Don Juan Riera había nacido el 16 de enero de 1894, en Ibiza
(España). En ese lugar pasó gran parte de su niñez y adolescencia. Con los
años, y a causa de la Primera Guerra Mundial, salió de su país sin rumbo fijo.
En 1914 llegó a la Argentina y se instaló en Tucumán donde
estuvo solamente un año, se ganaba la vida como vendedor callejero de masas y
confites. En esos quehaceres lo sorprendió la propaganda de "Huaytiquina,
paga". Dejó Tucumán y se vino a trabajar de carpintero en la extensión
ferroviaria a Socompa. En esos andares no abandonó el oficio de panadero, hacía
pan, masas y confites para vender entre la gente del lugar. Fiel a su
militancia anarquista luchó por sindicalizar a los obreros. Tal empeño le costó
su trabajo en el ferrocarril.
Su profesión independiente le permitió radicarse en Salta,
donde comenzó a tejer su historia personal, que luego le valdría ser el
protagonista de la zamba que compusieron para él dos leyendas del folclor
salteño, como el "Cuchi" Leguizamón y Manuel J. Castilla.
Se casó con doña Augusta Cavalleroni, quien había nacido en
Salta, el 7 de mayo de 1906, y falleció el 28 de octubre de 1983. De esa unión
nacieron nueve hijos, dos de ellos ya fallecidos: Hugo, Armonía (ya fallecida),
Electra, Ermes, Floreal (fallecido), Themis, Ermita, Juan José y Nelson, que
con los años se hicieron cargo de la panadería. Ellos y Doña Augusta supieron
compartir la solidaridad de Don Juan.
Con la ayuda de su mujer retomó el oficio de panadero y
confitero. En su local se relacionó con obreros, artesanos, empleadas
domésticas, vendedores ambulantes, pequeños comerciantes, empleados estatales,
todos y cada uno de ellos le comentaban sus problemas de trabajo: malos tratos,
abusos, falta de pago y falta de trabajo. Sensible a las dificultades de sus
clientes y fiel a sus principios anarquistas decidió unirlos en un gremio.
Fruto de sus desvelos fue la fundación, en 1923 del Sindicato de Oficios Varios.
Su militancia sindical y su "peligrosa ideología" lo marcaron como
una amenaza para la paz social.
Al producirse, en 1930, el cuartelazo de Uriburu, se fugó a
Bolivia para salvar su vida. Pasado el peligro regresó a Salta donde continuó
con su actividad gremial y su labor de panadero. Sus hijos mayores se
convirtieron en sus ayudantes y son conocidos en las barriadas por su
especialidad, el pan cacho, pan preferido por los inmigrantes.
La panadería de Riera, ubicada por entonces en Pellegrini
515, fue un referente importante en las décadas de los '50 y '60. Por un lado,
para figuras del folclor, que se juntaban allí para cantar y crear. Allí nació,
por ejemplo, el recordado "Dúo Salteño", integrado por Patricio
Giménez y Néstor "Chacho" Echenique. Muchas otras figuras de notable
talento pasaron por la panadería de Riera. Según datos aportados por Ermes
Riera, uno de sus hijos, entre sus amigos estuvo el poeta español León Felipe,
mundialmente conocido. También Manuel J. Castilla, Leguizamón, César Fermín Perdiguero
y el reconocido guitarrista Eduardo Falú. En su casa se juntaban Ernesto
Cabezas, Jaime Dávalos, Julio Espinosa y José Ríos. Don Cayetano Saluzzi y sus
hijos, Dino, Celso y Cuchara, deleitaban con música a los que trabajaban en la
panadería. Entre otros estaban Juan Ahuerma, Miguel Antonio Sorich, David
Antonio Sorich, Manuel Catán y el artista plástico Antonio Yutronich. También
pasaron socialistas, anarquistas y libertarios, como el "Che"
Guevara, en viaje a México.
Por otro lado, era el alivio para las personas de menores
recursos, que podían pasar por allí a comer o simplemente a cobijarse, cuando
los días de frío y hambre amenazaban a punta de lanza.
Es quizá esa zamba la que mejor refleja la personalidad de
Don Juan. La pluma incomparable del "barbudo" supo sintetizar en
cinco cuartetas el inmenso "amor hacia el prójimo" que el panadero
tuvo durante toda su vida. "Cómo le
iban a robar, ni queriendo a Don Juan Riera, si a los pobres les dejaba de
noche la puerta abierta", dice el estribillo de la zamba, pintándolo
de cuerpo entero.
Dice el Cuchi Leguizamón: "Mire, nosotros teníamos un amigo, don Juan Riera, quien era propietario
de una panadería en la calle Lerma. Manuel (Castilla) todas las mañanas le
compraba el pan calentito, pero una vez al Barbudo lo dejaron sin trabajo en el
diario El Intransigente, entonces no fue más. Pero al poco tiempo Rierita
comenzó a llevarle personalmente el pan de la mañana. Manuel le dijo que no lo
aceptaba porque no podía pagarlo y ¿sabe qué le contestó Rierita? ‘Antes cuando
usted podía, venía y me compraba el pan, pero ahora que no puede es mi
obligación llevárselo todos los días’. Mire qué filosofía."
El escritor Juan Ahuerma, relata una anécdota:
"Don Juan, incansable trabajador,
aprovecha que llega setiembre y las fiestas del Milagro y decide instalar en la
plaza 9 de Julio una mesa para vender biscochuelo, al igual que tantos otros.
Pero, ¡oh coincidencia!, las autoridades municipales sacan en el mismo momento
una ordenanza prohibiendo toda venta callejera, a no ser las inocentes e
infaltables cédulas. Nada es derrota para don Riera. La necesidad, que agudiza
el ingenio, le hace improvisar una salida excepcional: sin perder tiempo hace
un cartel con la siguiente leyenda: "IGLESIA NUESTRA SEÑORA DE LA LIBERTAD",
se coloca en un brazo la banda papal y en
el otro los colores anarquistas y vende cédulas como cualquier creyente. Los
premios: una porción de biscochuelo". Fuente: portaldesalta.gov.ar
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