En noviembre de 1819 -tiempos de revueltas internas y
enfrentamientos armados en la frontera Norte con las milicias realistas-,
Bernabé Aráoz fue nombrado gobernador de Tucumán, y a los pocos días, a través
de un congreso elegido especialmente, hizo promulgar la constitución de la
República de Tucumán, sosteniendo que era la respuesta regional al problema del
país anarquizado. Sin embargo, Salta y Santiago del Estero decidieron no
sumarse a la nueva entidad político-territorial gestada por Aráoz (En ese entonces,
el nombre de república no significaba más que “estado” en su sentido local o
nacional). Desde los días de los levantamientos del coronel Juan Francisco
Borges, en 1815 y 1816, Santiago del Estero tenía latentes aspiraciones
autonomistas que se reavivaron durante el gobierno a Bernabé Aráoz.
La chispa revolucionaria se encendió cuando los cabildantes
santiagueños -presionados por Aráoz para elegir representantes que le fueran
adictos-, decidieron convocar al comandante del Fortín de Abipones, Juan Felipe
Ibarra, para enfrentar a las tropas del capitán Echauri, enviadas por Aráoz
para instigarlos. El 31 de marzo -en plena Semana Santa-, se produjo el combate
que dio el triunfo a las huestes de Ibarra.
Obtenida la Autonomía Provincial de Santiago del Estero en
forma definitiva el 27 de abril de 1820, el gobernador de Tucumán, general
Bernabé Aráoz, no se conformó con la secesión político-geográfica del
territorio que, hasta entonces, había integrado la Gobernación-Intendencia
(ahora República) que gobernaba. Intentos militares, escaramuzas limítrofes de
partidas invasoras y continuas amenazas provenientes de Aráoz, llevaron al
gobernador santiagueño, comandante Juan Felipe Ibarra, a organizar también sus
tropas y estacionarlas cerca de Vinará, posta estratégica y población
colindante con la provincia de Tucumán, en el departamento Río Hondo.
Simultáneamente, solicitaba la mediación del gobernador de Córdoba, general
Juan Bautista Bustos, que ya había reconocido la autonomía santiagueña e
invitaba a todas las provincias a elegir diputados para reunirse en Córdoba y
proceder a la organización constitucional del país, ya que habían caducado
todas las autoridades nacionales después de la renuncia del último directos,
general Rondeau y la disolución del Congreso Constituyente de 1816-1820. Ibarra
se dirigió asimismo al gobernador de Salta, general Martín Miguel de Güemes,
buscando ayuda, porque Güemes sufría idénticas hostilidades de parte de Aráoz,
que le impedían organizar una división auxiliar para marchar sobre el Alto
Perú, en ayuda combinada con el ejército del general José de San Martín que, en
esos momentos, operaba sobre los realistas del Perú. Las hostilidades latentes
durante todo el año veinte afloraron a comienzos del siguiente, cuando una
partida armada en Tucumán (donde Aráoz acogía a los enemigos locales de Ibarra
allí refugiados), bajo las órdenes del capitán Gregorio Iramaín y el coronel
tucumano Pedro Roca, invadieron Santiago el 18 de enero de 1821.
Resurgió la guerra tucumano-santiagueña, y el 1 de febrero
el gobernador Güemes se dirigió al Cabildo salteño haciendo conocer su decisión
de ayudar a Santiago del Estero ante la invasión que sufría, y participar en la
contienda junto al gobernador Ibarra. El 5 de febrero, en el combate de Los
Palmares, Ibarra derrotó a las fuerzas de Iramaín-Roca, aprestándose a repeler
nuevas invasiones, pues Aráoz organizaba su propio ejército con el fuerte
armamento que había quedado de los restos del Ejército del Norte en Tucumán,
puesto al mando de expertos veteranos de guerra. El coronel Abraham González y
el coronel salteño Eduardo Arias, que defeccionó de la guerra gaucha y se
exilió en Tucumán al servicio de Aráoz. Cabe señalar que el 13 de marzo de
1821, el gobernador salteño, Martín Miguel de Güemes, declaró la guerra a la
República de Tucumán, argumentando que Bernabé Aráoz no había querido
contribuir para el mantenimiento de la campaña del Alto Perú.
