Inundaciones
El Río Salado se desbordó porque desde hace tres siglos se
postergan proyectos en torno a su canalización y navegabilidad. Porque el
Congreso de la Nación y los gobiernos provinciales de Santa Fe y Santiago del
Estero eligieron los intereses de las grandes empresas vinculadas a capitales
extranjeros en lugar de impulsar las ideas regionales. Porque las dictaduras de
la segunda mitad del siglo XX eliminaron partidas presupuestarias para las
obras hidráulicas del norte argentino y de la propia provincia de Santa Fe. Y
porque las administraciones santafesinas desoyeron las advertencias que a
principios de los años noventa hicieron investigadores y geógrafos en estudios
publicados en el mismo territorio. Una historia política del Río Salado, un
recorrido por los proyectos olvidados que explica gran parte de la pesadilla en
la que están sumergidos decenas de miles de personas. Semejante desprecio
acumulado durante décadas debía tener una consecuencia trágica. Lo que no
quiere decir que se trató de una tragedia o de un ataque terrorista como el que
tiró las Torres Gemelas, figura aludida por el gobernador Carlos Reutemann. Y
en forma paralela a las toneladas de alimentos y mercaderías que llegan desde
todos los rincones de la Argentina hay un gesto único de parte de los pacientes
de un Hospital Psiquiátrico de la comuna de Carlos Pellegrini, en el centro
oeste provincial: los que supuestamente están locos decidieron enviar
caramelos, útiles escolares y juguetes para los chicos santafesinos. Ellos
están convencidos que esas cosas les harán bien a los pibes.
Belgrano, el Salado y la República Chica
El agua tiene historia.
Los cursos de los ríos están atravesados de intereses
políticos y económicos.
Sobre ellos hay obras, promesas y postergaciones.
Y esa crónica puede explicar lo que después se presenta como
“tragedia” o “catástrofe”.
A fines del siglo XVIII, Manuel Belgrano escribió sobre la
necesidad de canalizar los ríos Bermejo y Salado. Lo volvió a hacer en 1808.
Como le sucedería con sus ideas políticas económicas de
distribución de las riquezas tampoco fue tenido en cuenta por los distintos
factores de poder que fueron haciéndose cargo de la República Chica. Así se
llamaba a la Argentina hasta bien entrado el siglo XIX: República Chica.
Juan Larrea le contestó al inventor de la bandera que “si
bien el proyecto será, a su debido tiempo de suma utilidad para los hombres y
el comercio, sin embargo todo esto deberá realizarse en tiempos más
tranquilos”.
Ni el Bermejo ni el Salado fueron canalizados.
Pero hay antecedentes aún más lejanos en el tiempo que
hablan de la necesidad de humanizar al Salado.
En el año 1755 se hizo una expedición en bote entre Matará,
Santiago del Estero, y Santa Fe con la idea de proponer algunos trabajos
artificiales para asegurar la navegación por las aguas del Salado.
Tres siglos antes del desborde que asoló a los santafesinos
a fines de abril de 2003 se proyectaban “trabajos artificiales” sobre el río.
En tiempos de la Constituyente
Pero fue “recién con
el marino norteamericano Thomas Page, en el año 1855” cuando “se recorrió casi en toda su extensión este
río, probando su navegabilidad. Esta expedición tuvo una importancia
fundamental ya que fue el origen mismo de una serie de grandes proyectos para
convertir el río Salado en la gran arteria fluvial de América”, escribió el
investigador y periodista Raúl Dargoltz en su imprescindible trabajo “Hacha y quebracho. Santiago del Estero, el
drama de una provincia”.
El 13 de julio de 1855 centenares de santafesinos
despidieron al norteamericano desde el puerto. En el vapor “Yerba” iniciaba la navegación por el
Salado.
Junto a él estaba el propio gobernador santafesino, Domingo
Cullen y su familia, en una clara muestra de apoyo al proyecto.
El vapor llegó hasta el paraje Monte Aguará donde debieron
seguir la navegación por botes debido a la bajante de las aguas.
