Cuando pobladores santiagueños asaltaban a los
trenes aguaderos
La siestas se hacen dolor,
y arenas rojas las almas,
el sol es un fuego de ramas,
como marchita el calor,
el árbol pide Dios que,
.están sedientas sus ramas.
Hombres, mujeres y niños,
parados en el anden,
están esperando el tren,
con el oro cristalino.
Fragmento de "Tren aguatero" de Cuti Carabajal y Pablo
Trullenque
Durante los años 1935 a 1937 se produjo una importante
sequía que afectó duramente a las regiones áridas y semiáridas del noroeste
argentino, así como de México y Estados Unidos. En esta nota se estudia la
repercusión de ese acontecimiento ambiental sobre la economía y la sociedad de
Santiago del Estero, que marca un antes y un después en su historia agraria.
Hasta ese año se consolidó el modelo agroforestal surgido entre 1880-1900, que
combinaba el obraje, la finca y la economía campesina. La gran sequía hizo
fracasar dos cosechas seguidas, y disminuyó el stock ganadero vacuno y caprino
en un 80%. Esto tuvo consecuencias catastróficas en una sociedad rural, cuya
dieta dependía en gran medida de su propia producción, desatando la hambruna
más notable en la historia contemporánea de esta provincia. Entre las numerosas
consecuencias de esta sequía, estudiamos sus efectos en la población, la
economía y las políticas públicas. Las iniciativas del Estado fueron dispersas
y tardías, y no pudieron contener los problemas de miles de familias que
enfrentaron el hambre y el desamparo social. Este drama regional adquirió
dimensión nacional a través de la prensa oral y escrita, que en los últimos
meses de 1937 promovió una campaña solidaria en gran escala. El éxodo inauguró
un sendero migratorio hacia las zonas fabriles de Berisso, Ensenada y el Gran
Buenos Aires. La sequía también estimuló la construcción de los diques Los
Quiroga (1949) y la presa de embalse de Río Hondo (1968). La literatura también
recogió este tema como símbolo del drama campesino en el imaginario colectivo.
El tema propiamente ambiental o climatológico es
insoslayable, y forma parte importante del contexto de explicación, para el
caso argentino. En esos años se inició un período de escasez hídrica que se
extendió hasta 1960 (Carballo 2002). A la intensa sequía que afectó a La Pampa
en 1930, sucedió la de Santiago del Estero y Jujuy entre 1935-37. Otros autores
han señalado las causas de este fenómeno que hoy es comprendido en sus
dimensiones ambientales globales (Jorba et.al, 1988; Davis 2006; Glantz 2009).
El impacto económico local de la sequía puede apreciarse en
Olmos Castro (1937, 1939). Este autor señaló el descenso de la natalidad. Su
impacto en los sectores populares rurales de las regiones campesinas se tradujo
en hambre y éxodo, que describo según textos aparecidos en la prensa de la
época (Dossier 1937). La migración en cadena que se inició desde Loreto hacia
las nuevas regiones fabriles de Berisso y Ensenada (Lobato, 1988) y el
conurbano de Buenos Aires ha sido estudiada por otros autores (Lattes, 1966;
Zurita, 1998).
La forma en que esta sequía fue analizada por la prensa de
la época ayuda a comprender el clima de ideas y sensibilidades que confrontaban
entonces, en un contexto de crisis internacional y nacional, que se expresaba
en desocupación, la sequía, el hambre, la langosta, y la migración del campo a
la ciudad. Así como esa década fue adjetivada como "infame" en
alusión al quiebre de la institucionalidad (Repetto, 1964), otros factores
contribuyeron a señalarla como un período de dificultades.
Fotografías
El control del agua de los ríos Dulce y Salado tiene un
remoto origen que ha sido fechado entre los años 800 y 1200, en sitios
reconocidos como pertenecientes a las culturas Sunchituyoj y Averías. En los
períodos de creciente el agua era conducida hacia represas definidas por
montículos de tierra, donde se sembraba (Wagner y Wagner, 1934; Lorandi, 1970).
Con escasas variantes, este procedimiento era aún practicado en Matará,
Manogasta, Loreto, Atamisqui y Salavina cuando se produjo la conquista
española, y en esos sitios se formaron poblaciones para controlar la producción
de esas áreas de riego. La primera acequia que regaba las casas y las quintas
de Santiago del Estero se construyó hacia 1580. Aunque durante el período
colonial los documentos registran especialmente las situaciones de inundación y
de sequía, los intentos de dar soluciones más estables y en gran escala datan
de la segunda mitad del siglo XIX. La primera red de riego constituida por
acequias privadas se construye entre 1870 y 1890.
Entre los años 1876 y 1911 se traza la red ferroviaria que
al incursionar entre los bosques permitirá establecimientos humanos "artificiales", es decir abastecidos
por el agua que el propio ferrocarril transportaba. Se comprenderá que a medida
que se expandía el riego y la población, el manejo del agua fue ganando cada
vez más espacio en el discurso público. Se comenzó a discutir el uso monopólico
que hacían los grandes finqueros, y la protección que el estado provincial les
otorgaba. La sequía de los años 1924 a 1926 motivó la protesta de los medianos
y pequeños productores, dando lugar a un importante movimiento de acción
colectiva impulsado por colonos españoles de La Banda. (Tasso, 2003).