Güemes, por su parte, mandó un contingente para reforzar el
ejército de Ibarra al mando del coronel Alejandro Heredia, de origen tucumano,
enrolado con los salteños. Graves y fundadas sospechas se manifestaron acerca
de la poca disposición de Heredia para enfrentar a sus comprovincianos, y de
tentadoras propuestas de Aráoz a fin de arreglar una solución pactada. El hecho
es que las tropas tucumanas se enfrentaron con las santiagueño-salteñas en el
Rincón de Marlopa, el 3 de abril de 1821, en proximidades de la vecina capital,
y los comandantes Gonzáles-Arias vencieron a Ibarra-Heredia en el
enfrentamiento. Como consecuencia del mismo, los salteños se volvieron a su
provincia, pues Güemes los precisaba para hacer frente a una conspiración
interna, que estalló el 24 de mayo, con el fin de derrocar su gobierno, y los
santiagueños retrocedieron hasta Vinará y allí acamparon para prevenir una
nueva invasión a su provincia.
Uno de los pactos preexistentes a la Constitución
En esos momentos llegó a Santiago un mediador enviado por el
gobernador Bustos, de Córdoba, quien quería evitar los conflictos internos, a
fin de apresurar la reunión del Congreso Nacional en Córdoba, y organizar el
país dentro de los principios federales. Era el doctor Andrés Pacheco de Melo
quien, luego de conversar con Ibarra, se dirigió a Tucumán y comenzó a negociar
el tratado de paz entre ambas provincias. Estas gestiones, comunicadas también
a Güemes, tuvieron éxito al nombrarse los delegados para la redacción
definitiva del tratado: el Presbítero Pedro León Gallo por Santiago del Estero
y el Presbítero Pedro Miguel Aráoz (hermano de Bernabé), por Tucumán. El
diputado cordobés sirvió de garante a sus cláusulas, y los negociadores lo
firmaron en Vinará el 5 de junio de 1821, constituyéndose en uno de los Pactos
Preexistentes que invoca la Constitución Nacional y en el primero del Norte.
Cronológicamente, es el cuarto de los pactos fundadores, después del de Pilar
-febrero de 1820-, de la Costa de Avalos en abril, inspirado por Artigas, y de
Benegas, en noviembre de 1820. Así quedaba sellada la paz entre Tucumán y
Santiago, con el compromiso de auxiliarse recíprocamente ante cualquier ataque
o amenaza. Ambas provincias conservarían su independencia y cualquier problema
territorial sería dirimido por el Congreso Nacional a reunirse en Córdoba, al
cual debían concurrir Tucumán y Santiago; se obligaban a concurrir al Congreso
e invitaban a Salta a adherir al pacto y a la invitación del gobernador Bustos.
Ayudaría a Salta en su lucha contra los invasores realistas, y se devolverían
prisioneros.
Dos días después de la firma del Pacto de Vinará, el 7 de
junio por la noche, Güemes era emboscado en Salta por el militar español José
María Valdéz. En la encerrona resultó herido y logró dirigirse a caballo hacia
el río Arias, donde fue asistido y transportado en camilla para dirigirse hasta
el Chamical, pero pese a los cuidados de su médico, el jefe gaucho murió en el
trayecto el 17 de junio.
El 21 de agosto, era depuesto Aráoz del gobierno y
reemplazado por el coronel Abraham González, su antiguo lugarteniente, quien
ejerció el mando hasta el año siguiente. Separado Aráoz, la paz entre Tucumán y
Santiago quedó afirmada.
Aunque las guerras civiles no terminarían, a partir del
Pacto de Vinará, Santiago del Estero sentaba el primer precedente en el Norte de crear las
condiciones fundamentales de paz interior y entendimiento entre estados para la
firma del Pacto Federal de 1831 y sus posteriores adhesiones, el cual funcionó
en los hechos como una Constitución de la Argentina que se organizaba como
Nación, hasta la sanción de la Carta Magna de 1853. De ese modo, el ideal
autonomista y federal de Santiago del Estero, que era una consecuencia de la
Revolución de Mayo, se afianzaba en los hechos con su institucionalización en
marcha, despejando injerencias y amenazas extrañas en la determinación de su
destino.
Resúmen
El Pacto de Vinará, firmado el 5 de junio de 1821, puso fin
a la guerra que mantenían
Santiago del Estero y Tucumán en los tiempos iniciales de
nuestra Nación, constituyéndose en uno de los Pactos Preexistentes que invoca
la Constitución Nacional. Cronológicamente es el cuarto, después del de Pilar
(febrero de 1820), de la Costa de Avalos en abril, inspirado por Artigas, y de
Benegas (24 de noviembre de 1820). De ese modo quedaba sellada la paz entre
Santiago y Tucumán, con el compromiso de auxiliarse recíprocamente ante
cualquier ataque o amenaza.
Fuente: nuevodiarioweb.com.ar
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