El Clima en Santiago del Estero

11/7/21

La Acequia Real

Por Sara Diaz de Raed | Santiago del Estero, 1983

Cuando el sol quemante, seguramente engreído de su daño creciente a la capa de ozono, amenaza reventar la gris dureza del cemento, el otrora fresco y arbolado paseo, sacude la memoria de los que peinan canas. Y también amaga una lágrima furtiva escaparse ante el inevitable cotejo entre pasado y presente. Aquella avenida Belgrano, nacida de una premonitoria sabiduría con sus dos manos angostas de circulación, la línea central de agua y a sus lados las filas protectoras de árboles o esta turbulenta vía ensanchada producto del ¿progreso?



Este artículo rescata los datos históricos de la que originariamente se denominó “acequia real". Pero aspira a la vez, en servir de cuña para el análisis sobre los modelos de urbanización ungidos para una ciudad herida por la destrucción de su patrimonio.

Estamos frente al primer "acueducto santiagueño", una de las principales construcciones primitivas, que datan del siglo XVI. La acequia de la avenida Belgrano fue una sorprendente obra de ingeniería que dio origen a la agricultura de riego. Nuestra "acequia principal", como se la llamó primitivamente, por ser única y la de mayor caudal, al servicio de "chacras y sementeras", fue centro de interés económico, político, social y religioso de la ciudad, desde los albores de su existencia.


ORÍGENES DE SU FUNDACIÓN

Existen diversas opiniones sobre quién la mandó a construir. Unos atribuyen la obra a los jesuitas y otros al gobernador Abreu y Figueroa. De la primera teoría no hemos encontrado documentos que lo atestiguan; de la segunda, sí. El gobernador Abreu y Figueroa escribe al virrey del Perú el 20 de marzo de 1557 (transcurridos apenas, cuatro años de la fundación de la ciudad) y dice haber "sacado una acequia principal para riego de sementeras tardías y hecho repartimiento dellas ques ymportante cosa".

Otro testimonio valioso es del Pedro Sotelo Narváez, vecino de Santiago del Estero, que envió al presidente de la Real Audiencia de la Plata, en 1.582, la Relación de las Provincias del Tucumán, expresando: "Cógense trigo, mays, cebadas, garbanzos, habas, ajos, cebollas y otras legumbres y hortalizas de España, así en lo que este río baña como en una acequia que sacaron los cristianos, donde hay recreaciones, pasa junto a la ciudad, y corre más de una legua..." Según estos datos, la acequia es contemporánea a la fundación de la ciudad. Ambos documentos demuestran, que este ensayo hidráulico existió ya a fines del siglo XVI.

En tomo a la acequia giró la vida íntegra del pueblo desde sus comienzos y en sus diferentes etapas, colonial, de la libertad, de la independencia, autonomía y organización nacional. Ella hizo posible la productividad de la tierra, y en más de cuatrocientos años satisfizo las necesidades de sus habitantes. Así lo atestigua la Relación de Narváez cuando dice que los indios juríes se alimentaban de "maíz, frisoles de muchas maneras, y raíces como la yuca, aunque silvestres. No tenían frutas más que de cardones diferentes, tunas, algarroba y chañar; los españoles y ellos tienen agora frutas de España que se han plantado, viñas de que se cogen muchas uvas y vino, duraznos, higos, melones, membrillos, manzanas, granadas; perales y ciruelos no han dado fruto aún; hay limas y naranjas". 

Los cultivos hortícolas y frutícolas que se realizaron con el agua de la acequia atendieron el consumo local desde la época colonial hasta avanzado el siglo XX. "Primera colonia agrícola bajo riego artificial", la califica con acierto el estudioso de la historia Alberto Figueroa Cueto. El rey, concedía como un privilegio, y por Cédula Real, rentas especiales para su sostenimiento. Además de satisfacer necesidades de orden agrícola-ganadero, el agua sirvió también para la edificación. Así lo atestiguan la Actas Capitulares en 1.747, cuando esta arteria se secó " a cinco años que no corre la sequía y Esta la Ciudad. En mucho inopia sin tener una mata de berdura para los mantenimientos, y ni poderse hacer adoves para las fábricas de casas y reparo de los edificios que se van arruinando...... A fines del siglo XIX una promisoria industria nació en las riberas de la acequia, la plantación de caña de azúcar, lo que dió origen a una fábrica que funcionó en Contreras.

Indudablemente que la "ribera" ayudó al desenvolvimiento económico de la ciudad, por el surgimiento de quintas, huertas, chacras, que aseguraron las cosechas.

APOYO A EXPEDICIONES

La producción agrícola de las chacras, juntamente con la ganadería, que tuvieron rápido desarrollo facilitaron los recursos necesarios para costear expediciones que partieron de su seno a fundar ciudades. Esa ayuda consistió en proporcionar alimentos para la caballería. Cuando Jerónimo Luis de Cabrera marchó hacia la región de los comechingones a fundar la ciudad de Córdoba, llevó "cuarenta carretas cargadas de basamentos".

Ya en el siglo XVIII con la inscripción de las Actas Capitulares, la acequia se convirtió en el centro de la atención municipal y comenzó a vivir una existencia legal. Allá por 1.738 el Cabildo resolvió se dispongan por este Cabildo todo el fomento necesario para las obras de la Azequia ". En años posteriores el riego de las chacras se vió interrumpido por intereses particulares, algunos de orden político, según se lee: "fue de la primera atención de su Señoría el reparar los daños que se siguen de que el agua de la hasequia principal, jeneralmente son dueños toda clase de personas de llebar el agua por donde a cada uno le parece gozando uno de las conbeniencias del agua con daño general de las chacras”. La existencia legal de la acequia no fue “muy limpia a causa de los artificios y cabildeos de los Alcaldes de aquel entonces, que para aprovecharse de los recursos propios de la Acequia, la "enlamaban y desenlamaban" con más frecuencia de lo necesario", expresa el historiador dr. Orestes Di Lullo.