El ferrocarril atravesaba zonas en las que no se disponía de
agua. La población que allí se concentró, movilizada por la estructura
ocupacional que el obraje forestal generaba, debía abastecerse de agua que el
propio ferrocarril transportaba. En el período de sequía o durante el lapso que
va desde fines del invierno hasta el comienzo de la estación lluviosa, la
población asediaba los trenes, luchando por obtener el "precioso líquido", según lo
denominan los periodistas de la época.
Tengo a la vista tres fotografías. En una hay doce personas
trepadas a un vagón aguatero. Son principalmente hombres y chicos, y sólo una
mujer. Solo dos o tres de ellos miran hacia la cámara y en sus rostros se lee
una mezcla de excitación, curiosidad y preocupación. En otra se está
repartiendo agua; hay un grupo de mujeres y chicos con baldes arracimados en torno
al vagón. Una mujer de unos cincuenta años ya ha llenado su balde y viene hacia
la cámara. Tiene un pañuelo blanco atado atrás que le cubre la cabeza y la
frente. En esta segunda foto el sentido dramático está más apagado. Así como en
la primera campeaba la ansiedad y la lucha, en esta se lee la aceptación de la
escasez que muestran habitualmente los rostros de tantos santiagueños del campo
o la ciudad. En la tercera, cuatro mujeres haciendo cola junto al vagón. Todas
tienen la cabeza envuelta con pañuelos blancos. Son morenas, de tobillos
delgados. Los vestidos, también blancos, son largos: a una le llega hasta los
tobillos, de modo que parece una túnica. Esto confiere a la escena una luz
oriental, y la certeza de estar en una de las fronteras de Occidente. Las
imágenes fueron obtenidas en Laprida, departamento Choya. Los asaltos de trenes
y sus peleados repartos se repitieron en el ramal Frías-Santiago así como en el
de Añatuya-Campo Gallo.
Clima social y metereológico en la
prensa
Una modalidad caracterizó a la prensa de los años ´30 es la
presencia de corresponsalías en pueblos pequeños del interior. A diferencia de
la actual, donde los textos son elaborados en su mayor parte por periodistas
profesionales y "de ciudad",
en los diarios de entonces proliferan las pinceladas pueblerinas. ¿Cabe alguna
duda que el mundo presenta distintas coloraciones según se lo vea desde el
campo o desde la ciudad? Allí están los testimonios de estos corresponsales que
dan cuenta, sobre todo, de los avatares del agua: "Es riego lo que más
falta en la zona de Icaño"; "Puede
faltar agua a los vecinos"; "Escasea
ya el agua"; "Gran miseria
amenaza al pueblo"; "Sin riego perdería su fuente de
recursos"; "En Vinará persiste
aún la sequía"; "El
problema del agua". Pero el agua no sólo es referencia por lo escasa:
"Las últimas lluvias inspiran
confianza a los agricultores", "Las recientes lluvias han mejorado los campos", "Ha hecho llover la providencia para que
renazca la esperanza de los pobladores".
El noticiario periodístico centrado en uno de los pueblos
agrícolas santiagueños revela no sólo lo que sucedía, sino también la
sensibilidad de la conciencia pública hacia aquello que era digno de llegar a
la letra de molde. El robo de hacienda y los crímenes son temas clásicos entre 1929
y 1940. Pero también se da testimonio de otra clase de conflictos sociales cuyo
tratamiento no hubiera desdeñado la novela policial. Los desbordes de autoridad
de los jefes policiales remiten al antiguo y problemático tema del control
social en una provincia dilatada, donde pequeños pueblos aislados albergan
pasiones y enfrentamientos que una visión idealizada de la vida rural
santiagueña no siempre consiente en admitir. La historia rural santiagueña
registra múltiples casos de funcionarios despóticos que con menos títulos pero
con más eficacia que Luis XIV pudieron sentir que el Estado eran ellos.
La máxima autoridad departamental, el Jefe Político, y los
jefes de policía, monopolizaban el poder local. Ellos podían beneficiarse con
el comercio de hacienda o de frutos del país, proteger a los cuatreros con los
que se aliaban hasta el punto de simular detenciones y posteriores huidas, y
manejar a su arbitrio los derechos de las personas. Estos funcionarios, hombres
del lugar enriquecidos a la modesta escala de estos pueblos pobrísimos, eran
también punteros de tal o cual dirigente político de la ciudad. Debían su
reconocimiento a su carácter de "hombres
fuertes", de su dominio de la población autóctona, a la que conocían
en sus sentimientos, su lenguaje y sus debilidades. Si bien es cierto que esta
categoría de dirigentes nativos tiene matices, son múltiples los testimonios
que avalan la existencia del tipo descripto. No solo los diarios los reflejan:
algunos sonados casos, como el de Juan Jiménez en el departamento del mismo
nombre, fueron extensamente tratados en la Legislatura provincial.
Fueron los comerciantes sirios y libaneses quienes
comenzaron a disputar el poder de estos autócratas pueblerinos, y en algunos
casos lograron reemplazarlos, a veces aprovechando una transición política. El
caso de los Nassif en Icaño muestra el espacio de influencia de la prensa. Como
corresponsales de Noticias Gráficas, La Prensa, y de los diarios santiagueños
El Liberal y El Combate, denunciaron el robo de agua del río que algunos
agricultores practicaban, perjudicando a los colonos de aguas abajo en Real
Sayana, Icaño y Colonia Dora, que en su mayoría eran judíos, alemanes, y
árabes. También se enfrentaron con el comisario Palavecino, y pudieron darle
trascendencia provincial y nacional a estos casos locales.
