"Centro cultural del Bicentenario" Se trasladarán allí el Histórico y el de Bellas Artes.
Se anunció que una parte de los museos de Santiago serán trasladados al remozado edificio en el que hasta poco funcionaba la Policía. Son decisiones políticas -tal vez culturales- que quizás tengan en cuenta aspectos no develados a la gente común. Lo que sí se sabe es que existen precisos protocolos para trasladar un museo. No es embalar, acarrear y cargar como pudiera pensarse a simple vista, según averiguó Arena Política.
"El edificio que acogera al Complejo cultural pertenecia
al "viejo" cabildo de la ciudad, dicho edificio data del año 1868.
Durante la construccion de dicho centro cultural no se realizo
ningun tipo de Trabajo arqueologico."
El traslado de parte de un museo o todo él, es una compleja operación reservada para especialistas ya que en se trata de objetos únicos e irrepetibles que, además son parte del patrimonio de un pueblo en la mayoría de los casos si no de la humanidad.
Es decir que no se trata de una mudanza común de las que todos los días realizan los vecinos de Santiago contratando una camioneta a la vuelta del mercado Armonía o un camión de una empresa más o menos responsable. Es un trabajo de especialistas.
Hay una forma de envolver cada objeto y de asegurarlo para que nada le suceda en los posibles barquinazos del camino. Quien lo embala debe entregarlo -planillas especiales mediante- a otra persona que será la encargada de llevarlo hasta el vehículo que lo trasladará. Allí se lo volverá a asegurar. Este vehículo deberá tener una ruta establecida de antemano y comunicación directa con la policía por si sucediera algún percance. Y luego, en un trámite que continúa siendo meticuloso hasta el final, otras personas lo reciben, lo sacan de su embalaje y finalmente lo entregan a los encargados del museo.
En estos casos, por seguridad, siempre se contrata una póliza de seguros especial porque no solamente se corre el riesgo de roturas o averías de los objetos que se trasladan, sino también de robos, ya que se trata de cosas por la que coleccionistas privados inescrupulosos están dispuestos a pagar fortunas.
La lapicera o las pistolas de duelo que pertenecieron al gobernador Absalón Rojas, los restos de un esclerocalipto hallado en Tintina o un cuadro de Ramón Gómez Cornet son parte del patrimonio que todos los santiagueños, en alguna época de la historia han entregado a sus museos para que sean resguardados con celo y mostrados -y estudiados, analizados y examinados- por las generaciones futuras.
Es de suponer que el gobierno de la provincia ha previsto hacer el traslado de acuerdo a protocolos internacionales que vienen de hace muchos años, con el fin de evitar desagradables sorpresas en caso de que lo hiciera a la manera antigua, es decir con varios forzudos o voluntariosos que empaqueten los objetos de cualquier manera y los lleven como si fueran la heladera o el armario de una casa cualquiera.
Fte: http://arenapoliticasde.blogspot.com/
Es decir que no se trata de una mudanza común de las que todos los días realizan los vecinos de Santiago contratando una camioneta a la vuelta del mercado Armonía o un camión de una empresa más o menos responsable. Es un trabajo de especialistas.
Hay una forma de envolver cada objeto y de asegurarlo para que nada le suceda en los posibles barquinazos del camino. Quien lo embala debe entregarlo -planillas especiales mediante- a otra persona que será la encargada de llevarlo hasta el vehículo que lo trasladará. Allí se lo volverá a asegurar. Este vehículo deberá tener una ruta establecida de antemano y comunicación directa con la policía por si sucediera algún percance. Y luego, en un trámite que continúa siendo meticuloso hasta el final, otras personas lo reciben, lo sacan de su embalaje y finalmente lo entregan a los encargados del museo.
En estos casos, por seguridad, siempre se contrata una póliza de seguros especial porque no solamente se corre el riesgo de roturas o averías de los objetos que se trasladan, sino también de robos, ya que se trata de cosas por la que coleccionistas privados inescrupulosos están dispuestos a pagar fortunas.
La lapicera o las pistolas de duelo que pertenecieron al gobernador Absalón Rojas, los restos de un esclerocalipto hallado en Tintina o un cuadro de Ramón Gómez Cornet son parte del patrimonio que todos los santiagueños, en alguna época de la historia han entregado a sus museos para que sean resguardados con celo y mostrados -y estudiados, analizados y examinados- por las generaciones futuras.
Es de suponer que el gobierno de la provincia ha previsto hacer el traslado de acuerdo a protocolos internacionales que vienen de hace muchos años, con el fin de evitar desagradables sorpresas en caso de que lo hiciera a la manera antigua, es decir con varios forzudos o voluntariosos que empaqueten los objetos de cualquier manera y los lleven como si fueran la heladera o el armario de una casa cualquiera.
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