RIBERA

Con el impulso dado a la agricultura comenzaron a nuclearse en sus riberas numerosas familias. De ahí proviene el nombre de la "ribera" con que fue conocida por mucho tiempo.

Sucesivas inundaciones del río Dulce, en 1.627 y 1.663, hicieron que sus habitantes se desplazaran hacía el poniente. Entonces la acequia se convirtió en el centro de la ciudad. En su vecindad comenzaron a construirse los principales edificios, entre ellos la Catedral (la cuarta) y tiempo después el Cabildo, solar donde funcionó durante mucho tiempo la Casa de Gobierno, hoy asiento de la Policía Central. Algunos vecinos se trasladaron cerca de la nueva plaza, centro de la ciudad actual.

Primitivamente los adjudicatarios de chacras y solares registraban sus nombres en el plano de fundación de la ciudad. Más adelante, en 1.756, figuran en el padrón de la Acequia, los descendientes de los primeros conquistadores, entre ellos de los González de Abreu y Figueroa, Hernán Mexía de Miraval, Gerónimo Luis de Cabrera, Juan Ramírez de Velazco, don Francisco de Argañarás y Murguía, Alonso de Vera y Aragón, Juan Juárez Baviano. Podemos afirmar que esta "madre de ciudades" no sólo transmitió su vitalidad al fundar núcleos de población, sino también les dió sustento. Junto a esos descendientes, los clérigos y conventuales poseyeron sus chacras o recreaciones, mercedarios, franciscanos, dominicos y jesuitas. Todos ellos tenían chacras de su propiedad que cultivaban por medio de sus "yanaconas”. 

Cierta vez, el gobernador Hernando de Lerma pretendió despojar de sus yanaconas a los mercedarios. El comendador manifestó que su condición de integrante de los primeros pobladores y conquistadores les daba derecho, y que sin el cultivo de las chacras no podían subsistir sus conventos, ni cumplir acción evangelizadora. Según consta en el "padrón de la Acequia” de 1.756, "la fracción de la Merced es de dos cuadras por dos. Por una parte se asoma a la acequia y por otra al camino del Palomar que lleva a Manogasta. "La manzana nº 52 perteneció al convento de Santo Domingo". La cuadra que sigue al Sud, n* 52, fue de Alonso de Alfaro y la fracción n* 70 perteneció a sus herederos.

En la revisión de documentos no hemos encontrado la fecha que señale el cambio de denominación de “principal" por "Belgrano”. Sólo anotamos que durante el gobierno de Absalón Rojas, se dictaron leyes de carácter edilicio, las del 4 y 22 de agosto de 1.887, disponen la creación de una plaza y escuela denominadas Belgrano, ambas situadas en la zona sud, a poca distancia de la acequia, las que conservan su ubicación actual.

CHACRAS Y RELIGION

La Chacra de las Beatas fue un solar que perteneció al Capitán Juan de la Cerda y Aragón y a su esposa doña Juana de Bravo de Zamora, allá por 1.675. Una hija de este matrimonio, doña Josefa de la Cerca y Aragón, juntamente con otras damas, se reunieron allí para llevar vida monacal, bajo las reglas de la Compañía de Jesús. Cuando falleció la última de las religiosas en 1.717, doña María Ibáñez del Castillo y Días Caballero, la Chacra de las Beatas pasó a posesión de los sobrinos de doña Josefa, es decir a los Juárez de Cantillana y Cerda y Aragón, antiguos poseedores ' desde la época del Empadronamiento.

Otras religiosas, sor María Antonia de Paz y Figueroa (fundadora de la Casa de Ejercicios en Buenos Aires), y sor Ana María Taboada, que fundó el Beaterío de Belén en 1. 82 1, recibieron como donación del presbítero Juan José Lami (Capellán y Consejero de la Casa de Belén), una chacra que heredó de su abuelo el general Joséph López de Velazco. Tiempo después se constituyó allí, el templo y asilo de Belén.

Cuando en 1.897, llegaban a Santiago las  cuatro primeras hermanas dominicas, se instalaron en una chacra sobre la margen derecha de la acequia, donada por Ramón Iramaín. En 1.909, Elisa Gorostiaga de Iramaín instaló en esa quinta a las Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad Enfermeras, en recuerdo de su hija Elisa, última heredera de la familia.  El cuidado de la acequia fue la principal preocupación del gobierno de la ciudad. Así lo refieren las Actas Capitulares en numerosas oportunidades. Frecuentes inundaciones, el desborde " corriendo el agua por las calles públicas y en particular en la calle de la Merced en donde ha hecho madre”.

No obstante estos inconvenientes, en las riberas de la acequia se congrego la población. Después se convirtió en una avenida importante. Adornada primitivamente por hileras de sauces, luego se la embelleció con álamos. Las viejas quintas, paulatinamente, fueron reemplazadas por modernas construcciones que la convirtieron en una arteria residencial.

Por fin, con cuestionables criterios de modernización, esta primera obra de irrigación que amparó la vida de la ciudad por más de cuatrocientos años fue remodelada.

1 comentario:

Walter Faila dijo...

Gracias por esta información y por la foto (carecen fotos antiguas de Santiago), por suerte llegué de niño a conocer e incluso a bañarme en la acequia, ya cerca de su muerte. Saludos y gracias de nuevo