SEGÚN LA MEMORIA DESCRIPTIVA DE SANTIAGO DEL ESTERO
DE ALEJANDRO GANCEDO (1885) Por María Mercedes Tenti
Según Gancedo, Pedro San Germes, fue quien más tuvo cuadras
de alfalfa sembradas hacia 1885, en Santiago del Estero (tres años antes
recibía invernadas en su finca de Contreras). Con 100 cuadras de este forraje
mantenían anualmente mil cabezas de ganado mayor.
En 1876 San Germes empezó por plantar 80 surcos de 7 varas de caña de azúcar, traída de Tucumán,
con el propósito de iniciar la fabricación de azúcar en la provincia. Para el
efecto, al fuerte capital con que contaba, aumentó la suma de 40,000 pesos
bolivianos, resultado de la venta de un molino harinero a vapor.
San Germes era un empresario de origen francés, muy
emprendedor, que había ensayado anteriormente en la provincia cultivos de
tabaco y sorgo, además de fabricar harina.
El Ingenio Contreras de Pedro San Germes era imponente. El
edificio de las máquinas ocupaba una
superficie de 3.737 metros cuadrados. Constaba de dos trapiches movidos a
vapor, que podían moler 400.000 kilos de caña en un día. Dieciocho centrifugadoras
completaban el trabajo, que llegaba a producir
más de dos mil arrobas de azúcar,
diariamente. En el Establecimiento se carneaban cinco y seis animales al
día, en época de la cosecha, para más de 1000 peones.
La propiedad de San Germes se hallaba situada a 7 kilómetros
al Sur de la ciudad de Santiago del Estero, su superficie era de 800 cuadras de
un terreno llano y de fácil irrigación. La plantación de caña de azúcar ocupaba
una extensión de más de seiscientas hectáreas. 100 cuadras de la misma
propiedad estaban ocupadas por alfalfa, destinada al mantenimiento del ganado
del establecimiento (vacuno, yeguarizo, mular). El resto del terreno estaba
ocupado por bosques de algarrobos y quebrachos que proporcionaban la cantidad
de leña suficiente y en parte la madera para carros y otros usos de carpintería
que se confeccionaban en el establecimiento. Un canal de gran capacidad que
partían del río Dulce conducía el agua para el riego de los cultivos.
En el centro de la plantación de caña se encontraba el
edificio que contenía las máquinas para la elaboración de azúcar y aguardiente
y las habitaciones para los administradores y empleados. El edificio de la
maquinaria ocupaba una superficie de tres hectáreas de terreno, dividido en
cuatro cuerpos. En la fachada principal había tres cuerpos de cuatrocientos
metros cuadrados; uno de ellos servía de depósito, otro de taller a vapor, para
refaccionar y fabricar todo lo que se necesitaba en el establecimiento y el
tercero para la Dirección. A los dos costados se encontraban más de cuarenta
habitaciones, ocupadas por empleados, administradores, despensa, etc.
Las máquinas y aparatos que servían para la fabricación del
azúcar y aguardiente habían sido construidas en los talleres de la Compañía
francesa Fives Lille. El azúcar se fabricaba en dos trapiches que extraían el
jugo de 50 mil arrobas de caña cada veinticuatro horas y producían alrededor de
350,000 litros de jugo, los que daban 2500 a 3000 arrobas de azúcar. Diez
defecadores recibían por medio de una bomba los jugos, a medida que los
trapiches los producían. Los jugos se
vaciaban en un canal de hierro que los distribuían en 16 filtros que contenían
cada uno veinte hectolitros de negro animal. A medida que salían de los filtros
eran recibidos en dos aparatos que producían la evaporación. Concentrados los
jugos eran nuevamente filtrados y purificados.
La última concentración y cristalización se hacía también en
el vacío, por medio de dos aparatos llamados tachos al vacío, que contenían 140
hectolitros de masa concentrada y cristalizada. Otros dieciocho aparatos a
fuerza centrífuga separaban los cristales de las mieles. Las mieles que se
escapaban de estos aparatos volvían al tacho al vacío, para recibir un nuevo
cocimiento, terminado el cual se depositan en 600 cristalizadores o bateas de
hierro, donde se operaba la cristalización del azúcar de segunda clase. La
cristalización del azúcar de tercera clase se efectuaba en 30 depósitos de
hierro de 100 hectolitros de contenido cada uno, o sean 3000 hectolitros de
depósito.
Las mieles que sobraban de estas tres operaciones, es decir,
las que ya no contenían azúcar cristalizable, eran depositadas en cuatro
calicantos subterráneos de una capacidad de 600 hectolitros, de las que se
preparaba el aguardiente. La elaboración se hacía por medio de alambiques y rectificadores.