La historia económica señala el impacto de la crisis de
1929-30 sobre la economía argentina, y ahora advertimos cómo se hizo sentir en
Santiago del Estero.
La visita del senador Alfredo L.
Palacios
En cuatro extensas intervenciones -15, 17, 22 y 24 de junio
de 1937- el senador Alfredo Palacios informó al Congreso de la Nación sobre los
viajes que acababa de realizar a Santiago del Estero, Tucumán, Salta Jujuy,
Catamarca y La Rioja. Se trata de una pieza de gran valor, que a pesar de su
menor extensión es comparable en muchos puntos al que Juan Bialet Masse había
presentado tres décadas antes. Se trata de un retrato sociológico de casos de
gran efecto por sus detalles y precisiones, junto a datos cuantitativos y fotografías,
centrado en los niños que asisten a la escuela.
El estudio del problema de la infancia desnutrida fue el
móvil de mi viaje. (...) Muchas veces he repetido en este recinto (...) que hay
indicios alarmantes de que nuestra raza declina, en las provincias del Norte
sobre todo, calificadas, certeramente, de provincias pobres.
En otras intervenciones destacará que la expresión "provincias pobres" fue utilizada
por primera vez por Joaquín V. González. Al plantear esta desigualdad regional,
incorpora una mirada étnica y de clase, aludiendo a los sectores populares
rurales como "la raza que ha poblado
nuestro suelo".
Un criterio equivocado e inhumano, y una política extraviada
de los verdaderos intereses nacionales han conducido al país a una inflación
ostentosa en las grandes urbes a costa del olvido de las condiciones de
existencia de las provincias del interior, a la vez que un refinamiento y
selección de los ganados junto a un empobrecimiento progresivo de la raza que
ha poblado nuestro suelo y que con su abnegación y sacrificio ha cimentado y
nutrido la grandeza del país.
En cada provincia aplicó el mismo método: visita a las
autoridades provinciales, entrevista al Director de Trabajo y a un funcionario
de Salud, a los que pedía informes técnicos. En las escuelas que visita es
acompañado por el personal de salud, que pesan y miden a niños y niñas. Su
encuesta aparece a veces en el informe; cuando pregunta "¿Por qué hay tan pocos niños?", una maestra le responde
que están en las cosechas, otra que están enfermos, pues hay una epidemia de
paludismo. De igual modo se revelan tracoma, chagas, así como distrofias,
desnutrición y un estado general de apatía y tristeza. Este dato surgido de la
observación le sirve para comparar las diferentes actitudes que muestran los
niños según la alimentación que reciben, y desde luego el ambiente en que son
criados, su familia, su vivienda, su clase.
Cuando dice "No
hace falta consultar a un psicólogo para que nos diga que un niño con hambre no
puede aprender" está diciendo que basta la observación para comprobarlo.
Las fotografías de los niños, junto a las tablas que incluyen nombre, edad,
peso, talla y lugar de residencia, han sido insertadas en el diario de
sesiones.5 Palacios veía a la niñez como bisagra entre generaciones, y no dejó
de señalar que "...estos son
niños argentinos, hijos de padres argentinos, nietos de abuelos argentinos. Y
algunos de nosotros, señores senadores, hemos venido ayer". Y no dejó
de señalar las graves consecuencias de esta situación: "Si tuviésemos que cruzar de nuevo los Andes,
el patriotismo sería el mismo, pero no la resistencia orgánica a la prueba".
Observemos que Palacios pone mucho énfasis en el cuerpo, como lo había hecho
Bialet Massé, pero además le presta gran atención a la expresión, el porte, la
apariencia, en una mirada donde se cruzan el médico con Georg Simmel. Su
terminología es precisa y denota una familiarización con el habla técnica. Ha
consultado a médicos como Salvador Mazza -que ese momento residía en Jujuy-, a
educadores, y a todo otro especialista que conociese. Los viajes de Palacios
despertaron mucha expectativa dada la relevancia que ya entonces tenía su
trayectoria pública, y fueron acompañados por numerosas voces de aliento;
recordemos, entre otras causas, su apoyo a la ley de sufragio femenino.
La primera provincia que visité fue Santiago del Estero,
regazo de misterio y de leyenda, el más característico de los pueblos de la
República, que vive lejos del Atlántico y de los Andes, adentrado, como dice
Rojas, en el corazón de la República...
Se entrevistó con Antenor Álvarez, ex-gobernador, médico y
estudioso de notable trayectoria, que en ese momento tenía 70 años y presidía
la Cruz Roja a quien llama "figura
consular de aquella provincia". También destaca la labor de Amalio
Olmos Castro, Director de Trabajo, "dignísimo
funcionario de Santiago del Estero" y transcribe partes del informe
que preparó a su pedido sobre la situación de los trabajadores. Encomia la
labor de José F. Castiglione, "que
ha realizado una tarea inteligente y tesonera en favor de los niños",
a la sazón presidente del Consejo General de Educación y de la asociación Los
Amigos de la Educación. Menciona también al diputado (Antenor) Ferreira, al
profesor Domingo Maidana, al coronel Augusto Pereyra, y a muchos otros
funcionarios, sin omitir maestras.
