La pintura
Nace en Matará, Santiago del
Estero, en 1821. Esta tierra fue el primer centro político y religioso de la
entonces próspera provincia del Tucumán. Fue Felipe hijo de Leandro Taboada y
de Agueda Ibarra. Su abuelo paterno Antonio Gil Taboada, noble español, comerciante
llegó al país en 1768 y contrajo nupcias con Francisca Luisa de Paz y Figueroa,
hija del Teniente Gobernador Juan José de Paz y Figueroa que pertenecía a la
clase principal del Virreinato del Río de la Plata.
Tuvo otros hermanos Antonino,
Gaspar, Manuel e Isidro (que muere joven).
Pertenece a lo más representativo
de la clase dirigente tanto en el orden político, social y económico. Herederos
de grandes extensiones de tierra eran verdaderos terratenientes. Sin embargo,
tanto Antonino como Gaspar mueren pobres.
Matará, su lugar natal, más bien
un pueblo pequeño rodeado de grandes estancias, no es el sitio donde residen
habitualmente. Allí tienen centradas las actividades ganaderas a las que se
dedican.
Este paisaje de inmensas llanuras
e impenetrables selvas, el clima y la vida ruda tienen una enorme influencia en
la formación de su carácter.
Allí en aquel ámbito de libertad
aprende a ser jinete, a disfrutar de lo lúdico, a superar adversidades, así
como a madurar un sentido de prudencia ya que el escenario de su infancia está
lleno de magia, de interrogantes, rodeado por las fuerzas invencibles de la
naturaleza.
En el campo desarrolla su
personalidad, la destreza en el caballo y en el manejo de las armas, ambas
vitales condiciones de la época. Sus hermanos Manuel y Antonino, cuatro y siete
años mayor que él respectivamente, habrían de ser sus compañeros en muchas
jornadas inolvidables.
En la década de 1830 Antonino y
Manuel parten a Buenos Aires, donde tienen activa militancia política y recién
en 1840 regresan a Matará su pueblo natal para hacerse cargo de las actividades
ganaderas, sobre todo Antonino, quien tenía sus establecimientos en el Chaco.
Enfermedad
Aproximadamente a la edad de 11
años, en la plenitud del goce físico y espiritual de su vida, una enfermedad le
paraliza una de sus piernas en un grado que no sabríamos precisar.
Relata Pablo Lascano, nuestro
primer escritor santiagueño que “cruzaba las distancias a saltos” y a veces se
sujetaba el brazo derecho con el izquierdo para controlar el movimiento.
Es muy probable que sus hermanos
y tíos que viajaban regularmente y algunos sacerdotes instruidos cercanos a él,
hayan contribuido a su formación plástica con revistas, periódicos, libros y,
de esta manera, se haya ido poblando de imágenes su universo personal. Es el
período más duro de su vida, en que se alimenta tanto de vivencias externas,
muy intensas, como de mucha introspección y vida interior.
Pasada su pubertad y poseedor ya
de inquietudes artísticas comienza en su adolescencia a desarrollar esta fuerza
interior que le ayudó a vivir. Le ayudó el Arte.
Es dable observar que cada tanto
surgen en el mundo criaturas asombrosas y elocuentes que se elevan desde el
sufrimiento para convertirse en personajes ejemplares. Ellas dan cuenta de la
capacidad del espíritu humano para emerger de sentimientos lacerantes y
sublimarlos trasladando estas incapacidades en algo vital y sorprendente. Éste
es el caso de Felipe.
Su contexto y entorno
Santiago del Estero fue
históricamente lugar de paso de comercio hacia el Alto Perú y al puerto de
Buenos Aires. Su territorio era transitado frecuentemente por carretas o tropas
por lo que se llamó Camino Real a esta ruta.
Durante el siglo XIX el comercio
principal era de mulas, cueros y caballadas, hasta que la presencia del
ferrocarril –entre otras causas- cambió las necesidades de aquel momento.
En 1810 se produce la Revolución
de Mayo y Santiago es la primera en adherirse, dando muestras de la
idiosincrasia que ya comenzaba a manifestar.
En 1820 el territorio santiagueño
se declara autónomo y queda constituido como provincia en abril de ese año. Al
decir de Andrés Figueroa es una época embrionaria.