Todos los aparatos de destilería se hallaban situados en una de las
extremidades del primer cuerpo del edificio, separados de los demás aparatos
para la producción del azúcar, por una pared. En este Departamento había 18
toneles, cuya capacidad era de 150 hectolitros cada uno, en los que se
efectuaba la fermentación de las mieles.
Los alambiques daban, cada 24 horas, 60 hectolitros de
aguardiente. Dos rectificadores lo
recibían y producían alcohol (3700 litros cada 24 horas).
El carbón de huesos o negro animal, que servía para la
refinación del azúcar, se fabricaba en el mismo establecimiento. La
revivificación del carbón se hacía en dos hornos -de 80 hectolitros— 16
calicantos para la fermentación y todos los demás aparatos necesarios, movidos
por su correspondiente máquina a vapor.
La fuerza motriz que necesitaban las distintas operaciones
de la fabricación de azúcar, aguardiente etc., estaban representada por 13
máquinas a vapor. Toda la fábrica estaba alumbrada por luz eléctrica producida
por maquinaria de propiedad del establecimiento. Un teléfono ponía en
comunicación la administración con la casa de San Gérmes en la ciudad.
El poder de la maquinaria no se limitaba a moler las 250
cuadras de caña que producía el establecimiento, sino que siempre se aumentaba
con la de otros plantadores cercanos a quienes se les compraba la producción.
La compañía contaba con 60 carros de 2 ruedas y 6 de 4 ruedas, que podían
cargar juntos 4800 arrobas; 600 mulas y 200 bueyes.
La Industria, órgano del Centro Industrial de Buenos Aires,
núm. 35, Setiembre de 1880, decía:
“Azúcar de Santiago: La muestra de este producto, elaborado
en el Ingenio de los señores San Gérmes hermanos y que hace algunos días está
expuesta en el local de nuestra asociación, remitida por el senador señor don-
Gregorio Santillán, ha causado una agradable sorpresa a los inteligentes que la
han examinado.
Los primeros visitantes han ocurrido, en la creencia de
encontrar un artículo semejante al que ya conocemos como producto de las
provincias, pero su vista arrancaba exclamaciones que hubieran causado
verdadera satisfacción al industrial que la elabora. Entrando después a un
examen detenido de sus condiciones, las opiniones de las numerosas personas que
la han examinado. Están de acuerdo en que aun cuando no tiene el brillo de la
azúcar francesa y americana, su blancura, calidad y pureza, la colocan en
situación favorable para establecer una competencia ventajosa sobre ellas.
Su sabor es muy agradable y a pesar de la consistencia del
pan o terrones, se presta fácilmente a la disolución, sin dejar el más mínimo
residuo de impurezas o materias extrañas a su composición.
Tales son en resumen las unánimes opiniones de los
visitantes que concurren allí diariamente, siendo cada uno de ellos un entusiasta
propagador de las condiciones de este excelente producto, que atrae otros
nuevos interesados en su examen; sería necesaria una gran producción para
llenar el número de pedidos. Según el experimento que hemos hecho, calculamos
que su fuerza de endulzar está en una proporción de un 20 por ciento más o
menos sobre la mejor que nos viene del Exterior”.
Respecto de Pedro San Germes, Gancedo opinaba:
El industrial que nos ocupa, fue en sus primeros años pobre
de dinero y hoy lo tenemos rico, en sentido moral y material. Hacia 1864/1865
pisó por vez primera el suelo argentino. Sin horizontes en su país, Francia, se
dirigió a la Argentina. A su llegada se estableció en Rosario ganando un sueldo
mensual de veinticinco pesos.
Luego empezó entre Córdoba, Tucumán y Santiago a hacer sus
primeros negocios con éxito. Establecido en Santiago del Estero se hizo
propietario del primer molino harinero a vapor que vendió luego a los señores
Silva y Beltrán, y del terreno “Contreras”, el que destinó al principio para
invernadas de ganado. Luego se dedicó al cultivo de la caña de azúcar y,
ayudado por una ley que exoneraba de impuestos por quince años al
establecimiento azucarero que se estableciera, se resolvió llevarlo a cabo, y
en el año siguiente funcionaba ya con éxito.
El día de la inauguración de la maquinaria del ingenio
Contreras, (1879), con la presencia de numeroso público, la banda de música y
los silbatos de las máquinas a vapor, se pronunciaron notables discursos.
A principios del año 1880 Saint Gérmes practicó un ensayo
del que obtuvo muy buenos resultados en la fabricación del extracto de
quebracho (tanino). También fue propietario del primer molino harinero a vapor.
La harina elaborada en ese molino obtuvo el primer premio en la Exposición de
París y en otras. En 1878 fue vendido a Silva y Beltrán. Tenía un cómodo
edificio con todas las habitaciones necesarias para los empleados, depósitos de
trigo, harina y talleres de carpintería y herrería, etc.
Fuente: historiacriticammt.blogspot.com.ar
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