Los pobladores piden agua angustiosamente. En Atamisqui
escuché el reclamo insistente. Se pide un canal de 26 kilómetros. Se trata de
setenta poblaciones en cuyo seno hay miles de familias, las que necesitan esta pequeña
obra que les permita aprovechar las aguas del río Dulce.
Analiza el analfabetismo primero, y las tasas de mortalidad
infantil después; de 0 a 1 año son 1.563, que representa el 320,81 por mil.
Como vemos, su informe combina imágenes y cifras, mediante un enfoque que
combina positivismo, crítica histórica, y formulación de políticas. Creemos que
este informe tuvo mucho impacto, y encontramos muchas afinidades entre sus
ideas y las que aparecen en la prensa en los meses sucesivos.
El tratamiento que dio la prensa
nacional a la sequía
Entre otros tópicos, un artículo compara a la provincia con
regiones desérticas de otros países y otros continentes:
Es que el gobierno no advierte que la tragedia desesperante
de los desiertos del Tibet, de la Libia o del Sahara, se encuentra en el
corazón de la República. La tierra agrietada por el sol y los hombres en
caravana buscando agua. Visiones de Texas y del Arizona de hace un siglo, son
realidades en nuestro país, en este año de 1937.
En realidad Texas y Arizona, así como los estados del norte
de México, fueron tan afectados como Santiago del Estero, La Rioja y Jujuy.
Pero el nivel de información acerca de la ecuación ambiental no permitía un
enfoque global. Al abordar las circunstancias regionales surge la crítica al
obraje.
No es ésta en realidad la única sequía catastrófica de
Santiago del Estero, ya tuvo que sufrir varias veces la falta desastrosa de la
lluvia. Pero hoy el desastre es mayor porque el progreso se llevó la defensa
natural y dejó a la provincia más pobre y desolada que nunca. La necesidad de
postes, de durmientes y de leña, taló los bosques, arrancó los árboles y dejó
la tierra libre, sin protección del follaje, para que la calcinara el sol.
Cuarenta años que el hacha del obraje fue ampliando la pradera, hasta los
confines de Chaco. Las sequías periódicas coincidieron con un cambio de las
condiciones físicas de la provincia y el desastre cayó, como una calamidad,
sobre sus moradores. El clamor de ese pueblo ha llegado hasta hacerse eco a los
habitantes de todo el país que se mueven en sentido humanitario de ayuda y
apoyo.
El contraste entre la "Buenos Aires rica" y "Santiago
del Estero pobre" es parte de la crítica al gobierno nacional que
desconoce la desigualdad regional, enfoque que ya mencionamos.
Bienvenido sea lo que vaya a calmar la tragedia de ese
pueblo, pero no es caridad deprimente y efímera lo que necesita una provincia
argentina. Santiago del Estero dio al engrandecimiento nacional toda su
riqueza. Aportó la madera excepcional de sus bosques y el esfuerzo de su pueblo
macizo como el quebracho de sus llanuras, fue a manejar el hacha en los obrajes
y el machete en los ingenios y hoy, con delicadeza, junta el oro blanco en
todas las regiones.
Las propuestas no faltan:
Los dineros que el gobierno central malgasta en edificios y
en avenidas, podrían utilizarse en la construcción de la gran red de riego que
se necesita en Santiago y otras provincias donde la sequía no ha llegado
todavía a las condiciones de tragedia. El dinero gastado para comprar los
créditos congelados, es decir, las trampas de cuatro figurones de influencia,
hubiese sido suficiente para crean una gran red de canales y de diques que
partiendo de Suelta, trasformaran la visión desolada de Santiago del Estero.
Es indispensable que el gobierno se ocupe de replantar los
bosques de la provincia y es también necesario que se impida la explotación de
los obrajes que no replanten una proporción de bosques. Y también que se inicie
en gran escala las plantaciones de secano, cuyo ensayo por los F.F.C.C. dio tan
buen resultado en esta provincia y que el gobierno central debía impulsar con
dinero que no falta.
La inauguración de la avenida 9 de Julio y el Obelisco fue
vista como un símbolo de la opulencia del gobierno nacional, que contrastaba con
las carencias de las provincias.
Una avalancha de millones... y el pueblo muere de sed y
asalta trenes aguateros. Broma pesada de un gobierno que no hará gracia a las
generaciones futuras. En sólo el año que termina hemos gastado en edificios
tanto como lo empleado en el primer tercio del siglo, hasta la llegada del
gobierno de las brillantes operaciones financieras. ¡Sabe Dios cuántos millones
de pesos hemos gastado durante 1937! Sólo los magos pueden saber el monto al
que ascenderán los pleitos que provienen de la construcción de la Avenida
Solitaria, o de ensanche de Corrientes, o de las expropiaciones de palacios
para ministerios o para cualquier cosa. Un cerebro humano no puede abarcar
estas cifras, por más que se encuentre en los entretelones del Ministerio de
Hacienda y se tutee con el Directorio del Banco central, que es el hospital de
los "quebrados" de apellido.
Las aguafuertes rurales de Roberto
Arlt
A comienzos de diciembre de 1937 Roberto Arlt llegó a
Añatuya, como corresponsal del diario El Mundo. Conocía a Homero Manzi, que
también firmaba la nota "S.O.S." publicada en La Nación por Bernardo
Canal Feijóo. Luis Manzione, hermano de Homero, lo acompañó en varias de sus
salidas al campo. Luego viajó a Santiago del Estero, donde conoció a Moisés Carol,
que lo recuerda así:
Fuimos a tomar un café con Roberto Arlt en el bar Tokio.