“Con gran sentimiento
deshago el camino, pero con haber ascendido y demostrado la navegabilidad del
río Salado hasta Monte Aguará hemos obtenido algo. Su carácter uniforme, curso
firme y barrancas bien definidas; su creciente tal como lo indican marcas en los
árboles; la pampa firme a través de la cual todo corre, todo induce a creer que
es un río apropiado para la navegación hasta un punto superior al alcanzado. Su
explotación completa es de importancia no sólo para la Confederación Argentina
sino para todo el mundo comercial”, escribió Page el 26 de julio de 1855,
dos años después de la jura de la Constitución Nacional en la propia ciudad de
Santa Fe.
La idea era poner en comunicación con el océano Atlántico
las mercaderías de Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy “cuyos productos hasta hoy han sido llevados
al puerto de Rosario por carretas de bueyes, empleando diez meses para ir y
volver, y los que ahora en botes pueden llegar al mismo puerto en quince días y
volver cargados de mercaderías en veinticinco”, sostuvo Page.
Un amigo de Urquiza
El 14 de enero de 1856, la Casa Smith Hermanos firmó con la
Confederación Argentina un contrato para establecer una compañía de Navegación
a Vapor por el Salado. Debían transportar tanto a las personas como mercaderías.
El gobierno, mientras tanto, cedería parcelas en las costas del río para
colonizar la zona. Pero ese primer acuerdo se cayó porque la firma no realizó
un viaje exploratorio que también estaba contenido entre las exigencias que
marcaba la administración santafesina.
El 2 de junio de 1856, Esteban Rams y Ruper, ex proveedor
del ejército de Justo José de Urquiza, ganó la nueva licitación para lograr la
navegación del Salado.
El encargado de llevar adelante la expedición fue el
baqueano Lino Belbey desde Matará, en Santiago del Estero, hasta Santa Fe.
El 28 de noviembre de aquel año, centenares de santafesinos
recibieron a la falúa “General Urquiza”
como si se trataran de héroes.
“El Río Salado o
Juramento es navegable en toda estación, desde Santa Fe hasta Sandía Paso, a
cuarenta leguas de la ciudad de Santiago del Estero. La sola dificultad se
encuentra en el estero de El Bracho, cuando el agua que se encuentra y esa
desaparecerá con algunos trabajos, está muy baja...Desde diciembre hasta junio
el río será navegable hasta Salta. Por medio de la navegación del Salado cuatro
provincias van a mudar de aspecto transformándose completamente: Santa Fe,
Santiago del Estero, Tucumán y el Chaco...Las provincias interiores se pondrán
en comunicación rápida con el océano y el Paraná, beneficiando así las riquezas
que duermen allí inexploradas, atrayendo brazos y capitales. En seguida la
navegación del Salado vendrá la del Bermejo que establecerá nuevas relaciones
con la extremidad septentrional de la República y la misma Bolivia, que tiene
más interés en acercarse a nosotros que buscar una difícil travesía hasta el
océano Pacífico”, remarcó el periódico entrerriano “El Nacional Argentino”, al comentar el viaje del empleado de Rams y
Ruper.
El 26 de enero de 1857, una nueva expedición solventada por
el empresario volvió a navegar por el Salado. Allí estaba, entre sus
tripulantes, el ingeniero Rodolfo Blandovsky, contratado por el gobierno
nacional para levantar un plano del río y recoger cualquier tipo de información
sobre su cauce.
Se iniciaron las obras de limpieza del mencionado cauce con
dos rastras compradas a tal efecto y en noviembre de 1858 Rams presentó al
gobierno nacional un plan en el que marcaba la imprescindible necesidad de “encarar algunas obras de mejoramiento y
encauzamiento del Salado”, sostuvo Dargoltz.
Santa Fe promulgó una ley que concedía a la empresa tierras
para la colonización de las costas del Salado. Santiago del Estero, por su
parte, cedería cien leguas cuadradas con el mismo objeto y la provincia de
Salta comisionó al doctor Pablo Saravia para que procediera a construir un
camino que uniera el Salado con el Bermejo desde Miraflores.
