El Clima en Santiago del Estero

3/7/10

¡MURIÓ EL DOCTOR! NI OLVIDO NI PERDÓN

ESTA CON LOS SUYOS (EN EL INFIERNO). (1916 - 2010)



Porteños versus santiagueños. (JUAREZ Y EL PERONISMO SANTIAGUEÑO)

En Santiago del Estero no se pusieron de acuerdo los diferentes sectores del peronismo, para llevar una lista unificada. Abraham Abdulajad, el referente histórico del peronismo combativo santiagueño, tenía el apoyo de la Juventud Peronista y la CGT. Carlos Arturo Juárez, quien hiciera cautelosos intentos para independizarse de Perón en 1963, obtenía apoyo en los sectores marginales de la ciudad y el campo. La clase media "ilustrada" peronista apoyaba a Abdulajad. Ramón Enrique Moreno -un dirigente surgido del Sindicato de Maestros-, "Rudy" Miguel -un abogado joven y verboso-, Darío Moreno, por la juventud universitaria y Mateo Martín, referente de Montoneros, constituían la línea de choque del peronismo combativo en Santiago. Ellos recibieron el apoyo de Cámpora, Abal Medina y a través de ellos, de Perón. El candidato iba a ser López Bustos, una increíble reproducción del carácter de Cámpora a nivel regional (en broma se decía "López Bustos al gobierno, Abdulajad al poder). Poco carismático, perteneciente a los núcleos más elitistas de la sociedad santiagueña, su figura otorgaría una ventaja adicional al otro candidato a captar los votos peronistas.

En las antípodas de su contrincante en cuanto a carácter, Carlos Juárez estaba en la plenitud de su talento. Inteligente, decidido, de voz tonante y contagiosa simpatía viril, estaba acostumbrado a recorrer rancho por rancho la áspera campaña santiagueña, y sus adeptos decían que no se equivocaba jamás al llamar por su nombre a cada uno de los cientos de punteros políticos que poseía en el interior. Por si ello fuera poco, había pergeñado, junto a un equipo de técnicos, un programa de industrialización para Santiago, basado en el agro y la explotación rural, que constituía al menos un proyecto de desarrollo capitalista concreto. En el ámbito contrario, sólo había vagas referencias a la lealtad a las banderas y la promesa de construir junto con Perón con "la patria socialista" que se anunciaba, sin especificar demasiado cómo se haría ello.

Debido a un empate técnico -aunque Juárez había obtenido la mayor parte de los votos- y de acuerdo a la ley del ballotage, impuesta por los militares, tuvo que convocarse a una segunda vuelta. En el interín, gobernaría la provincia, un interventor federal, el Brigadier Fattigatti, más cercano a los sectores de la juventud que a los de la derecha peronista, con quien tenía buena relación Carlos Arturo Juárez. En verdad el inefable Brigadier -un individuo de voz tiple y aspecto bonachón, que parecía más interesado en frecuentar las fiestas o confiterías que las barricadas políticas-, trataría de favorecer en todo momento a sector de López Bustos. Ello, en vez de beneficiar al candidato de Abal Medina, lo perjudicó.
Ya su nombre parecía un chiste de mal gusto que ofendía a los santiagueños: "Fattigatti". Era como decir: "a los santiagueños que siempre andan fatigados les mandamos un interventor que sea de paso una joda". Juárez aprovechó esto hasta su máxima posibilidad. En todo discurso, anunciaba que "los santiagueños le iban a demostrar a los porteños que no debían señalarles con el dedo a quién iban a elegir". Consiguió enfervorizar a sus militantes y mucha otra gente de la provincia. Incluso sectores de la izquierda marxista le dieron su apoyo abierto o encubierto en aquella oportunidad. Es que además de los factores mencionados, la juventud peronista -compuesta en su dirigencia mayoritariamente por pequeña burguesía universitaria- se habían ganado el rencor de los sectores de izquierda, por su soberbia y agresividad en los actos compartidos.
Inhabilitado por el aparato gubernamental para utilizar los símbolos y el nombre partidario, iría a la segunda vuelta con la sigla de la Alianza Popular Revolucionaria, frente que habían constituido para aquella oportunidad el Partido Comunista, la Democracia Cristiana y el Partido Intransigente del "Bisonte" Alende. Cerro, rector de la Universidad Católica, amigo de Juárez, haría buenos negocios otra vez. A través de su conmilitón Carlos Jensen le había facilitado el camino para la primera elección, prestándole cierto apoyo logístico desde el aparato administrativo. Ahora sellaba esa primera inversión prestando el sello de su alianza para que la utilizara quien se veía como el seguro ganador. Cerro obtendría pues una banca de senador -lo cual jamás hubiera sucedido de concurrir con su pequeña Democracia Cristiana-, Juan Rafael y otro ignoto miembro del minúsculo partido Intransigente irían a ocupar sendas bancas en la Legislatura local. El ejemplo de Solano Lima tendría pues rápida emulación aquí. Ante el éxito obtenido por esos sellos partidarios al aliarse con Juárez, un joven muy agraciado, cuya inteligencia quedaba opacada por su audacia sobrecogedora, decidió impulsar el comité provincial del Partido Conservador Popular. Miguel Brevetta Rodríguez, quien a sus veintidós años fuese favorecido por el director de Cultura del régimen militar, Gerardo Montenegro, convirtiéndolo en sucesor, lograría pronto abrirse un espacio entre la dirigencia local, cuyas relaciones iría a utilizar luego muy bien.

