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26/9/08

DOMINGO CURA


MUSICA: EL PERCUSIONISTA DOMINGO CURA
Los sonidos de la siesta

Fue socio musical del inolvidable Hugo Díaz, instrumentista de Mercedes Sosa, y ahora acompañó a Cerati en su último disco.

Irene Amuchástegui
Domingo Cura no percibe nada curioso en el hecho de compartir créditos con Déborah De Corral y DJ Suker en el reciente disco de Gustavo Cerati, Siempre es hoy. Perpetuo socio musical de Hugo Díaz, instrumentista de Mercedes Sosa durante largo tiempo e intérprete obligado de la Misa Criolla con Ariel Ramírez, el percusionista actuó en los más diversos campos de la música popular a lo largo de más de medio siglo. De manera que en su casa del barrio de Boedo, donde sus más de veinte bombos legüeros se apilan como en una góndola, Cura mezcla recuerdos de Los Panchos y Nat King Cole, Litto Nebbia, Enrique Villegas, Lucho Gatica, Gato Barbieri, la Santa Anita y Nana Vasconcelos, entre otros artistas con los que compartió escenario.

Pero los recuerdos más lejanos de su oficio se remontan a la paz pulverizada de la mítica siesta santiagueña: "En Santiago del Estero la siesta es de una a cinco de la tarde, y es sagrada, no ves a nadie en la calle. Yo de chico, a esa hora, agarraba un tarro de galletas vacío, dos palitos que cortaba del mango de un plumero viejo y empezaba a darle. La vecina salía al patio maldiciendo en árabe".

Entonces, ¿cree en el ritmo innato de los santiagueños?

Puede ser, digo yo. Soy hijo de inmigrantes, pero llevo adentro el bombo legüero. Mi papá y mi mamá eran sirios. Mi papá cantaba en la iglesia y era recibido de sacerdote ortodoxo en Siria. Vino con algunas libras esterlinas como para hacerse una casita, quería vivir en la capital. El barco ancló donde ahora está el Sheraton, lo fueron a esperar unos primos que lo aconsejaron mal. Perdió lo que tenía y en el norte empezó a lustrar botines. Me gusta contarlo: así crió ocho hijos en Santiago. En la confitería del Jockey Club lo consultaban doctores y abogados. Una vez lo vi tocar un violín con una sola cuerda.

Usted no lee música, ¿verdad?

No, toco de oído. ¿Sabe cuándo se me dio por aprender música a mí? Cuando tenía veinticinco años. Y no me entraba. Iba al maestro y me decía: "Pero... no has aprendido nada". No me entraba el solfeo. Tocar percusión es mucho más fácil que lo otro. Los compases de espera los aprendí con el tiempo, de sentirlos a los directores. Yo era un tipo que prestaba mucha atención, me fijaba bien y tenía la suerte de que lo que escuchaba me quedaba en la memoria. Al piano aprendí a tocar una sola pieza, La vieja, chacarera de los Hermanos Díaz. La gente se acuerda y a veces me piden La vieja. La tengo que tocar y me quedo temblando.

¿Todavía hoy?

Cuando uno sale al escenario se pone más nervioso si es conocido. Trabajé muchos años con Mercedes Sosa y me acuerdo de ella diciéndome "Hermano, qué nerviosa estoy". En todos los años que toqué con Ariel (Ramírez) lo mismo, lo veía ir y venir entre bambalinas, de una punta a otra, antes de salir, él me ponía nervioso a mí. En la Misa Criolla, por ejemplo, somos un montón de tipos y el que lleva toda la responsabilidad soy yo, que empiezo con el bombo y voy acomodando todo. ¡Cómo se siente la carga! El organismo se altera totalmente.

Usted está considerado una especie de patriarca como percusionista dentro del folclore. ¿Se interesa por los nuevos colegas?

Hay muchos. A mí me gusta el percusionista cuando es personal. A veces vienen acá chicos recomendados. Yo no sé enseñar y no sé música, pero los manda gente amiga para que les dé una base. Es gracioso: casi siempre ellos quieren saber en un día lo que a mí me costó cincuenta años.

¿Le sorprendió la invitación de Gustavo Cerati?

Tuve la suerte de colaborar con rockeros. Un día me convocó Litto Nebbia, fue cuando dejó Los Gatos, y hasta hicimos una película juntos, hace muchos años. Ahora lo conozco a este tipo Cerati, que es un talentoso. Me convocó, fui al estudio, me hicieron escuchar una base y armaron todos los bombos. Empecé a tocar y me hacían señas para que siguiera, pensé "estarán probando los bombos". Toqué unos ocho minutos. "Ya está", me dijeron y empezaron a aplaudir. Eso era todo. Hoy en día ellos aprietan un botón y sacan o ponen lo que quieren.


El maestro Domingo Cura falleció el 13 de noviembre de 2004, a los 75 años, habia nacido el 7 de abril de 1929 en santiago del estero

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