El 25 de diciembre de 1863 se inauguraron las obras de “Canalización, desmonte y limpieza del antiguo
cauce del Río Salado”. Parecía que iba a cumplirse el deseo de Belgrano.
A fines de 1865, con el apoyo del gobernador santafesino
Nicasio Oroño, Rams y Ruper inició un plan de colonización de las costas del
río en el que se comprometía a establecer entre tres mil y cinco mil familias
extranjeras. Pero el 17 de abril de 1867, Rams y Ruper murió.
“Solo habían pasado
escasos siete años de la muerte de Rams y Ruper y el proyecto de navegación del
Salado moría irremediablemente. El “progreso” bajo las formas del ferrocarril
ingresaba por territorios santiagueño. La suerte había sido echada de antemano
por el capital inglés y sus aliados nativos al condenar a Santiago del Estero a
ser la productora de los miles de kilómetros de durmientes para las vías férreas
y los postes para los alambrados divisorios de las grandes estancias de la
pampa húmeda, aprovechando sus interminables quebrachales”, concluyó Raúl
Dargoltz.
El proyecto de canalización, navegación y colonización del
Salado se moría como consecuencia de aquellos intereses.
Esa elección comenzaría a embarazar las aguas que a
principios del tercer milenio hundiría a Santa Fe.
No se trató de una tragedia, sino de la consecuencia
política de la desidia acumulada durante decenas de gobiernos provinciales y nacionales.
A fines del siglo XIX
La Argentina ya había ingresado en la llamada División
Internacional del Trabajo. Tenía relaciones carnales con la potencia hegemónica
del momento, el imperio inglés.
Dos compañías relacionadas con Gran Bretaña diseñaban el
mapa del país dependiente: el Swift y La Forestal, tanto en la Patagonia como
en el Litoral y en el Chaco.
En 1899, el ingeniero Jesús Fernández escribió en la revista
del Centro Nacional de Ingenieros un estudio socioeconómico en relación a la
canalización y navegación del Salado desde Icaño, Santiago del Estero, al sur y
su alimentación por medio del río Dulce desde Estación Salavina.
Nadie le prestó atención.
También en 1899 los empresarios Dutilloy y Compañía se
acercaron al parlamento argentino con la idea de concretar un canal navegable
que partiendo desde un punto cualquiera de Santiago del Estero llegaría hasta
el río Coronda en Santa Fe. Contó con el apoyo de la Inspección de Obras
Hidráulicas de la Nación pero tampoco fue tratado.
Alejandro Gancedo fue más lejos aún.
Cuando amanecía el siglo XX presentó un proyecto al Congreso
de la Nación para concretar un canal navegable desde Santiago del Estero al río
Paraná en un trayecto de más de 500 kilómetros.
No fue tenido en cuenta.
Desidias acumuladas
La deforestación, el cambio de clima, se sumaron para
modificar el ciclo del Salado.
Los gobiernos democráticos del peronismo, desarrollismo y
radicalismo incluyeron los estudios y las respectivas obras para volver a
pensar en la canalización del río. Pero las dictaduras del 55 en adelante los olvidaron. Desde 1983 a la fecha, el Salado pasó al olvido.
Su cauce se incrementaba y sus cambios solamente fueron
anotados por los ignotos hidrólogos y geógrafos que todavía susbsisten en la
Argentina, la República Chica.
Ana del Carmen Yeannes, investigadora y profesora de la
Universidad Nacional de Mar del Plata, y Federico Daus, profesor emérito de la
Universidad de Buenos Aires y ex Presidente de la Sociedad Argentina de
Estudios Geográficos, escribieron en 1991 que “la cuenca del Río Salado forma una banda deprimida en la que la marcada
nivelación origina la existencia de áreas de desagüe incompleto que forman
distritos de lagunas encadenadas como el de Mar Chiquita, que en el curso superior
del río se dilata hasta la provincia de Santa Fe y el de Chascomús - Pilar, en
el curso inferior. La nivelación general y la escasa altitud sobre el nivel del
mar son responsables de grandes inundaciones episódicas invernales, a las que
no ha remediado el extenso sistema de canales”.
