El descontrol está haciendo estragos en nuestra juventud.
Cada vez más chicos comienzan a tomar alcohol alrededor de los 9 o 10 años de
edad. Lo más grave es que lo hacen en el seno familiar. Incluso alentados por
sus padres, que ven en ello una supuesta “hombría” o “fortaleza”, que los hace
sentirse peligrosamente “orgullosos” de sus hijos. Peligrosamente, porque ahí
residiría el inicio de una cadena de desaciertos parentales que terminan, casi
siempre, en tragedia.
Iniciarse tempranamente en el consumo de la bebida lleva
rápidamente al alcoholismo. Los chicos y las chicas no están preparados
emocionalmente para evitar las peores consecuencias de beber sin límites. De
allí al consumo de otras sustancias nocivas e ilegales hay un paso. Entonces,
el descontrol aumenta y las consecuencias empeoran.
Según los servicios de urgencia del hospital Antenor
Álvarez, en casi el 90% de los accidentes de tránsito protagonizados por motos,
éstas son conducidas por adolescentes y en todos los casos están alcoholizados.
Otro dato terrible: los accidentes de tránsito dejaron de ser exclusividad de
los fines de semana. De lunes a viernes también se reciben de 7 a 8 casos por
día.
Pero aún falta lo peor. El descalabro de la juventud toca
fondo en un tema sumamente sensible como la sexualidad. Según una encuesta de
Unicef y la Fundación Huésped el 60% de los adolescentes de 14 a 19 años inició
su vida sexual antes de los 15 años. “El sexo no cuidado viene asociado al
descontrol y las chicas que se pasaron con una borrachera al otro día no saben
lo que hicieron”, según especialistas citados en un informe del diario La
Nación.
El mismo informe es lapidario al describir la tortura que
significa para estas jóvenes embarazarse: “Un embarazo ajeno a todos los planes
personales es una situación límite. El mundo interno se quiebra. Las
coordenadas sobre las que descansa la vida se tuercen. Los miembros de la
pareja se cruzan culpas como dardos. Cuando la pareja fue apenas ocasional,
crece el resentimiento y se agudizan los miedos. El sentimiento de
irreversibilidad aprisiona. Embarazos sostenidos involuntariamente implican el
nacimiento de un hijo incómodo que nadie quiere o puede sostener
emocionalmente. Gana la vida, sí, pero la ausencia de un deseo que funcione
como cuna simbólica previa al nacimiento, deja marcas”.
Nota relacionada: Beber en exceso puede dañar los cerebros jóvenes
fte: el liberal
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