Por Crístian Ramón Verduc
Los atardeceres veraniegos en la provincia de Santiago del
Estero se hacen agradables con el aroma de yuyos, con el canto de los pájaros y
“lejos lejos” (de vez en cuando) el cantar de una vidala. Los recuerdos de esa
conjunción de horizonte rojizo y alta temperatura, hacen que el vidalero cante
en tierras lejanas: “Atardeceres de fuego ¡Ay, quién pudiera volver a aquellos
tiempos ya idos, revivir aquel ayer!” La vidala llamada La Manogasteña, que
interpretan Los Manseros Santiagueños, nos cuenta de la nostalgia que siente el
criollo de Manogasta que vive en un pago lejano, diferente al de su origen.
Es muy posible que esa persona se sienta inconscientemente
obligada a parecer lo que no es. Esto ocurre generalmente con los provincianos
que emigran hacia Buenos Aires. Estando allá, procuran ocultar su verdadera
identidad y mimetizarse en la masa de gente llegada de todo el país. Es una
enorme masa humana de diversos orígenes, casi todos procurando imitar a los
“porteños”.
Esos llamados porteños son en su mayoría gente que ha
llegado antes, como tributo de las provincias al remolino succionante que son
la Capital Federal y alrededores. Si una persona joven provinciana es de
escasos recursos económicos, es muy probable que deba viajar a Buenos Aires
para procurar empleo y enviar dinero a la familia que quedó en el pago querido.
En otros casos, en los que no hay apuros materiales, la
juventud debe emigrar de su lugar de origen hacia Buenos Aires u otro centro
urbano desarrollado para tener mejores posibilidades en cuanto a educación. Los
artistas viajan hacia Buenos Aires para procurar el éxito, pues en el pago se reconoce
más a lo que viene desde la gran ciudad. Lamentablemente, el centralismo no es
una característica exclusiva de nuestro país ni de estos tiempos. Se puede ver
históricamente en los imperios y países, grandes o pequeños, todos con su
ciudad capital recibiendo tributos desde los confines territoriales, como
cuando se exprime una fruta, presionando de afuera hacia adentro.
Históricamente han sido las ciudades sede del gobierno las
que han recibido los mayores recursos y ofrecido para sus habitantes las mejores
oportunidades. Se puede afirmar sin temor a errar, que esa situación se viene
dando desde el fondo de los tiempos en todos los continentes de nuestro
planeta. A fines del Siglo XVIII, un matrimonio español que vivía en un lejano
departamento del Virreynato del Río de la Plata, quiso darle a sus hijos buenas
oportunidades, con visión de futuro, así que todos emigraron a Buenos Aires, y
de ahí a España.
El menor de los cinco hijos era un “gurí” correntino, que
había nacido el 25 de Febrero de 1778 en Yapeyú, departamento de las Misiones
Guaraníticas. Era José Francisdo de San Martín y Matorras, hijo de Juan de San
Martín, Teniente Gobernador del departamento Yapeyú, y de Doña Gregoria
Matorras del Ser. Como era costumbre en esa época, el niño fue criado en su
primera infancia por una empleada o criada de la casa.
En el caso de José de San Martín, su niñera era guaraní, de
nombre Rosa Guarú. Hay sospechas de que Rosa Guarú sería la madre biológica de
nuestro prócer, lo que le otorgaría criollismo de sangre, además del que
demostró en los sentimientos. Más allá de especulaciones, el hecho es que el
mayor prócer argentino nació en Yapeyú, actual provincia de Corrientes, y amó a
su lugar natal, a todo el país y su gente.
José de San Martín tenía seis años de edad cuando toda la
familia se estableció un tiempo en Buenos Aires y de allí partió hacia España.
A los once años de edad ingresó como Cadete en el Regimiento de Murcia. Pocos
años después, combatió en el Norte de África, también en territorio español y
francés. A los treinta y cuatro años de edad, cuando ya era Teniente Coronel de
Caballería del Ejército de España, retornó a Buenos Aires junto con otros
oficiales nacidos en nuestro territorio.
El Triunvirato reconoció el grado militar de San Martín y le
encomendó la formación de un cuerpo de caballería, unidad terrestre de rápida
movilización y poderosa en el combate. Así nació el Regimiento de Granaderos a
Caballo, el que tuvo su bautismo de fuego en San Lorenzo, unos kilómetros al
Norte de Rosario, el 3 de Febrero de 1.812. Poco después, San Martín tomó el
Camino Real, con orden de relevar al General Manuel Belgrano en el mando del
Ejército del Norte, recientemente derrotado por los españoles en Vilcapugio y
Ayohuma. Ambos próceres de la Patria se encontraron en la provincia de Salta,
posiblemente en Yatasto, y en Tucumán conversaron largamentesobre las
dificultades para hacer retroceder a los españoles del Alto Perú (hoy Bolivia),
naciendo así en el Padre de la Patria la idea de cruzar hacia Chile para
expulsar a las tropas realistas y de allí pasar a Perú con el mismo objetivo.
El Camino Real era la ruta terrestre que unía Buenos Aires
con Tarija, en el Alto Perú (actual Bolivia), pasando por las provincias de
Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy. Cada tanto,
entre las ciudades, había una posta, lugar de descanso y recambio de animales.
Viniendo del Sur, la última posta antes de la ciudad de Santiago del Estero ha
sido la de Manogasta, distante poco más de treinta kilómetros de la Madre de
Ciudades.
Éste fue uno de los lugares donde paró a descansar el Padre
de la Patria en su extenso viaje. Hoy es fácil llegar hasta Manogasta, pues la
ruta que antes era el Camino Real está pavimentada. Se sale de la ciudad de
Santiago del Estero por la calle Independencia y, pasando por Los Flores, Maco,
Maquito, La Vuelta de la Barranca, Los Cardozo, San Pedro y Upianita, se puede
ver una isleta en el centro de la ruta. En esa isleta está protegido el
Algarrobo Histórico que diera sombra a Don José de San Martín.
Hacia la derecha nace el camino hacia Buey Rodeo y a la
izquierda está el cementerio de Manogasta. Es posible que, mientras la tropa
descansaba en Manogasta, San Martín haya tocado la guitarra y cantado bajo el
algarrobo, o tal vez haya escuchado el cantar de algún manogasteño. El canto
era una de los principales entretenimientos de aquellos tiempos no tan lejanos.
“Pago antiguo y tan sufrido, vieja posta del ayer. Aquí te canta tu hijo, que
tanto añora el volver.”
El santiagueño que canta desde la distancia, deseando
regresar al pago, se siente más apegado a su terruño. Cuando está agrupado con
los coterráneos también emigrados, deja de lado la ficción negadora de su
origen y se muestra tal cual es. Desde Santiago del Estero, lo mejor que
podemos hacer para que el emigrado y el visitante encuentren a Santiago del
Estero cuando vengan, es mantener intactas las raíces folclóricas que nos dan
personalidad. El quichua forma parte de nuestra identidad santiagueña.
Somos santiagueños; hemos nacido y pasado
nuestros mejores años en nuestra provincia. Seamos lo que debemos ser:
Auténticos santiagueños. Ya lo dijo el General José de San Martín, nacido hace
docientos cuarenta y seis años en Corrientes, el mismo Libertador que pasó por
nuestra provincia hace docientos dos años: “Serás lo que debas ser, o no serás
nada.”
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