Estaban también Pablo Rojas Paz, el poeta González Carbalho y el cuentista
Gregorio Guzmán Saavedra, que narró con detalle las actividades de la secta de
los ulalos, que desde hace un tiempo tiene soliviantada a esta población. Se
trata de un culto antiquísimo que se nutre del magisterio de la iguana y
congrega a los muertos que están interesados en hacer obras de puro beneficio
espiritual. Por este motivo, mediante la colaboración de los sepultureros que
quitan los tornillos a las tapas de los ataúdes, pueden salir con facilidad
para desempeñar sus actividades. (Moisés Carol: La gran sequía, Buenos Aires,
1991 [1967]).
Carol opina que ante el aumento del drama social provocado
por la gran sequía los ulalos tenían mucho más trabajo para
asistir a tanta población desprotegida. Luego dice que le pidieron a Arlt que
contara algo de lo que había visto en Santiago del Estero. Comenzó diciendo que
estuvo en un lugar donde vender huesos es la única manera de ganar un centavo
para la gente extremadamente empobrecida, ya que se han terminado las vizcachas
perseguidas por el valor de su cuero que está siendo subsidiado como ayuda
social, pagándose 0,15 centavos el cuero que antes valía 0,10. Entrevistó a un
comprador de osamentas, que abundan y hieden. Entre los huesos que le traía una
señora, había un fémur y una calavera humana, desenterrados de un antigal.
También narró que vio un chancho comiéndole las tripas a una vaca muerta. Pero de
pronto la vaca levantó la cabeza, y la volvió a recostar en el suelo. Estaba
siendo devorada viva.
Los títulos de las notas que Arlt publicó en El Mundo entre
el 10 y 1l 13 de diciembre llevan por título: "Un hueso de caballo como alimento", "Todavía vamos a llegar al canibalismo", "Ante el avance de la sequía se ha quebrado
el aguante gaucho", y "Después
de la sed vuelve ¡el hambre!". Son muy buenos ejemplos del género que
él llamó "aguafuertes", en
este caso ambientadas en una región rural que le resultaba tan exótica como el
África.
Solidaridad, donaciones y compromisos
La campaña de donaciones que se inició desde fines de
septiembre se intensificó semana a semana, mediante el envío de víveres,
medicamentos y dinero en efectivo. En este apartado incluyo notas que dan
cuenta de las numerosas personas e instituciones que las promovieron, y algunos
de los problemas que se plantearon en su realización. Se trataba de iniciativas
solidarias concebidas con sentido de beneficencia, o filantrópico, en las que intervinieron
figuras de relieve en el campo institucional, terratenientes, empresarios de la
industria, y muchos otros donantes anónimos que contribuían hasta con monedas
en toneles dispuestos como alcancía en algunos puntos de la ciudad de Buenos
Aires.
La crítica de muchos influyentes, periodistas y
comunicadores había contrastado el drama rural deSantiago del Estero con las
inversiones millonarias que el estado nacional había realizado esos años en la
capital federal. Tras esa dicotomía latía un problema que distaba de ser nuevo,
pero que en esos años se reformuló considerablemente. Se trataba del papel -y
el lugar- de Buenos Aires en relación con el resto del país, que pudo ser visto
como "esos trece ranchos",
el "interior", o meramente
"las provincias de arriba",
ya que la Patagonia era todavía una frontera de interés para viajeros,
naturalistas, criadores de ovejas, delincuentes, petroleros y militares, pero
aún no una región con estatuto pleno de civilidad que alcanzaría en décadas
siguientes.
El crecimiento de la Buenos Aires durante el período
1880-1914 no parece haber sido tan discutido como lo fue después de 1920, ya
fuera por efecto de la ley Sáenz Peña y la mayor inclusión social que
caracterizó al radicalismo, o como consecuencia del clima de impugnación y
cambio que caracterizó a esa década, el pensamiento social y político había
cambiado. No poco había contribuido la inmigración extranjera y sus múltiples
efectos, tanto si consideramos su participación en la inversión, en la
estructura ocupacional, o en la formación del socialismo, del cual era heredero
Alfredo Palacios. Y ya en los 30, la restauración oligárquica había encontrado
apoyo en el sector militar, el nacionalismo, y entre los radicales
antipersonalistas: la "concordancia",
un complicado sinónimo de "acuerdo".
Por esta última razón, encontramos en muchos textos periodísticos la posición
de crítica al gobierno nacional, pero que ahora comienza a ser asociada a
enfoques más estructurales que discuten, por decirlo así, no sólo lo que hacen
los gobernantes sino "el modelo"
que proponen o los inspira.
Entre las numerosas perspectivas que registra esa crítica
cabe citar a Bernardo Canal Feijóo en Nivel de historia (1934), quien objeta la
hegemonía de Buenos Aires sobre las provincias "que viven en función de la capital", al mismo tiempo que la
"aritmética política",
expresión en la que puede aludir tanto al acuerdismo como a lo que otros
llamaron "fraude patriótico".
Como sabemos por su obra posterior sobre el pensamiento de Alberdi, este autor
sostenía que el federalismo sólo podía sostenerse sobre la estructura "orgánica" del país, que desde 1880
había sido desvirtuada, o negada, tras otro proyecto estructurante: era la
"tercera anécdota" que
había arrasado con los bosques de la provincias, y acaso también con el sentido
de provincia. Por esto decía en el libro citado que vivir en provincia debía
ser "algo más que una abjuración o
un destierro".