Juan Felipe Ibarra asume el
gobierno de la provincia y constituye una figura importante por su peso
político para el gobierno nacional. “…Defendió una férrea preservación
territorial y una concepción soberana de lo nacional. Con Ibarra la provincia
tuvo una activa presencia en la vida política de la Confederación Argentina…”
En 1821 nace su sobrino Felipe
Taboada Ibarra, en una época de gran efervescencia política. Felipe durante su infancia, escucharía seguramente
apasionadas e interesantes conversaciones de familiares y personajes de la
política así como de extranjeros e investigadores que visitaban el país
documentando lo que ocurría en este territorio nuevo que despertaba la
curiosidad de los europeos a los que les llegaba noticias de América.
A Felipe, por su situación, se le
facilitaría bibliografía sobre arte. Incluso su tía Ana María, fundadora de la
casa de Belén (1821) donde se enseñaba pintura y escultura, habría contribuido
a ello.
No existe documentación sobre su
formación plástica, indudablemente tuvo oportunidad de viajar al Alto Perú o
Buenos Aires en las carretas que regularmente cruzaban nuestros campos.
De todas maneras, aunque hubiera
accedido a estudios, el artista nace en la labor diaria, en la disciplina del
taller y en la exigencia personal por la buena obra.
Como expuso el filósofo francés
Alain Badiou, “Las verdades surgen a partir de cuatro procedimientos: el amor,
la ciencia, el arte y la política”.
Es así como este joven
adolescente se aferra a su ya marcada inclinación artística y, al comprobar las
posibilidades de su talento, se deja atrapar por el arte como profesión.
Ya nunca estuvo solo, aislado en
el apagado ámbito de un pueblo sin sobresaltos. Su contexto era ágil o
expectante, nunca de quietud somnolienta. Tampoco tomó distancia de los
acontecimientos políticos y, como buen santiagueño, participó en la medida de
sus posibilidades.
Su obra
Imaginería
Realiza imágenes y tallas de
santos, de los cuales se conserva una en la Iglesia La Merced.
También realiza numerosas obras
en Santo Domingo, San Francisco y otros templos.
Pintura de caballete
En el desarrollo de su labor
plástica tuvo predisposición por el Retrato, que por ese entonces tenía un
nivel artístico superlativo, además de la importancia que revestía como
documentación histórica. Pintó a los Presbíteros Tomás Taboada y Sebastián del
Jesús Gorostiaga, también a Fray Cernada. En el Colegio de Belén se conserva el
retrato al óleo, tamaño natural, de María Antonia de la Paz y Figueroa. En el
Museo Histórico Orestes Di Lullo, se encuentra su autorretrato al óleo.
La inmigración al país en ese
entonces era escasa. Las pocas embarcaciones que llegaban al puerto de Buenos
Aires traían consigo riquezas, documentos y
testimonios.
Llegarían seguramente a sus manos
revistas, periódicos y libros con imágenes y comentarios de las artes plásticas
de otros países.
Su naturaleza libre lo llevaba a
retratar personajes e imágenes conocidas que lo gratificaban en lo afectivo o
en lo espiritual. Pintó a sus hermanos: Manuel, Antonino y Gaspar. También a la
Beata, su tía, María Antonia de La Paz y Figueroa.
Analicemos: No conoció
personalmente a su tía ¿Por qué la pinta? Imposible que sea un encargo, fue su
selección que delata sus predilecciones. En este caso por la admiración de lo
que ella encarnaba: era el ejemplo de la convicción y de una fortaleza fuera de
lo común.
La “Mama Antula”, de sólida
formación jesuita fundó, entre otras
casas, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales en la Capital Federal. La Casa,
construida con quebrachos santiagueños y que se conserva actualmente, posee
varias capillas. Su valioso patrimonio artístico contenía imágenes de bulto de
riquísima factura, algunas de origen peruano y, otras, español y portugués.
¿Habrá gozado de esas maravillas Felipe? Si no fue así, con toda seguridad las
historias tan cercanas a la Beata deben haberlo conmovido dando rienda suelta a
su fantasía e imaginación.
Así fue construyendo su mundo en
imágenes, en valores, en proyectos. Se encuentra en su juventud poseedor al
mismo tiempo de una belleza física y de una incapacidad que lo hace sentir
“diferente”. Efectivamente, sí era diferente, su lucha estaba clara y su rumbo
también.
No optó por ser un pintor
testimonial. Lo cotidiano, el contexto externo en su vida, la relación entre
los personajes y su entorno real son ámbitos que se entrelazan incesantemente
en su vida diaria.
Esa frontera entre el quehacer
cotidiano y la realidad del mundo en él se difuman. Él vive los escenarios
naturales de las historias desde adentro.
Necesita del arte y se aferra a
temas mayores, entrañables, que no puede evitar. Acude a su fantasía, por eso
“vive y trabaja”. En su quehacer diario sabe de luchas y esfuerzos, de
superación de flaquezas y disciplinas y también del goce de la buena obra. De
la obra concluida.