También se ignoró esta advertencia.
En octubre de 1993 se presentó el tercer tomo de la llamada
“Nueva Enciclopedia de la Provincia de
Santa Fe”, publicada por “Ediciones
Sudamericanas”.
En el capítulo dedicado a las inundaciones se afirma que “en los últimos años ha surgido la variante
de las inundaciones pluviales en el noroeste de la provincia, obedeciendo a
tres factores conjugados: cambios climáticos generadores de desequilibrios en
el régimen de lluvias en la zona; ascenso de las capas freáticas; realización
de obras de infraestructura (pavimentación de rutas con elevación del talud y
escasas obras de arte) que dificultan y muchas veces impiden el escurrimiento
de las aguas de lluvia. La consecuencia de la acción conjunta de estos tres
factores es la inundación de vastas áreas del noroeste”.
Se calificaba al río Salado de “muy importante como factor de inundación en la ciudad de Santa Fe, en
razón de que en épocas de creciente del Paraná, al encontrar taponada su descarga
en el río Coronda se desparrama en bañados hacia el este y oeste, inundando
áreas de ambas ciudades”, escribió Felipe Justo Cervera.
Diez años después de la publicación de aquella postal,
todavía se escucha hablar de lo imprevisible del comportamiento del Salado.
Tercer milenio
El martes 29 de abril de 2003, Santa Fe, capital de la
segunda provincia argentina resultó inundada como consecuencia del desborde de
las aguas del Río Salado.
“Desde el jueves
pasado (por el 24 de abril) se advertí que una masa hídrica de enorme densidad
avanzaba hacia la ciudad. Había tiempo suficiente para reforzar las defensas y
hasta poner en marcha un programa de evacuaciones preventivas que habría
evitado esta situación que viven los damnificados. No existen antecedentes de
un fenómeno de esta magnitud desde 1914. En las últimas décadas desaparecieron
los organismos que estudiaban el comportamiento del Río Salado por lo que hoy
carecemos de elementos técnicos para hacer un estudio serio y lamentablemente,
tengo que decir que casi tocamos de oído”, dijo Enrique Rodríguez, director
del Centro de Información Meteorológica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias
Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral.
En su página en internet, el Instituto Nacional del Agua venía
informando que desde diciembre el ritmo de lluvias hacía inestable el curso del
Río Salado.
No se trató de una tragedia ni de un atentado terrorista.
Es una larga cadena de decisiones políticas que priorizaron
otros proyectos en desmedro de aquellas ideas que aparecieron tres siglos
atrás, a mediados del siglo XVIII, cuando ni siquiera existía el Virreynato del
Río de la Plata.
Los chicos
Priscila Andino tenía un año y medio.
Murió en el hospital Cullen que lleva el mismo nombre de
aquel gobernador que se subió junto a su familia a recorrer el Río Salado
porque creía en la navegabilidad de sus aguas y en su necesaria canalización.
No soportó el frío que trajeron las aguas.
“Hay gente que perdió
todo, hasta la vida: no tiene más nada. Hay familias destruidas, pero me
preocupa muchísimo lo psicológico, los niños. Vamos a necesitar mucha ayuda”,
dijo Carlos Reutemann.
Es una buena observación: reparar en los chicos.
Tan buena como inusual.
Habrá que preocuparse por las cabecitas y por los cuerpos de
los pibes.
Pudo haber sido antes.
Pero está bien esa declaración de Reutemann.
Y hay otras personas que también comparten la urgencia de
pensar en los chicos.
En forma paralela a las toneladas de alimentos y mercaderías
que llegan desde todos los rincones de la Argentina, hay un gesto único de
parte de los pacientes de un Hospital Psiquiátrico de la comuna de Carlos
Pellegrini, en el centro oeste provincial: los que supuestamente están locos
decidieron enviar caramelos, útiles escolares y juguetes para los chicos
santafesinos. Ellos están convencidos que esas cosas les harán bien a los
pibes.
Y tienen razón.
Ellos, los locos, tienen mucha razón.
www.argentina.indymedia.org
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