La crítica de los provincianos a Buenos Aires incluye la
obra de Ezequiel Martínez Estrada, especialmente en La cabeza de Goliat (...),
donde presenta la idea de hipertrofia en términos demográficos y territoriales
semejantes a los que varios años después utilizaría Alejandro Bunge en Una
nueva Argentina (1940).
En paralelo con estas obras, pero a cierta distancia en
términos disciplinares e ideológicos, Raúl Scalabrini Ortiz fundó un amplio
campo de crítica revisionista con su historia del ferrocarril, que sirvió para
marcar una divisoria de aguas con el tono celebratorio del centenario. En
efecto, el antes ponderado ferrocarril comenzará a ser visto como un vector
negativo en la vida nacional, del mismo modo que la adhesión complaciente de la
economía argentina a los intereses económicos de Inglaterra, que en ese momento
habían sido remozados por el pacto de exportación de carnes firmado por Julio
A. Roca (hijo) con el ministro Runciman. Algunos de estos argumentos serán
utilizados más tarde por Ricardo Ortiz en El ferrocarril, obra que habría de
constituir un fundamento de la nacionalización de la red ferroviaria, durante
la primera presidencia de Juan Perón.
Scalabrini Ortiz también es autor de El hombre que está solo
y espera (1931), una obra que introducirá la sensación de desubicación,
rebeldía o desaliento que podían caracterizar a los tipos humanos de Buenos
Aires, pero también a los de una generación. El teatro y el tango, no menos que
la poesía de González Tuñón y la obra de Roberto Arlt, informa de un registro
distinto de la crisis, en una dimensión intimista, de claras connotaciones
espirituales y morales. De un modo u otro, estas obras y el pensamiento que
expresan parecen haber gravitado en el tratamiento que la prensa dio a la
sequía, y en la identificación de culpas que todo drama provoca. En los textos
que citamos, esa culpa la tiene Buenos Aires, y también, menos ostensiblemente
planteado, ciertos sectores sociales cuyos intereses representa el gobierno. La
noción de egoísmo -social y territorial- que esta crítica exponía, puede haber
estimulado una respuesta altruista en aquellos que se sintieron aludidos.
La nómina de integrantes de la Junta de Socorro al Poblador
de Santiago del Estero menciona en primer lugar a su presidente Mariano de
Vedia y Mitre, intendente de la ciudad de Buenos Aires, y luego del de Jorge
Santamarina, presidente del Banco de la Nación Argentina. Recordemos que
Santamarina, Tornquist, Zuberbüler y otros formaban parte del sindicato de
capitalistas que décadas antes había comprado a valores irrisorios varios
millones de hectáreas en la región forestal noroeste de Santiago del Estero.
Otros integrantes de la Junta se apellidan Unzué y Anchorena.
El 29 de noviembre el Diario Siriolibanés publica la
propuesta de Husain Ali Hallar, "caracterizado
connacional, de reconocida reputación, consagrado por su patriotismo y su espíritu
filantrópico, nos sugiere la iniciativa de llevar a cabo una colecta que él
mismo inicia con la suma de doscientos pesos". Hace un llamado a los
compatriotas que deseen cooperar en la ayuda a los pobladores de Santiago, que
sufren los rigores de una sequía atroz, en contraste -por designio de la
naturaleza- con las grandes inundaciones de Siria". Cuando en este texto
se habla de connacionales y de compatriotas se hace alusión a la identidad
árabe. Y su llamado está especialmente dirigido a ellos: "Los árabes no podemos quedar indiferentes y
debemos, aún sea en estos momentos de incertidumbre por que atraviesa nuestra
patria, exigirnos un nuevo esfuerzo más y contribuir en la medida de nuestras
capacidades a esta obra de ayuda a un pueblo con el cual nos hallamos tan
identificados". En 1937 la colectividad siriolibanesa estaba ya
firmemente instalada en el sector comercial urbano y rural, competía con las
barracas de frutos del país que por lo general tenían dueños de apellidos
españoles, y controlaban el sector maderero. Desde el gobierno de Juan B.
Castro (1934-36), libaneses y sirios comenzaron a ocupar posiciones en el
gobierno comunal de ciudades y pueblos, conquista lograda por el liderazgo de
Rosendo Allub, en ese momento diputado provincial, que pocos años después sería
diputado nacional. (Tasso, 1989).
Conclusiones
Comencé a interesarme por las sequías cuando advertí que los
ciclos de crecimiento y decrecimiento de la economía agraria -expresada en
stock vacuno, equino, asnal y caprino, la superficie cultivada, la producción
agrícola y hasta el volumen de la población-, guardaban estrecha relación con
la curva de las precipitaciones. En este punto cobra importancia la sequía de
1936-37, que marcaba un punto de inflexión en la historia agraria reciente de
Santiago del Estero. La estadística de lluvias me dio una medida de la
intensidad de la sequía: en 1937 llovieron 250 mm registrados en la estación de
Santiago del Estero, cuando el promedio histórico desde 1900 era de 500 mm/año.