Lo entusiasma el trabajo, es
conciente del privilegio de haber encontrado su sentido. Si hay un Dios, está
cerca, lo mira. En su gabinete con el olor de los óleos y aceites rodeado de
sus telas, tablas, pinceles, el silencio
es presencia. No hay un piano que lo acompañe, ni mujer que admire su
hermosura. Pero Felipe no está solo, tiene una fuerza interior que lo empuja,
¿hacia dónde? …
Cada noche sueña. Sueña con el
alba para concretar más y más obras. Ya probó su talento y disciplina. Ahora
puede soñar. Sólo es necesario tiempo, que su mal no avance, lo demás … es lo
demás. Él puede ya con su destino.
Lo que Dios le quitó con una mano
se la dio con la otra. El puede …
Vitraux
Realiza con las técnicas de ese
momento esa labor tan artesanalmente delicada para las puertas principales del
templo de La Merced, que perduran hasta nuestros días.
Las imágenes de Vírgenes, de
escudos mercedarios, símbolos religiosos, los clavos de la pasión que hacen a
la historia de la iglesia quedaron plasmadas allí.
En la iglesiaLla Merced
Su obra en este templo es
particularmente relevante ya que su tío, Juan Felipe Ibarra, le encarga la
decoración completa del templo. Felipe Taboada acomete tal obra durante ocho
años hasta la caída del gobierno de su tío.
Escultura
Realiza un Cristo crucificado, en
madera, hoy emplazado en el muro testero del altar mayor de la Iglesia de la
Merced. Al decir de Di Lullo “era un
Cristo sumamente expresivo”. Contaba con dos ayudantes santeros santiagueños,
Guzmán y Ábalos.
También se destaca la talla del
Señor de la Misericordia, encargo de su tía Ana María Taboada, fundadora de la
Casa de Belén, para la capilla.
Muralismo
Ibarra le encarga la pintura
mural del templo La Merced, propuesta artística importante dada las dimensiones
de los muros y la importancia del templo.
¿Puede alguien hacer caridad con
la obra que más valora y que atesora entre sus paredes la Virgen a la cual
nombró patrona de la ciudad?
¿Podría pensar el General en
arriesgar la calidad de las imágenes, pinturas y decorados sólo para beneficiar
a su sobrino?
¿Sabía Ibarra de muralismo o es
su sobrino quien propone realizarlo en las técnicas del fresco? Fue Felipe
quien, conocedor de estas técnicas, propone, decide y arriesga en la
institución más cara en ese momento para el discutido y temido personaje gobernante
y de la feligresía santiagueña. ¿Tan seguros estaban ambos que estaría a la
altura de las expectativas? Seguramente, sí.
Para Felipe sería “La Obra”.
Había leído de las pinturas al fresco en las iglesias de Europa, como también
gozado de las hermosas tallas cuzqueñas tan cercanas en el tiempo y existentes
algunas en Santiago.
¿Cómo concibió los murales? Debió
planificar qué imágenes tendrían estar presentes y la naturaleza y el carácter
de las mismas.
El propósito sería transformar lo
irreal, lo divino, lo religioso en una realidad creíble para los espectadores.
Provocar el sentimiento de presencia, de protección de esas vírgenes y de esos
ángeles como si fueran conocidos y cercanos. Debía contar una historia
verosímil y, si lograba conmover, su objetivo estaría cumplido. Este sería su
aporte desde la plástica.
Acometió la obra con fervorosa
dedicación y cubrió aquellos muros de
imágenes de vírgenes, cielos y ángeles arcabuceros.
Mientras trabaja él vive un
presente fantástico. Es feliz seguramente. Todos los días se siente llamado a
ese ámbito donde es el líder en ese pequeño gran refugio. Él es el elegido para
demostrar su capacidad ante las discapacidades con que se enfrenta diariamente.
Allí, en cambio, sube con sus propias fuerzas a los andamios que le permiten
alcanzar la altura necesaria. Es observado y admirado. Responde consultas con
solvencia. Hay algo de vanidad en su persona, en su trabajo, pero ella en su
caso, también le es necesaria.
Se disfrutó largamente de la
suntuosidad de las obras artísticas a lo que debemos agregar el lujo del Altar
Mayor y del Púlpito, de las tallas de los confesionarios. Lamentablemente con
el terremoto de 1861 caen los murales y, con ellos, la obra de Felipe Taboada.