Por su parte, Juárez constituía su primera línea de dirigentes con quienes se habían destacado por su eficacia en el campo sindical o como dirigentes sectoriales. Así, al "aparato" partidario copado por los sectores de las clases medias santiagueñas, el incipiente caudillo santiagueño oponía un equipo compuesto por punteros surgidos de las bases peronistas. Juan Rodrigo, René Espeche, Rodolfo Cárdenas, Agustín Carreras, constituyeron la plana mayor del sector político-sindical, acompañados por una juventud más bien militarizada, que conducía Luis Uriondo (ex uturunco). Conocedor de la idiosincracia feudal santiagueña, Juárez se había asegurado además el apoyo de los principales capitalistas, obrajeros, propietarios de grandes explotaciones agrícolas, quienes ordenarían directamente a sus peones por quién iban a votar.

Un testigo de la época diría luego: "A Santiago llegaron Cámpora, Rucci, Abal Medina, Casildo Herreras.... (dirigente sindical de primera línea) Se reunieron en el Grand Hotel con la presencia de los candidatos locales López Bustos y Abdulajad; allí se lanzó el apoyo incondicional a éstos últimos para la segunda vuelta, puesto que el candidato de Perón siempre fue López Bustos. Aparte Juárez significaba el atraso, la represión y fundamentalmente porque Perón, no olvidó la actitud de Juárez cuando éste se vinculó a Vandor. Sin embargo, Juárez muy astuto manifestó a los santiagueños, una vez retirados los porteños, que nadie de afuera iba a decirnos a quién votar. Con esto tocó el orgullo de los peronistas y ganó las elecciones a pesar de tener todo el aparato en contra". (52).

Juárez triunfó categóricamente pero no fue reconocido por la Conducción Nacional quién designó, en última instancia como interventor, con Cámpora ya en el poder, al Profesor Juan Jiménez Domínguez en reemplazo del Gral. Ernesto Fatigatti. El diario El Liberal de fecha 23 de mayo de 1973, publicó una solicitada con la firma de Marcelo Paz Terrera, Ramón Zárate, María Luz Lucero, Ramón Cárdenas y Mario Díaz bajo el título "La verticalidad de rodillas", en la que acusaban al M.I.D. (partido de Frondizi y Frigerio), señalando "que se doblaron como juncos y deponiendo toda grandeza, propusieron y consagraron al candidato radical Ángel Sámez a la presidencia del Parlamento.

En el mismo periódico y el mismo día, en la página siguiente se leía: "Campaña confusionista inspirada en la desesperación: sostiene el Movimiento Nacional Peronista". Carlos Juárez es el causante de rumores y autor de una operación confusionista que hace aparecer a Perón como apoyando, en nuestra provincia, al candidato del continuismo. El sector escindido ha llegado al extremo de que uno de sus apoderados declarase a la prensa local que el candidato de Perón era Juárez. Los peronistas sabemos que el general no puede apoyar a quién lo ha negado en innumerables oportunidades y obstruido la campaña de Cámpora". (55)

Uno de los autores de este libro, Julio Carreras (h), con 23 años a la sazón era corresponsal de las revistas Nuevo Hombre (buenos Aires) y Posición (Córdoba). Inducido por las presiones familiares y cierta antipatía hacia las actitudes patoteriles del peronismo montonero, escribiría un extenso artículo a favor de Juárez que publicado en el mes de junio por Posición. En él afirmaba que el dirigente independentista representaba una opción positiva para los santiagueños. En su esquema gradualista, consideraba que si el peronismo juarista en el gobierno cumplía su programa, en Santiago se instalaría la etapa de desarrollo industrial capitalista imprescindible para crear un proletariado fabril en base al cual se aspiraría luego a un proyecto socialista.

Por su parte, la Tendencia (J.P. - Montoneros) que en ése momento intentaba marchar hacia el "socialismo nacional", veía en la figura de Juárez a la persona que representaba un peligro para el desarrollo de toda potencia revolucionaria.

Las pujas internas llegarían a su fin recién en Septiembre de 1973, cuando Juárez volvió a triunfar sobre López Bustos con un resultado que no dejó espacio para la duda.
Juárez integró su gabinete con Robín Zaieck (Ministro de Gobierno), Arturo Velarde (Economía), Eduardo Villegas Beltrán (Obras Públicas) y Juan Rodrigo (Bienestar Social).
FTE: ELORTIBA.ORG

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