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10/7/09

Entrevista a Alicia Moreau de Justo

Pide la luchadora socialista unidad para defender la paz


"Millones de mujeres de todos los países han apoyado a los hombres para ganar la guerra. ¿No trabajarán ahora para la paz?" Animada por este pensamiento surgió en Francia en 1945 la "Entente mundial por la paz". Con su auspicio se reunirá en París a fines de setiembre el Congreso Internacional de Mujeres. En su seno alzará su voz Alicia Moreau de Justo: representará al movimiento femenino democrático de la Argentina.

"Mujeres del mundo: uníos"

A pocas horas de su partida, Alicia Moreau expuso, a requerimiento de QUÉ, los alcances del congreso y el plan de acción que, a su juicio, deberá cumplir. Una larga y esforzada acción cívica y sociológica respalda sus ideas. Publicista, investigadora en el campo científico, as femenino de la Casa del Pueblo, ha ocupado, desde hace décadas, tribunas de combate: en el periodismo, en las filas socialistas, en múltiples congresos de cultura, dentro y fuera de la República.

¿Objetivos esenciales del Congreso?

Organizar el trabajo internacional de la paz es el propósito primordial de la Conferencia. Sólo las medidas internacionales tienen alguna probabilidad de ser útiles. Eso alimenta el optimismo de las organizadoras: debe surgir un plan general de acción que oriente y una a todas las mujeres del mundo que deseen trabajar de veras por la paz.

Pero el esfuerzo no ha de cumplirse sólo en el plano internacional. No todo está dicho con el informe que, de regreso a su país, presente cada delegado. Es necesario que en cada nación se inicien o intensifiquen las tareas que corresponden, para que las decisiones no sean letra muerta.

Condición previa: democracia

¿Qué factores existen, en pro y en contra? La doctora Moreau de Justo responde sin vacilaciones. A través de su palabra vibran firmes convicciones sociales, acreditadas en vasta lucha:

Para cumplir las decisiones internacionales son menester gobiernos respetuosos de sus compromisos, no sólo en la forma sino en el fondo: gobiernos que sean la expresión genuina de la voluntad del pueblo, no sólo en la forma sino en el fondo; que respeten las libertades y los derechos –reitera– no sólo en la forma sino en el fondo. En una palabra: la brega por la paz exige ante todo el afianzamiento de la democracia. Esta es el más precioso instrumento de acción para lograr la supresión de las guerras. Todo régimen basado sobre la autoridad unipersonal, de clan o de casta, sólo se mantiene por la fuerza. La fuerza armada implica un proceso que se alimenta y engrandece por una especie de poder inmanente. No puede detenerse: absorbe poco a poco a la nación. En sus comienzos parece enriquecerla: se fabrica, se construye, hay trabajo y dinero: pero a poco de andar las reservas vitales quedan absorbidas y se aproxima la ruina: los gobernantes quieren escapar a ella lanzándose a la conquista, y de ahí a la guerra. El esfuerzo pacifista, para no ser vano, debe forzosamente tener objetivos claros y concretos, luchar contra el autoritarismo, contra el imperialismo económico y político que precede y encauza al militar.

La mujer, en los asuntos públicos

Para Alicia Moreau de Justo cada pueblo debe realizar su propia obra: "limpiar y ordenar –dice– su propia casa". Las mujeres que intervengan en la Conferencia de París –agrega– han de volver con un plan concreto e incorporarse a las fuerzas políticas que en su país sean capaces de comprender estas ideas e intenten realizarlas.

"Despertar el sentido de la responsabilidad femenina en los asuntos públicos mundiales", señala el temario de París, en su punto tercero. Alicia Moreau, "pioneer" de los derechos femeninos en la Argentina, con otras figuras notorias hace hincapié en esa ponencia:

Casi todas las mujeres del mundo gozan de los derechos políticos. Es una obligación muy seria: desde el momento en que votan, integran la parte responsable del pueblo, tienen una parte de soberanía. Esta necesidad de conquistar el derecho de intervenir activamente en política ha sido comprendida desde hace mucho por las mujeres argentinas: no son pocas las que han consagrado a este anhelo lo mejor de sus esfuerzos.

Dos congresos: París y Río

¿Qué similitud tendrá la Conferencia de París con la de Río de Janeiro?

Nuestro congreso será, por cierto, muy distinto del que se realiza en Quitandinha. Será una reunión popular, con una primera condición de éxito: sinceridad de palabras, rectitud de propósitos, lealtad de conducta. Privarán las ideas mejores, las expuestas con mayor claridad, no las que estén respaldadas por la potencia militar o económica de la nación representada. Buscaremos en París la unidad de los pueblos, no la de los gobernantes, aun cuando queremos que éstos respondan a los pueblos. Esta unión por las bases y no por las cumbres nos parece mucho más importante: podrá crear la gran fuerza internacional, capaz de acabar con las guerras. Si algún día las madres del mundo dijesen: "No criaremos hijos para enviarlos a la matanza", se habría producido una verdadera y profunda revolución.

"Paz con hechos, no con discursos"

El reportaje va a cerrarse. La doctora Moreau de Justo insiste, una vez más:

Quien se arma se prepara para la guerra: despierta temor en los vecinos, que a la vez se arman, y en un juego de acciones y reacciones, unas abiertas, otras ocultas, se conduce a los pueblos al desastre. Por eso la gente más esclarecida y consciente quiere la diplomacia abierta, libertad de información y de publicación, supresión de barreras económicas artificiales. Todo lo demás son palabras, palabras, palabras. Lo dicho sobre la necesidad de una verdadera democracia como base para organizar la paz explica mi punto de vista sobre la política internacional argentina: no basta un discurso para afianzar la paz, lo necesario son hechos. El aumento del presupuesto de guerra, de los efectivos, de las construcciones y fábricas militares, no puede traducirse internacionalmente como afirmaciones de paz. Tampoco la apoyan la preconscripción desde los 12 a los 20 años y la post conscripción femenina. Los hechos valen más que las palabras, y aquéllos despiertan angustiosa duda.

Fuente: Revista Qué, Nº 56, 26 de agosto de 1947.

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