Todo le fue difícil a este
artista precursor, así como lo fue reconstruir su historia, pero como la
escritura es un arte y hacer de la vida un arte un propósito, también la
imaginación, que es la llama de la inteligencia, es la que insuflará siempre a
quien quiera rescatar del olvido a personajes ejemplares que forman nuestra
fibra más digna.
Si tenemos en cuenta que en las
artes plásticas “de la carencia nace el estilo”, en el caso de Felipe, su
discapacidad física le permitió desarrollar su fuerza moral o espiritual y
vivir para el arte. Ése fue su estilo.
Muerte
“A raíz de la caída de Rosas, invadió la provincia de Santiago del
Estero, el General Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán. El pintor
Taboada a pedido de su hermano Antonino, monta a caballo como muchos otros para
correr a la defensa del terruño. Peleó bravamente y murió en la refriega en
plena juventud” en 1853.
Esto ocurrió en un momento de su
vida en que no conocía el decaimiento, que sólo sabía de superación personal,
de sublimación de carencias. No pudo continuar su obra primigenia.
Si hubiese vivido años más,
seguramente hubiera formado seguidores y, a no dudar, hubiera pintado
nuevamente los murales de la Merced, derrumbados con el terremoto de 1861.
Respecto de su muerte es
interesante rescatar la carta que dirige a la Honorable Sala de Representantes
en 1852: “… ejercí desde el año 44 el
oficio de arquitecto, escultor y pintor en los trabajos que se emprendieron en
el gobierno del Gral. Ibarra … que aunque humildes, atestiguan mi piedad sin
salario…”
También es de destacar la carta
que escribe a su amigo, el Capitán don Gaspar Sequeira, desde Cruz Grande: “… esta noche espero el desenlace de todo el
movimiento del norte, o que se rindan o que me maten…”
Su muerte cobra una significación
vital, es un profundo impulso para los protagonistas de hoy y del futuro. Muere
luchando por una causa valiosa.
Murió como vivió, con el espíritu
de lucha que caracterizó su vida.
Epílogo
Por qué pensar la vida de Felipe
Taboada?
Para saber que hay otro mundos
posibles, comprobar la realidad de los sueños, de la realidad interior, del
mundo interior.
Lo intangible, lo que imaginamos
¿es más o menos real que el mundo exterior?
El equilibrio entre estos dos
mundos es siempre dinámico. La carencia de uno genera la actividad del otro.
Entonces, como personas, ¿qué nos
salva? ejercer, desarrollar los dos mundos, ya que si nos volcáramos al mundo
exterior solamente siempre necesitaremos para ello de la fuerza, del impulso,
del fuego interior para avanzar.
Es el desarrollo de la riqueza
interior lo que permite trascender al artista.
En el caso de Felipe, su
incapacidad física, la carencia exterior, es el bastón moral que lo ayuda a
elevarse sobre sí mismo y trascender. A trascender a sus fuerzas y a la
historia de Santiago del Estero.
Biliografia
Luis C. Alén Lascano,
“Trayectoria histórica de una obra espiritual”, Boletín Oficial de la
Provincia, Santiago del Estero, 1961.
Luis C. Alén Lascano, “Estampas
históricas navideñas”, Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero, 1991.
Luis C. Alén Lascano, “Los
orígenes de Santiago del Estero”, Marcos Vizoso Ediciones, Santiago del Estero,
2006.
Alain Badiou “Lógica de los
mundos. El ser y los acontecimientos”, Manantial, 2008.
Agustín Chazarreta “Tradiciones
Santiagueñas”, Santiago del Estero, 1953.
Orestes Di Lullo, “El General
Antonino Taboada”, Santiago del Estero, 1953.
Andrés A. Figueroa, “Los papeles
de Ibarra”, Editorial Oficial, 1942.
Marta Flores Taboada, “La
plástica en Santiago del Estero”, Editorial El Liberal, 1990.
Alfredo Gargaro, “Los Taboada…”,
Santiago del Estero, 1935.
Pablo Lascano, “Mis bosques”,
Escuelas Técnicas Municipales Raggio, 1970.
Jorge Newton, “Manuel Taboada”,
Editorial Plus Ultra, 1972.
Amalia Gramajo y Hugo Martínez
Moreno “Los Templos de Santiago de Estero”,
Editorial V Centenario, 1995.
Felipe Taboada, Cartas - Archivo
del Museo Bartolomé Mitre, “Los Taboada”, Capital Federal.
Gaspar Taboada “Los Taboada -
Luchas de la organización nacional”, Imprenta López, Buenos Aires, 1929.
De un artículo de Adriana Ramos
Taboada, en Sitiales, editado por la Academia de Ciencias, Artes y Letras. sgodelest.blogspot.com.ar
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