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6/2/09

“En mi casa escucho música new age”

Treinta años de carrera. Disco y película en camino. La afición a la pintura y una mirada poco alentadora sobre el folklore actual.

Recibe con aire somnoliento en su casa quinta del Paso del Rey, en la zona Oeste del Gran Buenos Aires. Su imagen –barba de tres días, remera con estampa roquera y zapatillas Adidas– no coincide del todo con el estereotipo del folklorista. Y, sin embargo, hasta un oído poco entrenado sabe que, desde que su papá Carlos trajo en los ’60 sus chacareras y su voz cascada, el apellido Carabajal es sinónimo de folklore.

Peteco –segundo de los cuatro hijos de Carlos y Zita (la señora de pelo blanco y lentes gruesos que ahora mismo ceba mates en la cocina)–, creció en una atmósfera musical. Antes de cumplir los 20 probó trabajar como aprendiz y cadete, “pero la guitarra tiró más”, dice, y su voz monocorde quiebra el silencio de la casona de paredes color maíz y decoración austera. La historia tuvo un punto y aparte hace dos años con la muerte de su padre, pero hoy, a los 45 años, Peteco la sigue escribiendo y, según muchos, renovando. “Sólo reviví lo que habían hecho otros”, dice humilde.

Noticias: El violín, ¿no fue innovación suya?

Peteco Carabajal: ¡Qué curioso! Mi instrumento es la guitarra pero muchos me identifican con el violín. Ya se había usado en el folklore, yo sólo lo agarré como una especie de juego.

Noticias: ¿Sintió alguna vez que iba contra la corriente?

Carabajal: Sí, en los ’70 tocar una chacarera en un bar de Buenos Aires era una rareza. De lo santiagueño se conocía poco y nada, así que los autoproclamados “puristas” no entendían nada.

Noticias: ¿Y cuál era su visión?

Carabajal: Notaba que al entrar en la industria de la música, muchas cosas se modificaban. Cuando un artista empieza a grabar tiene que vender. Y esa exigencia mata su arte.

Noticias: ¿En su caso por qué cree que no ocurrió?

Carabajal: Porque para mí no entra ningún tipo de especulación económica. Ese es el máximo tesoro que tengo y mi mayor aporte a la música folclórica: el no hacer lo que la industria reclama.

Noticias: Grabó con Charly García, León Gieco y toca con Divididos... ¿Escucha rock en su casa?

Carabajal: Es difícil que un músico se ponga a escuchar música. A lo sumo (señala el televisor) sintonizo el canal de música new age.

Noticias: ¿?!

Carabajal: No sé ni quiénes son los músicos, sólo me dejo llevar.

Noticias: ¿No compra cd’s?

Carabajal: Jamás. Incluso tengo la posibilidad de ir a la discográfica y traerme todo lo nuevo, pero hoy en día no hay disco que resista una segunda escuchada.

Noticias: ¿Qué fue lo último que lo conmovió?

Carabajal: Lo nuevo de Rubén Blades. Es lo más alto a lo que ha llegado un artista: letra, música, arreglos, voces e instrumentistas.

Noticias: ¿Y del folklore?

Carabajal: Nada. Adonde voy alguien me da un disco. Lo pongo y oigo que la percusión está floja, o viene bien y el cantante lo echa a perder. ¡Y las letras! No admito esas descripciones obvias de amores adolescentes.

Noticias: ¿Cree que sólo bajo esa forma cliché puede entrar el folklore a Buenos Aires?

Carabajal: No creo que el folklore tenga que entrar a ningún lado. El artista tiene que hacer arte y el circuito debe darse naturalmente.

Noticias: ¿Sobre qué hablan sus letras?

Carabajal: Sobre la vida y la muerte. Pensar en el fin me sirve para darle más seriedad a mi vida.

Noticias: ¿Por eso hay quienes dicen que usted es espiritual, casi místico?

Carabajal: Simplemente no me gustan las tonteras.

Noticias: ¿Cree que hay confusión acerca de lo que es el folklore?

Carabajal: Muchos sólo llaman así a lo que llegó una vez desde allá, desde el Noroeste. Recién con Teresa Parodi se empezó a considerar al chamamé como folklore. Y todavía hoy te encontrás con un tachero que te dice “¡A mí me gustan el folklore y el chamamé!”.

Noticias: ¿Por qué cree que se exporta tango y no folklore?

Carabajal: El tango “es” folklore. Es una de las variantes de la música popular argentina, como la zamba o la chacarera. No representa la vida y el sonido del tipo que vive en Los Andes, pero sí muestra cómo vive y se expresa la gente de Buenos Aires. ¡Yo me siento representado por el tango! Claro que me gustaría llevar lo que hago afuera, pero parece que Buenos Aires sigue siendo el único puerto para exportar.

Noticias: ¿Cómo se lleva con lo masivo?

Carabajal: A mis recitales vienen miles de personas, pero eso no se traduce en ventas de discos. Nunca tuve un suceso ni creo que lo tenga. Siempre fui despacio, cuesta arriba, sin llegar a un lugar alto del que tenga que bajar. Mis discos fueron ganando su lugar con el tiempo.

Noticias: ¿Le gusta que sea así?

Carabajal: Y… ¡estoy acostumbrado! (risas) Tengo todo lo demás: discografía, convocatoria, repertorio… ¡No tuve que llamar a un productor para que me invente un tema!

Noticias: Con esa filosofía seguramente no amasó una fortuna…

Carabajal: No, yo aún tengo que cantar para vivir.

Cantar para vivir y vivir para cantar. Y sin embargo hay algo que Peteco hace por amor al arte: pinta. Empezó casi de casualidad, hace cinco años, cuando un amigo cerró su librería y le obsequió el stock de óleos y pinceles. “Compré un bastidor y ya no paré”, dice, y su rostro se ilumina. De modo autodidacta, como en la música, ya logró una vasta obra que hasta expuso en el festival de Jesús María. El resto del tiempo lo pasa con sus cuatro hijos –Juan, de 23, Homero, de 16 y los recién llegados María y Benicio (que nacieron el 10 de junio) y con su segunda mujer Verónica, quien según sus palabras “llenó de luz y color esta casa”. Está en permanente contacto con el resto de los Carabajal. Sobre todo ahora que ruedan juntos un documental dirigido por Miguel Miño, que registra la grabación, ensayos y presentación de “El patio y el escenario”, un cd tributo a Carlos Carabajal.

Noticias: ¿Extraña su provincia?

Carabajal: Hay una chacarera que da nombre a mi disco. Se titula “Aldea”. La letra habla de la actualidad de La Banda, mi ciudad en Santiago, en donde reinan la inseguridad, la corrupción y la violencia. Uno siempre le canta al lugar por sus cosas maravillosas… pero aquí tuve que expresar mi impotencia por verla tan deteriorada. Cada uno pinta su aldea, dicen. Yo, como estoy lejos, la pinto con mis óleos y mi música

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