Orestes Di Lullo. El folclore de Santiago del Estero
En todos los puntos de la
provincia se practica la costumbre de salir en caravana para la cosecha de
algarroba. Eran célebres las algarrobiadas que se efectuaban en "El
Polear", al otro lado del río, cerca de la ciudad, una de cuyas casas -la
de Doroteo Gómez- era el centro de una intensa peregrinación de gente de
Santiago que, con árganas, "tipas" y "ponchos" acudían el
24 de diciembre a la cosecha de algarroba.
El regocijo tenía también un
sentido religioso, pues el día del "nacimiento" se velaba al Niño Dios
con bailes y cánticos. Allí se escuchaban las notas arrancadas al arpa por la
prodigiosa destreza del "finao Lauriano", justamente reputado como
uno de los mejores arperos de aquel tiempo.
Durante la noche, después del
pesebre, las zambas, los gatos, las chacareras mantenían alerta con sus notas
joviales el espíritu de la fiesta. De los árboles colgaban los
"noques" repletos de aloja; en torno de los fogones se cocinaban las
más suculentas viandas; los hombres en corro bebían enormes
"chambaos" y el amor, proclamado mil veces en la canción y la música
de las guitarras y cajas y en los giros de las danzas, bajo la noche cálida,
constelada de estrellas, era natural y libre; como el deseo incontenible; como
la alegría, desbordante.
"El Polear" es todavía
un recuerdo vivo de la ciudad. Era el lugar donde residía y había que ir a
buscar el amor, como en los campos de la antigua Arcadia. Pasada la fiesta,
desocupada el alma, hombres y mujeres con la carga de la cosecha de algarroba
en "veranos" y "pozuelos" y niños y doncellas con el haz de
leña sobre sus cabezas que sostenían el "pashquil" regresaban al
hogar en alegres caravanas, por los caminos olorosos de salvia y de poleo;
cruzaban el río llenando el silencio de risas y alegrías, y recomenzaban la
tarea diaria, nunca apremiante, con elrecuerdo de la sonrisa de los labios y en
la luz de los ojos.
Hasta aquí lo que escribía Di
Lullo en 1943, hace setenta años. Todavía recordamos los que fuimos niños allá
por los 50 el gusto por juntar algarroba blanca y negra para disfrutar la
dulzura y el alimento que esta fruta natural nos brindaba. Lo mismo la añapa
refrescante que salía de la molienda. Bueno es recordar que ella nos hacía
aguantar mejor el calor, mientras el tacku (algarrobo en quichua) nos ofrecía
sombra a nosostros los chicos y a los animales en esas siestas de 43 grados a
la sombra, en tiempos en que la heladera era un lujo. Esto es bueno que lo
recuerden aquellos que quieren recuperar la soberanía alimenticia. Con
algarroba, mistol, chañar, piquillín. miel de balas, docas, tunas, arrope de
algarroba, de tuna y de chañar y otros regalos de la naturaleza sabíamos
complementar nuestra dieta santiagueña.
Fuente: www.desdelolvido.blogspot.com.ar/
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