones del río Dulce, en 1.627 y 1.663,
hicieron que sus habitantes se desplazaran hacía el poniente. Entonces la
acequia se convirtió en el centro de la ciudad. En su vecindad comenzaron a
construirse los principales edificios, entre ellos la Catedral (la cuarta) y
tiempo después el Cabildo, solar donde funcionó durante mucho tiempo la Casa de
Gobierno, hoy asiento de la Policía Central. Algunos vecinos se trasladaron
cerca de la nueva plaza, centro de la ciudad actual.
Primitivamente los adjudicatarios de chacras y solares
registraban sus nombres en el plano de fundación de la ciudad. Más adelante, en
1.756, figuran en el padrón de la Acequia, los descendientes de los primeros
conquistadores, entre ellos de los González de Abreu y Figueroa, Hernán Mexía
de Miraval, Gerónimo Luis de Cabrera, Juan Ramírez de Velazco, don Francisco de
Argañarás y Murguía, Alonso de Vera y Aragón, Juan Juárez Baviano. Podemos
afirmar que esta "madre de ciudades"
no sólo transmitió su vitalidad al fundar núcleos de población, sino también les
dió sustento. Junto a esos descendientes, los clérigos y conventuales poseyeron
sus chacras o recreaciones, mercedarios, franciscanos, dominicos y jesuitas. Todos
ellos tenían chacras de su propiedad que cultivaban por medio de sus "yanaconas”.
Cierta vez, el gobernador
Hernando de Lerma pretendió despojar de sus yanaconas a los mercedarios. El
comendador manifestó que su condición de integrante de los primeros pobladores
y conquistadores les daba derecho, y que sin el cultivo de las chacras no podían
subsistir sus conventos, ni cumplir acción evangelizadora. Según consta en el
"padrón de la Acequia” de 1.756, "la fracción de la Merced es de dos
cuadras por dos. Por una parte se asoma a la acequia y por otra al camino del
Palomar que lleva a Manogasta. "La
manzana nº 52 perteneció al convento de Santo Domingo". La cuadra que
sigue al Sud, n* 52, fue de Alonso de Alfaro y la fracción n* 70 perteneció a
sus herederos.
En la revisión de documentos no hemos encontrado la fecha
que señale el cambio de denominación de “principal"
por "Belgrano”. Sólo anotamos
que durante el gobierno de Absalón Rojas, se dictaron leyes de carácter
edilicio, las del 4 y 22 de agosto de 1.887, disponen la creación de una plaza
y escuela denominadas Belgrano, ambas situadas en la zona sud, a poca distancia
de la acequia, las que conservan su ubicación actual.
CHACRAS Y
RELIGION
La Chacra de las Beatas fue un solar que perteneció al
Capitán Juan de la Cerda y Aragón y a su esposa doña Juana de Bravo de Zamora,
allá por 1.675. Una hija de este matrimonio, doña Josefa de la Cerca y Aragón,
juntamente con otras damas, se reunieron allí para llevar vida monacal, bajo
las reglas de la Compañía de Jesús. Cuando falleció la última de las religiosas
en 1.717, doña María Ibáñez del Castillo y Días Caballero, la Chacra de las
Beatas pasó a posesión de los sobrinos de doña Josefa, es decir a los Juárez de
Cantillana y Cerda y Aragón, antiguos poseedores ' desde la época del
Empadronamiento.
Otras religiosas, sor María Antonia de Paz y Figueroa
(fundadora de la Casa de Ejercicios en Buenos Aires), y sor Ana María Taboada,
que fundó el Beaterío de Belén en 1. 82 1, recibieron como donación del
presbítero Juan José Lami (Capellán y Consejero de la Casa de Belén), una
chacra que heredó de su abuelo el general Joséph López de Velazco. Tiempo
después se constituyó allí, el templo y asilo de Belén.
Cuando en 1.897, llegaban a Santiago las cuatro
primeras hermanas dominicas, se instalaron en una chacra sobre la margen
derecha de la acequia, donada por Ramón Iramaín. En 1.909, Elisa Gorostiaga de
Iramaín instaló en esa quinta a las Hermanas Terciarias Franciscanas de la
Caridad Enfermeras, en recuerdo de su hija Elisa, última heredera de la
familia. El cuidado de la acequia fue la principal preocupación del
gobierno de la ciudad. Así lo refieren las Actas Capitulares en numerosas
oportunidades. Frecuentes inundaciones, el desborde " corriendo el agua por las calles públicas y en particular en la
calle de la Merced en donde ha hecho madre”.
No obstante estos inconvenientes, en las riberas de la
acequia se congrego la población. Después se convirtió en una avenida
importante. Adornada primitivamente por hileras de sauces, luego se la
embelleció con álamos. Las viejas quintas, paulatinamente, fueron reemplazadas
por modernas construcciones que la convirtieron en una arteria residencial.
Por fin, con
cuestionables criterios de modernización, esta primera obra de irrigación que
amparó la vida de la ciudad por más de cuatrocientos años fue remodelada.
2 comentarios:
Gracias por esta información y por la foto (carecen fotos antiguas de Santiago), por suerte llegué de niño a conocer e incluso a bañarme en la acequia, ya cerca de su muerte. Saludos y gracias de nuevo
Yo vivía a una cuadra de las acequias de Belgrano y Sáenz Peña y allí nos bañabamos diversión de niños traviesos y pesca de pequeños peces que guardábamos en frascos de vidrio y eran adorno en nuestro pobre hogar. Éramos felices realmente
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