Carlos Carabajal mira a cámara,
desde el patio de su casa, y cuenta que su apellido fue una cuestión de azar.
Le tocó. Sus abuelos paternos hicieron un trato: sus hijos llevarían un
apellido cada uno, a medida que fueran naciendo. A su padre le tocó el de Manuela
Carabajal, pero podría haberle tocado en suerte el de Luisiano Oreyana, como a
la mitad de sus hermanos. Aquel convenio de principios de siglo tuvo su efecto
en la música popular argentina: Carabajal es hoy un apellido sinónimo de
chacarera, y Carlos –padre de Peteco y de Demi, abuelo de Roxana, hermano de
Cuti, entre tantas otras ramificaciones musicales– ganó otra paternidad con
temas como “Entre a mi pago sin golpear” o “Desde el Puente Carretero”: pasó a
ser “el padre de la chacarera”.
Carlos Carabajal falleció el 24 de agosto
pasado. Pero llegó a ver el documental en el que las hermanas Melina y Luciana
Terribili recorren su obra y su vida cotidiana en los últimos años. Carlos
Carabajal, el padre de la chacarera se estrenará hoy a las 17.30 en el Centro
Cultural del Sur (Av. Caseros 1750), dentro del Séptimo Encuentro Músicas de
Provincia, que comenzó este viernes con la actuación de Mercedes Sosa y
continuará hasta el próximo 5 de noviembre con diferentes conciertos, clínicas
y homenajes. Será una oportunidad para ver un material que no encontró lugar de
estreno en el circuito de salas comerciales, y que se acerca, con un afecto que
se evidencia a lo largo de la película, a uno de los creadores importantes del
cancionero popular argentino.
Las imágenes recorren la
geografía de Santiago del Estero y de La Banda, la ciudad a la que los
Carabajal siempre rinden tributo. Desde el Puente Carretero al que le canta la
canción de Carlos Carabajal (y que une a Santiago con La Banda) hasta las calles,
negocios y vecinos aparecen retratados mientras las cámaras siguen al padre de
la chacarera. La película fue filmada en 2001, cuando Carabajal se encontraba
bien de salud. Las cámaras acompañan al músico en escenas cotidianas: ir a
hacer las compras, cambiar las cuerdas de la guitarra. Y otras más especiales,
pero igualmente cotidianas, como cuando componía con su método, en la cama,
acostado, anotando en un papelito las notas con números. Allí, dice Carabajal,
parece que Dios baja a darle un tincazo en la cabeza y le aparecen las ideas.
El proceso no termina allí: en unos días estarán Peteco, Roxana y Demi cantando
con Carlos la reciente chacarera.
Melina Terribili cuenta que
conoció a Carlos Carabajal de casualidad, cuando fue a filmar un piloto para TV
al ya famoso cumpleaños de la abuela, la fiesta que todos los años se hace en
Santiago en honor a María Luisa Paz, madre de Carlos. Como corresponde a su
generación, Melina sólo había escuchado a Peteco. Pero aquel viaje, cuenta,
resultó una revelación: cuando conocieron a Carlos, ella y su hermana
advirtieron que estaban frente a alguien especial. “Mágico”, dice la directora. Así comenzaron los viajes a Santiago del
Estero, primero para conocer más a fondo el personaje, más tarde cámara en
mano.
“Cuando empezamos a filmar Carlos ya estaba retirado, aunque hacía
algunas presentaciones, como cuando acompañó a Peteco en La Trastienda”, señala
Melina. “Por eso el acercamiento fue más como ser humano que como músico. Nos
impresionó la imagen suya en la cabecera de la gran mesa familiar, rodeado de
todos los chicos. Su ternura, su forma de brindar cariño a los nenes,
regalándoles una guitarra o componiéndoles una canción, lo hacían alguien
especial”, cuenta la realizadora. Esta relación de Carlos Carabajal con los
chicos aparece resaltada en el documental: las imágenes en las que le canta a
su pequeña bisnieta Florencia “Florcita”, la chacarera que compuso en su honor,
o de los chicos cantando y tocando la guitarra o el bombo mientras juegan, dan
una idea de la forma en que la familia Carabajal se fue construyendo.
“A medida que fuimos filmando
empezamos a encontrar en Carlos un poco de dolor y soledad por haberse alejado
de su carrera, el sentimiento de pérdida de haber vuelto a Santiago porque en
Buenos Aires no encajaba la música que él hacía”, sigue contando Terribili. “Los últimos años necesitó mucho de su
familia, sufría mucho el no actuar más. Decía que no era profeta en su tierra
porque no se sentía querido en Santiago. Nos contó que nunca fue contratado en
Cosquín, un lugar por el que pasaron todos los otros Carabajal. Le dolía no ser
tenido en cuenta.” Terribili también estuvo presente en los últimos días de
vida de Carabajal, y relata conmovida la forma en que fue despedido: “El le había contado a Peteco que cuando
muriera quería que se hiciera una fiesta en su casa natal del barrio Los Lagos,
donde se hace la fiesta de la abuela. Así fue: hubo dos días de fiesta, se
cantó y se tocó mucho, vino Sixto Palavecino con sus hijos y le hizo una
oración en quechua, le tocó el violín y le cantó. Al día siguiente empezaron a
llegar los bombos y se lo enterró con ritmo de chacarera. Yo creo que murió
feliz, como vivió”. Fuente: pagina 12
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