Es decir, la mitad de lo que solía llover en un año "normal". Dado que a partir de 1930 se dispone de series de
lluvias con mediciones en Tintina, Capital y Loreto comparé las cifras de esas
estaciones, comprobando que la sequía fue más intensa en ese departamento, a
sólo 50 km al sur de la Capital, donde ese año llovieron sólo 148 mm. La región
de Atamisqui fue muy afectada, y eso también sucedió en departamentos como
Salavina, Avellaneda y Figueroa, donde no había corresponsalías.
Sin embargo, no había registro de ese impacto, salvo en sus
consecuencias, que sintetizo en términos de demografía, políticas públicas y
literatura.
Consecuencias económicas y
demográficas
Con la sequía de 1937 se inauguró la emigración a Buenos
Aires, primero hacia los frigoríficos de Berisso y Ensenada, adónde se
dirigieron los loretanos de Diente de Arado y pueblos vecinos, según muestra en
su tesis Mirta Zaida Lobato. De este modo se inició una cadena migratoria de
centenares de miles de santiagueños hacia otro territorio, y por primera vez a las
regiones urbanas del Gran Buenos Aires y el Gran La Plata. Cuando el Censo
Nacional de Población de 1960 demostró que el volumen total de la población de
Santiago del Estero había descendido un 12% respecto a 1947, debemos suponer
que esa declinación se inició una década antes. Amalio Olmos Castro realizó en
el Anuario Estadístico de 1937 y otras publicaciones posteriores, una prolija
estimación de la magnitud de las pérdidas provocadas en el sector agropecuario
por departamento, y su valor económico. Una de sus sugerentes comprobaciones se
refiere al descenso de la natalidad que se observa en 1937, un signo de la
gravedad de la crisis. La tasa de natalidad fue de un 38,56 /oo en 1914; baja a
27,39 /oo en 1937, un 8,46 menos. Esto se revertirá recién en 1940 cuando se
alcance un 52,88 por ciento.
Las políticas públicas
Habitualmente los funcionarios provinciales y comunales
reciben demandas y críticas, sobre todo si son poco eficaces para actuar en
esta situación de catástrofe gradual que es la seca prolongada. El caso del
gobernador Pío Montenegro es verdaderamente notable, pero más interesante es el
análisis de las medidas que se emplearon para paliar la crisis: la creación de
un precio sostén para los cueros de vizcacha, y más tarde la oferta de trabajo
en obras públicas, en la zona del departamento Loreto y San Martín. Estas
medidas fueron insuficientes y tardías, pues la población que padecía hambre y
sed era numerosa y estaba dispersa. Era aún muy escaso el transporte automotor,
y se dependía de caballos y mulas, que también morían, y de los tanques de agua
llevados por el ferrocarril, cuya distribución daba lugar a batallas campales.
En diciembre de 1937 la Junta Nacional Contra la Desocupación comenzó a
distribuir un cajón con alimentos no perecederos, práctica que sería adoptada
en lo sucesivo para asistir a familias en casos de pobreza extrema.
Dos grandes problemas se plantearon a partir de esta sequía:
la insuficiencia de las obras de regadío, y la administración federal de la
cuenca del Dulce. (Michaud, 1942). A partir de entonces, y tomando como base el
estudio de Michaud, se delineó el plan de la obra hidráulica más ambiciosa que
Santiago del Estero acometió en toda su historia: la regulación de las aguas
del Dulce. Muchas voces plantearon la necesidad de obras estables que diesen
solución a los problemas crónicos de escasez de agua. Dirá Lorenzo Fazio Rojas
en 1943:
Trabajar por el problema del agua es deber de los hijos de
esta provincia. En su dilatada extensión, un pueblo fuerte, viril, animoso para
su trabajo, desea emprender la jornada de tiempos pasados, pero le falta el
elemento esencial para elaborar el pan de cada día; impotente para reconquistar
su propio río, llega hasta sus riberas, remonta su curso aguas arriba y
comprueba que otro hombres lo aprisionan, y se pregunta entonces, si nosotros
los santiagueños también somos argentinos ¿porqué no tenemos agua como ellos?
(...) Nuestro pueblo ha perdido en agricultura y ganadería durante la última
sequía, el trabajo de medio siglo; ha sufrido una tragedia colectiva
indescriptible, solo comparable a la de los tiempos de Juan Ramírez de
Velasco... Ha visto los campos desolados, las haciendas como desesperadas por
el calor y la sed, hasta caer vencidas para no levantarse más. He visto al
hombre de campo trabajar de sol a sol, buscando agua para salvar sus animales,
que abandona por fin su campo y su rancho agotado él también, sin ilusión y sin
esperanza (p. 47 y 48) Santiago del Estero no cuenta con obras de embalses
propias. Hay algunas en proyecto, dice el Ing. Ballester, que complementarían
el efecto de los embalses que se hagan en las fuentes. De ahí la necesidad de
un manejo del conjunto del sistema para la distribución equitativa y racional
de caudales disponibles (Lorenzo Fazio Rojas El problema del agua, Santiago del
Estero, 1943, p. 75).
Estos temas fueron debatidos en un importante encuentro
académico mediante el PINOA (1946), organizado por Bernardo Canal Feijóo y
Jorge Kalnay, un inédito foro que debatió el tema el agua como una clave del
desarrollo; participaron representantes de organismos nacionales de obras
públicas y riego, funcionarios de 8 provincias, y diplomáticos de Paraguay,
Uruguay y Brasil.
De notable interés son las sucesivas presentaciones en
conferencias, congresos y foros interprovinciales de los abogados Rodolfo
Arnedo y Antonio Castiglione argumentando acerca de la necesidad de crear un
marco jurídico que atienda los intereses de las distintas provincias
involucradas en la cuenca del Dulce y el Salado. Tanto los citados en último
término como Fazio Rojas han sido motivados por la existencia de diques en
Tucumán y Salta. El problema adquiere así dos vetas: por un lado se plantea la
necesidad de un arbitraje que atienda los intereses provinciales, adquiriendo
un carácter federalista caro a la tradición norteña; por otra parte se propugna
una extensión de la función del Estado, tanto nacional como provincial,
pidiendo su intervención en un área de la actividad económica donde nunca
estuvo totalmente ausente pero donde a la fecha era notoriamente insuficiente.
(Primer Congreso Regional de Planificación Integral del Noroeste Argentino
(PINOA) Santiago 1946).
Es en 1949 cuando la habilitación del dique derivador Los
Quiroga responde parcialmente a las inquietudes aquí planteadas permitiendo
regularizar de riego de Banda y Robles. En los ´50 estos argumentos revivirán
con el Proyecto del Bermejo, lamentablemente tampoco concretado. Sin embargo,
se logró la construcción de la presa de Río Hondo (1955-1968) y la ampliación
de la red de canales de riego y drenaje, junto a un programa de reparcelamiento
y desarrollo agrario a través del Proyecto Río Dulce (1964-1995). A fines de
los ´60 Santiago del Estero habrá logrado ya que Agua y Energía administre la
totalidad de la red de riego provincial.
Las huellas en la literatura
Como resultado de su visita Roberto Arlt publicó cuatro
aguafuertes "rurales" de
ambiente santiagueño en el diario El Mundo. En uno de sus viajes fue acompañado
por Luis Manzione, hermano de Homero Manzi, de Añatuya. En la capital conoció a
Moisés Carol, poeta y escritor que años después dedicó su novela La gran sequía
(1991) a relatar incidentes vividos en 1937, y describe varios diálogos con
Arlt. En la obra de Carol las tramas se deslizan hacia lo fantástico; en esta
novela propone la hipótesis de que las sequías estimulan las apariciones. En
este caso se trata de la secta de los ulalos, una especie de cofradía de
muertos bien intencionados, que mediante la ayuda de los sepultureros salen
nocturnamente de su encierro para hacer obras de puro beneficio espiritual.
Clementina Rosa Quenel -hija del metereólogo francés
Quainelle que registraba la estadística de lluvias- escribió sobre el tema en
su novela La luna negra (1942); los dos primeros cuentos se titulan "La sequía" y "La creciente", en los que presenta
las situaciones difíciles que viven las familias rurales ante estos dos
extremos. El tema del agua será frecuente en las dos décadas siguientes en la
poesía y la narrativa, destacándose las obras de Jorge Washington Ábalos
(Shunko, 1948); Cristóforo Juárez (Llajtay, 1970; Pago mío, 1972).
En su ensayo De la estructura mediterránea argentina (1948)
Bernardo Canal Feijóo plantea el problema de las desigualdades regionales, y
aboga por políticas de apoyo a las comunidades rurales, que se han convertido
en subsidiarias del trabajo y la producción en otras regiones.
El impacto en la alimentación, el
imaginario y la política
El drama ambiental de la sequía afecta a todas las especies,
y es especialmente duro con la humana. En el caso estudiado, se pueden apreciar
por lo menos tres grandes impactos. El primero y más importante afecta a los
individuos, las familias, la población toda, y especialmente a la fuerza de
trabajo que depende de la oferta ambiental así como del trabajo a jornal. En
Santiago del Estero, el tipo social del "cazador recolector" ha sido
característico a lo largo de los siglos, y se observa aún en el presente. En
1937 estaba aún más vivo que ahora. Recordemos que el sábalo y el bagre han
sido y son fuente nutricia de miles de familias, antes que la agroindustria
modificase los patrones alimenticios. Cuando llega una crisis, el pescado salva
la mesa de los barrios populares semejantes a los que conoció Alfredo Palacios.
Pero no hay peces en ríos sin agua, y ese fue otro de los factores que
contribuyó a la hambruna.
Finalmente, también observamos un efecto del drama que se
produce en otro plano que llamaré sensibilidad social ampliada, resultado de
incluir en la conciencia ciudadana todo el territorio, y no sólo la región
pampeana. La pobreza y la marginación de esta provincia sacudieron al país, y
comenzó a ejercerse la caridad bajo formas hasta entonces no vistas. Surgieron
campañas solidarias y la filantropía adquirió un nuevo sello que ponía más
énfasis en la hermandad interprovincial. La gran sequía de 1937 cambió muchas
cosas en el país. Inauguró la "conciencia
del interior postergado" en una etapa en que Buenos Aires, "la cabeza de Goliat" según Ezequiel
Martínez Estrada, crecía a expensas de la migración interna. Un importante
papel tuvo Bernardo Canal Feijóo, cuyo S.O.S. publicado en La Nación tuvo mucha
repercusión en todo el país, coincidiendo con la gran campaña mediática
protagonizada por la prensa escrita y la radiofonía -acaso la primera en
Argentina-, que mostró los rasgos masivos de las sociedades modernas. Publicado en FBK por Patio Santiagueño
Por Alberto Tasso*
* CONICET, UNSE, El Colegio de Santiago,
Biblioteca Amalio Olmos Castro. Correo:yleret@gmail.com
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